OPTIMUS

Jorge Alberto Pérez González

13/08/2017

Es difícil

Es difícil preocuparse por Venezuela y la lucha de los ciudadanos que anhelan una democracia verdadera, cuando nuestro país tiene tantas carencias en ese sentido, se respeta y mucho, la expresión constante por lo que se vive allá, pero creo que tenemos más mucho más que hacer aquí en esa materia.
Esfuerzos se hacen en el país, pero no para fortalecer la democracia, esto es algo muy notorio, cuando ni siquiera los partidos políticos registrados se concentran en mejorar su sistema interno, cuando los méritos son ignorados y los compromisos familiares son el común denominador de ellos.
Poco a poco vamos llevando al país a una situación similar, mientras aceptemos las cosas como están, no se salva ningún partido, pues todos tienen vicios a pesar de existir medidas regulatorias en su declaración de principios y en sus documentos básicos.
Algunos optan por legalmente incumplir los estatutos, colocando delegaciones en lugar de dirigentes emanados de un proceso democrático, piensan como antaño, que los adeptos no están preparados para elegir a sus líderes y que deben ser los iluminados quienes les resuelvan la difícil tarea de escoger el pastor.
Otros rehúyen el compromiso poniendo oídos sordos a los reclamos para luego reunir a los inconformes y darles una dosis de unidad fingida, que retarda solo los efectos de la metástasis de la inconformidad y que además, evita la integración de nuevos simpatizantes a una causa que persiga el bien común.
Los peores son los iluminados, esos que son dueños absolutos de la voluntad de sus agremiados, esos que solo ven para si los beneficios que emanen y que en la boleta solo caben ellos, pues las puertas se abren para recibir pleitesía, nunca para escuchar consejos o críticas constructivas.
Usted amable lector, ponga las siglas que guste en cualquiera de estos tres ejemplos, verá con tristeza que cualquiera cabe perfectamente en las diferentes etapas de vida de cada instituto.
Lo que sucede en cualquier otra parte del mundo no deja de ser importante, pero allá, donde suceden los hechos siempre hay quien le llore a sus muertos.
También habrá quien recoja la bandera manchada de sangre y luche por la autodeterminación, pues esta es una decisión consensuada de los habitantes de un territorio por la promulgación de sus estatutos políticos.
Es difícil llorar a los muertos lejanos, cuando aquí, en mi patria, hay muchos que han muerto sin siquiera saber por qué, la ausencia duele mucho, pero cuando es fortuita duele más, cuando es cercana hace más daño y cuando no hubo razón para ello enferma el alma.
No es que no sienta lo que pasa en Venezuela, pero mueren más en Reynosa que en Caracas, allá con una causa, acá simplemente por estar en el lugar equivocado.
Tampoco me conmueven los anaqueles vacíos en los supermercados de allá, me duele más ver que Reynosa ya no es la capital del empleo en Tamaulipas y que los datos actuales en el IMSS relegan a la ciudad más trabajadora.
No es que no me importe que existan gorilas que traten de perpetuarse en el poder, lo que sucede es que aquí, sin cara de mono muchos no requieren perpetuarse, pues con su efímero paso garantizan la vida de tres o más generaciones de inútiles a la patria.
Cierto es que allá Maduro fue una imposición de Chávez, pero que acaso nadie se da cuenta de que aquí suceden las mismas cosas y los políticos de moda son los familiares o cercanos de los de antaño.
Los nombres y los acuerdos se repiten por doquier, sin más mérito que la consanguinidad, por ello opino que ES DIFÍCIL.