Locuras Cuerdas

La ley Bonilla en la sociedad de la ignorancia

La acumulación de conocimiento se ha convertido en el elemento determinante para mantenerse a flote entre las turbulencias provocadas por una dinámica de cambio desbocada. Antoni Brey.
Hoy abordaré las cosas de la política, no exageramos al calificarlo denso y cargado que está el tema a nivel nacional, estatal y local. Los ciudadanos comunes y los analistas políticos nos estamos convirtiendo, por hobbie en aquello que Aristóteles denominó animal político. Husmeamos por todos lados para estar bien informados del acontecer político.
A nivel nacional encontramos que el gobernador electo para dos años en Baja California, Jaime Bonilla logró su ridícula consulta con un 5% de participación. El 75% de ese 5% dijo que lo quería de gobernador por cinco años. Esto es literalmente el colmo del absurdo en el quehacer político de nuestros días que se traduce en esos espacios que se abre a las masas para llevar a cabo, sin el menor de los empachos el soberano autoengaño colectivo. Si los ingleses tienen su estúpido Brexit, nosotros no podíamos quedarnos atrás con algo parecido, la ley Bonilla.
A bote pronto me imagino al gobernador Cabeza de Vaca solicitando al Congreso una extensión indefinida de su mandato. ¿Por qué no? Bajo la premisa de la ley Bonilla lo que menos debe existir es prudencia, recato y respeto por la Constitución. Al gobernador tamaulipeco le harían los mandados pues tiene una mayoría en el Congreso. Y con el antecedente sembrado por el gobernador electo de Baja California, en el mundo de lo absurdo bien podría argumentar jurisprudencia. ¿Por qué Bonilla sí y por qué Cabeza de Vaca no? Así las cosas.
En este contexto te podría decir querido lector que Antoni Brey escribió un extraordinario y revelador ensayo que se titula “La sociedad de la ignorancia”. En el cual afirma con cierta angustia que dicha sociedad de la ignorancia nos está invadiendo. En este caso, el individualismo de Bonilla debe dejar paso a la individualidad ciudadana, es decir, las personas debemos de actuar no como especímenes, si no como constructores sociales, y esto solo se logra aportando de forma crítica nuestros conocimientos a la organización de la especie.
La ley Bonilla es en este momento una estridencia mediática presente, que así la ha dejado crecer el presidente AMLO. Mi amigo Miguel Trejo tiene una frase para consolarse en medio de las crisis existenciales que todos tenemos. Dice: “Esto pasará”. Y me queda claro que así será, pero mientras hierve la olla, el calor quema el presente.
Querido y dilecto lector, me imagino a Jaime Bonilla muy creído, muy crecidito pensando que le está haciendo un favor a posteriori a su amigo AMLO. La paranoia de que AMLO muy en sus adentros se quiere reelegir nos hace pensar que por ahí va esta rola de la extensión de mandato. Puede pensar, que su labor será determinante para nuestro país. Así se la creen muchos ególatras en la historia.
La realidad es que los acontecimientos que en forma de batallas, revoluciones, cambios de régimen, auge y caída de imperios o hechos protagonizados por las personalidades más relevantes, que habitualmente interpretamos como hitos de la historia, no deberían ser considerados sino como las rugosidades inherentes del camino o, a lo sumo, como los ecos de transformaciones más profundas.
En función de todo este cataclismo que le han permitido a Bonilla, puedo decir que mientras más vivo, más dudo; y examinando a los hombres como este gobernador electo en BC deduzco que asume lo siguiente: el valor es temeridad, la prudencia cobardía, la generosidad finura, la justicia un crimen, la delicadeza una necedad, la honestidad organización, y gracias a una fatalidad histórica singular se dio cuenta de que la gente honesta, dedicada, justa, generosa, prudente y valerosa no obtenían ninguna consideración entre los hombres. Por eso sin la menor de las penas se lanzó a este precipicio político, en el que quiere cinco años de gobierno por el precio de dos. Que broma tan absurda.
La Suprema Corte, convertida en la Corte Suprema o en la tremenda Corte deberá resolver algo que no debiera ser una controversia y por el simple hecho de respetar la Constitución no tendríamos por qué perder el tiempo en estas necias dialécticas.
Veremos si el Poder Judicial es real o es solo una caricatura en la 4T.
El tiempo hablará.