Locuras Cuerdas

Corredores vs. No corredores

La acción y el hecho, son la ley suprema del hombre social. Bill Clinton.

19/03/2019 – El domingo pasado tuve la bendita oportunidad de correr con mi hermano y mi sobrina, en nuestra muy querida ciudad de Matamoros, la edición número veintisiete de la carrera de 10 kilómetros que anualmente organiza Vallevisión. La naturaleza nos regaló para el citado día la temperatura más baja de todas las ediciones hechas hasta el momento, doce grados.
No conforme con la temperatura fría, la mañana lucía, como dicen los clásicos, un cielo plúmbeo, es decir, nublado y gris, el cual posteriormente derivó en una pertinaz lluvia que nos acompañó en una buena parte del trayecto. Henos ahí, a pesar de las contrariedades meteorológicas nada nos detuvo para realizar la mencionada carrera.
La plaza principal Miguel Hidalgo se convirtió en sede de una fiesta deportiva en la que una buena cantidad de personas, no solo de Matamoros, sino de varias partes de nuestro Estado se dieron cita para satisfacer los retos personales de cada uno de los participantes. Lluvia y frío eran los condimentos adicionales. Para unos fue un reto, para otros fue un factor disuasivo para mejor quedarse en casa bajo las suculentas, deliciosas, adictivas y cálidas sábanas dominicales; con un argumento zumbándoles el pensamiento: ¿A qué loco se le va a ocurrir ir a correr con estas condiciones?
Hubimos varios locos cuerdos que aceptamos el reto. Cabe mencionar que hubo espacio para personas en silla de ruedas. Es impresionante ver como algunas personas vencen sus propias limitantes. Ahí donde el argumento para negarse es “válido y justificado” entran las ganas de ser más de lo que se puede ser. Me encanta ver a las personas de la tercera edad, en el otoño o invierno de su existencia, derrochando un entusiasmo al llevar a cabo el trayecto de los 10K o 5K que fueron las dos versiones en esta convocatoria.
Dieron las 08:00 a.m. y la efervescencia general de los participantes por la anhelada indicación de salida se evidenciaba con la ansiedad generalizada de una ristra de humanidad en la calle Cinco que veía con deseos fervorosos por iniciar su carrera a quien detentaba la bandera que daría la señal de inicio. Ahí estaba Martín Sifuentes y el doctor Ramiro Rodríguez por parte de los Rotarios. Se indicó la señal de salida para quienes correríamos el trayecto mayor de los 10K. Quienes correrían los 5K salieron posteriormente.
Cuando uno corre, además del esfuerzo físico que se realiza, lo que uno hace es meditar, es decir, vagabundear con el espíritu por los campos de lo indefinido. Sin embargo, en esta ocasión debo decir que fue algo diferente.
Fue en ese momento del frío y húmedo día dominical que inició, para quienes tienen el hábito de correr, una travesía y lucha por sobrevivir a los automovilistas que no tienen la cultura de la otredad. Es decir, el respeto a “los otros”. No pocos automovilistas están dispuestos a entender la excepcionalidad del momento y del evento.
Perdón por la comparación, pero parecería que de los diez perversos mandamientos de Nicolás Maquiavelo, aplican a pie juntillas tres. El 5º. que dice, se miserable. El 6º. que dice, se brutal; y el 9º. que dice, usa la fuerza en vez de la bondad cuando trates con el prójimo. En ese momento en que coinciden los corredores y los automovilistas en cualquier crucero vial, se corre el riesgo de confundir la razón con la fuerza.
Cómo promover con esa gente este tipo de eventos que dan lustre, ennoblecen nuestra ciudad y la ponen al nivel de las mejores ciudades del planeta, que instigan entre sus ciudadanos hábitos que se traducen en salud física y emocional, cuando buena parte de la ciudadanía, en ejercicio de una libertad mal interpretada, víctimas de una mala inteligencia, no aceptan estas actividades.
En alguna ocasión escuché decir a mis tutores en la universidad, que era necesario desarrollar en nosotros una mente amplia y menos dogmática para poder entender mejor a todos aquellos que piensan diferente, o la circunstancia los coloca en una posición antagónica a nosotros.
El correr es un remanso de sosiego para quien lo practica, y en la vida de sosiego, cualquier accidente o estridencia cobra mucho relieve. Me llamó mucho la atención la breve cultura deportiva que hay, en quienes llevan al extremo de no respetar ciertos límites que un evento de estos amerita. La humillación es la divisa favorita del que es sólo fuerte o así se siente, sin tolerancia ni inteligencia.
Pareciera que la cortesía ya no es regla de etiqueta y que la aspiración presumida es la “intelectualidad de neandertal”. La educación es indispensable para la concientización en este tipo de actividades deportivas, como lo son también los desfiles o eventos masivos en los que no estamos involucrados, pero que es deseable saber tolerar.
El tiempo hablará.