Locuras Cuerdas

Consejos Grinch

Dos personajes que nos tienen cautivados la esencia antropológica para entender mejor la razón de la sin razón de ser, de ciertas personas que en la vida han encontrado un nivel de preeminencia y sin embargo han derivado en una tragedia existencial que no se le desea a nadie.
Es el caso del ladrón de libros, y no me refiero a la novela de Markus Zusak, y del alto funcionario federal que manejó por muchos años lo relativo a la seguridad de nuestro país con el rimbombante y chocante nombre de “Guerra contra el narcotráfico”. Dos personalidades dignas del más detallado de los análisis.
No podemos justificar el robo de libros de precio ramplón ni la práctica de recibir cantidades obscenas de soborno, aludiendo en la primera a que todos lo hemos hecho alguna vez y en la segunda a que la tentación era mucha. Los dos especímenes políticos practicaron la corrupción.
No permitamos que nuestros jóvenes se dejen seducir más que por la gracia del ingenio y la superioridad del carácter. Y es que la multitud experimenta involuntariamente un sentimiento de respeto por cuanto se engrandece, sin pedir demasiada cuenta de los medios ante una muchedumbre de motivos imposibles de definir. A corremos el riesgo de hacernos adictos a principios morales que solo se ven de lejos.
La conducta humana la tenemos que aprender a ver de cerca desde el centro de nuestra vida social que es la familia. En ella está la potencial semilla de toda conducta. Podemos aprender a observar a quienes nos rodean y sacar una hipótesis del por qué la conducta de estos dos prominentes funcionarios públicos, eso sí, toda proporción guardada.
Querido y dilecto lector, valga decir que infancia es destino. Hagamos ese estudio y esa práctica ahora en navidad.
En la familia, a veces un gesto encierra todo un drama, el tono de una palabra desgarra toda una vida de convivencia, la indiferencia de una mirada mata la pasión más feliz. Y hay quienes, por desgracia, han visto demasiado de esos gestos, oído demasiadas de esas palabras, recibido demasiadas de esas miradas.
Hay mucho de esto en los incidentes domésticos familiares al grado que una mirada fría puede matar una calidez fraterna de cualquier miembro. Detalles que pueden escaparse a un observador porque se trata de matices insensibles para otros ojos diferentes de quien lo experimenta en vida propia.
Por eso es importante cuidar los modos como se pronuncian las palabras, el tono que se les da a esas palabras, las cuales pueden pintar con leves matices un asombro negativo o un desprecio elegante en virtud de los cuales, matan los salvajes sus relaciones familiares cuando no pueden ya sostenerse en la rama de un árbol fuertemente sacudido.
Muchos viven este tipo de padecimientos domésticos familiares en secreto. Las personas bien educadas y sobre todo quienes aman mucho a su familia, no delatan sus sentimientos sino por rasgos imperceptibles, pero que, no por eso, dejan adivinar las vibraciones de su corazón a quienes pueden encontrar en su vida situaciones análogas.
Cargados de abrumadores recuerdos familiares, que luego se van ensanchando por incidentes domésticos y microscópicos que se hacen cotidianos y que pueden parecer tan punzantes y crueles en el que se puede sentir, más que ver, el tremendo desprecio que se disfraza con sonrisas.
Luego resulta que ciertas caras humanas son imágenes despóticas que nos hablan o nos interrogan y responden a nuestros pensamientos recónditos. Es importante aprender a convivir con las diferentes edades de los miembros de nuestra familia.
De todo esto podemos deducir que no hay nada más discreto que un rostro juvenil. La verdadera fisionomía, podemos deducir que comienza a los treinta. Hasta esa edad todo es rosa y blanco en su rostro, sonrisas y expresiones que repiten un mismo pensamiento, pensamiento de juventud, pensamiento uniforme y aunque no nos guste sin mucha profundidad.
En la vejez ya todo en el ser humano ha hablado, en su rostro se han incrustado sus vivencias y pasiones, las expresiones de gozo y de dolor que a lo largo de su vida ha tenido han concluido por moldear sus facciones que sin decir nada lo comunican todo.
En esta navidad, un consejo que sonará muy Grinch es que, quizá no hay más remedio que sepultar en los últimos entresijos del corazón las supremas razones de una antipatía justificada, y así poder ser felices.
Puede parecer curioso pero en medio de toda esta dinámica Dios puede, si quiere, plantar su venganza en el seno de las familias y se vale eternamente de los hijas contra las madres, de los padres contra los hijos, y si me permites extenderlo, sesudo lector, de los pueblos contra sus gobernantes y de las autoridades contra quienes se gobierna, de todo contra todo, reemplazando en el mundo unos sentimientos por otros y hoy más que nunca, unas autoridades por otras.
El tiempo hablará.