Orbe

Suicidio y memorándum: lados opuestos del poder

Recuerdo cuando Alan García ocupó por primera vez la presidencia del Perú vino a México y, acompañado de mariachi, cantó “El Rey” de José Alfredo Jiménez durante la recepción que le brindaron las autoridades de la capital del país.
Eran los tiempos de Miguel de la Madrid que se veía pequeño a lado de la gran estatura física del personaje que hace varios días decidió quitarse la vida por propia mano, “acosado” (refieren algunos medios) por la justicia de esa nación, cuando que todo mundo estaba enterado que no sólo la debía sino que también la temía.
De ese 1987 distante, los temas políticos han dado un giro impresionante en América Latina, aunque no mucho en México, si se observa el tema desde el punto de vista de la justicia.
Y es que sin importar que el ex mandatario peruano, también colega de Felipe Calderón, haya sido un personaje siempre ávido de protagonismos hasta cierto punto exagerados, eso no lo salvó de que la renovación moral de su país ordenara su aprehensión, pese a ser miembro de un poderoso grupo político.
En cambio, acá en México, desde hace 36 años la renovación moral de la sociedad pregonada precisamente por De la Madrid, sólo fue una mentira expresada para esperanzar inútilmente a un pueblo que suele creerse de todo, por absurdo que parezca.
A ese paso sólo esperamos lo peor
Quiero decir, en este sentido, que la impunidad es seguramente el mayor cáncer que sufre México. Y que a pesar de que la justicia ya recorre a toda América Latina enjuiciando con toda la fuerza de la ley a los más grandes corruptos, aquí en México no pasa nada.
Viene entonces a ese paso lo peor de lo peor: y de la impunidad que principalmente no se castiga desde las más altas esferas del poder, surge otro tipo de violencia política que ya son muchos que la ven inminente.
Se trata de la dictadura que se teme imponga el presidente Andrés Manuel López Obrador, que criticado duramente por destacados juristas e intelectuales, y obviamente por la oposición, no vio necesario retirar el memorándum donde cancela la Reforma Educativa realizada durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Matiza el presidente de la República su comunicado interno, señalando que “todo esto mientras en el Congreso se resuelve lo de la reforma a la Constitución, para garantizar la educación pública, laica, pluricultural, gratuita, de calidad en todos los niveles escolares”.
Detalla en el documento su recomendación para reinstalar a los maestros cesados y la liberación de los profesores y luchadores sociales que fueron injustamente encarcelados.
Incluso también plantea que se reconozca todo el daño que causaron las anteriores autoridades, pidiendo “que haya una indemnización para familiares de quienes perdieron la vida luchando por sus derechos, en este caso, oponiéndose a la mal llamada reforma educativa”.
Si es tan justiciero ¿qué espera?
Y mientras Alan García, alias “Caballo Loco”, sabía muy bien lo que se le venía encima, asumiendo la decisión de privarse de la vida, el presidente López Obrador no acciona la más mínima expresión de justicia al demandar penalmente a su antecesor por los delitos que alude pero que no profundiza, y que evidentemente tienen que ver con actos criminales perpetrados contra activistas que perdieron la vida luchando por sus derechos y oponiéndose a la reforma educativa.
Es decir, fueron cesados, encarcelados y asesinados, según se interpreta, desde las oscuridades de un poder que en este país es intocable, en tanto en otros países latinoamericanos, como Perú, los que representan ese mismo poder (de facto) llegan a los extremos del suicidio, conscientes de que la impunidad se les acabó.
La pregunta que cualquiera le formularía a López Obrador es, como para cuándo cree (y en el caso de que realmente crea) que su gobierno decida combatir y perseguir a los corruptos que han hecho de México el peor país para vivir de todo el continente.
Por lo pronto, las cifras de inseguridad y crímenes van en aumento en su gobierno y en comparación con el mismo período de quienes, él apunta, como los malos que echaron a perder las principales estructuras políticas y sociales.
Esos malos que desde ahora se ve muy remoto paguen sus crímenes contra el pueblo de México. Sobre todo cuando tenemos un presidente que los acusa con temor reverente, como si algo les debiera y el único camino para dizque hacer un buen gobierno sería hacer un excelente teatro.
¡Excelente inicio de semana!