Cárteles mexicanos trafican Tramadol hacia Estados Unidos y África

En México es un medicamento de bajo costo que cualquier persona puede comprar sin receta médica, pero en África es una droga ilegal que está acabando con la vida de cientos de miles de jóvenes. Y, al mismo tiempo, es un gran negocio de los cárteles mexicanos que podría rivalizar con el mercado del fentanilo.

Se trata del Tramadol. Un analgésico para aliviar el dolor que va de moderado a intenso. Su venta es tan común que, incluso, un adolescente puede adquirir una caja con tabletas de 100 miligramos en menos de 99 pesos en su versión genérica. Tan familiar que es parte del surtido usual en los botiquines de las familias mexicanas, que suelen desconocer que —igual que el fentanilo— el Tramadol es un opioide sintético que en poco tiempo puede generar una potente adicción.

En África, esas mismas pastillas tienen distintos nombres, según el país. Algunos lo llaman la droga de los terroristas; otros, la pastilla del diablo. Si se usa en dosis bajas, adormece como la morfina; pero si se usa en dosis altas, produce largos picos de energía a lo largo del día como la heroína, según los expertos de la Organización Mundial de la Salud.

En Sierra Leona, por ejemplo, los desplazados por la guerra usan Tramadol para lidiar con el estrés postraumático; en Ghana lo consumen los trabajadores de la construcción que requieren horas extra de trabajo; en Togo lo utilizan los transportistas que conducen largas jornadas por carretera; y en Nigeria lo devoran los integrantes de grupos terroristas como Boko Haram e ISIS para asesinar en estados de euforia.

En la prensa africana es común encontrar titulares con las palabras exactas de las personas enganchadas a este medicamento: “Si no tomo al menos tres pastillas al día, no puedo trabajar” o “Cuando consumo Tramadol me convierto en un monstruo listo para todo”. Incluso, hay reportes de personas adictas desde los 15 años y usuarios de 9 años, principalmente pobres, desplazados o en situación de calle.

Al igual que ocurrió los inicios de la crisis del fentanilo, los primeros dealers de este narcótico descubierto en 1962 fueron los médicos que lo recetaron ampliamente respaldados por farmacéuticas que omitieron los devastadores efectos secundarios de este opioide sintético. Entre 2005 y 2013, la mayoría de los países africanos incluyeron el Tramadol en su lista nacional de medicamentos esenciales por barato y supuestamente inofensivo, para luego iniciar una lenta rectificación.

Sin embargo, ya era demasiado tarde: cientos de miles de personas, principalmente jóvenes, habían desarrollado una adicción con síntomas similares a la que causa la morfina, según un informe de la Universidad de Ottawa en Canadá, Geelong en Australia y Londres en Reino Unido.

El Informe Mundial de Drogas 2023 de la ONU equipara la expansión del Tramadol en África con la pandemia de fentanilo en Estados Unidos, pero sin los reflectores de la prensa ni líderes mundiales opinando sobre el tema. Debido a la falta de atención de la comunidad internacional, sólo se puede calcular en “millones” a las personas que usan o han usado Tramadol y en “decenas de miles” los muertos por sobredosis.

La mayoría de sus víctimas ahora consiguen el Tramadol fuera los consultorios médicos. Los dealers ya no empuñan estetoscopios, sino armas largas. El crimen organizado ha encontrado en esta pandemia silenciosa un pujante negocio del que pocos se preocupan.

Agencias