Gaceta

 Partidos su realidad latinoamericana

5/11/2017 -En ocasión de las elecciones que tendremos el primer domingo de julio del 2018 y el escenario general, desde luego que todo cuenta y más cuando se trata de armar visualizar el entorno general en el que se dan. Desesperación de muchos políticos para reencontrarse con los ciudadanos, tratar de recuperar su confianza, lograr que vayan a las urnas y que voten por ellos. Bajo esa premisa, hay quienes apuestan más a las personas que a los partidos políticos y, no es fortuito, porque los últimos estudios realizados en los países que practican la democracia, señalan que este tipo de organizaciones no mejoran en nada su condición. Un estudio reciente de la organización Latinobarómetro, que contiene hasta el pasado mes de agosto, indica que la confianza en los partidos políticos se mantiene a la baja desde 1997, cuando tuvo su medición tope en 28 puntos porcentuales. El dato para este 2017, según la medición promedio hacia los partidos políticos es del 15 por ciento de confianza, en un escenario donde México aparece con el nueve por ciento, solo por encima de El Salvador que tiene ocho y Brasil que se quedó en siete por ciento. La nación en la que más confianza se tiene en los partidos políticos, es Uruguay, con el 25 por ciento, tres puntos por debajo del máximo alcanzado en 1997, después es Nicaragua con el 22 por ciento y Ecuador con el 20. Hay que decir que la forma en que los ciudadanos juzgan a los partidos políticos, tiene que ver con el desacuerdo respecto a la forma en que se manejan dentro de la política, situación que indica la necesidad de replantear sus relaciones con los ciudadanos. En el caso de Uruguay, que es donde mejor librados salen los partidos políticos, quizá tenga que ver con la forma en que se hizo el gobierno, dado que, el ex presidente José Alberto Mojica Cordano, hizo de su condición como funcionario un ejemplo a seguir, situación que colocó la confianza hacia los partidos con mejor puntuación. Los países que se encuentra entre el 15 y el 19 por ciento de aprobación para sus partidos políticos, son: Argentina con el 18 por ciento, Honduras con el 16, República Dominicana y Bolivia con el 15. Después, están Chile con el 14 por ciento, Paraguay y Costa Rica con el 12 por ciento, Guatemala y Perú con el 11 y Colombia y Panamá con el 10 por ciento. Cuando la organización Latinobarómetro comenzó a tomar datos de la importancia que los ciudadanos de esta región del mundo dan a los partidos políticos, comenzó con un 20 por ciento en 1996, luego llegó al pico histórico de 28 puntos al año siguiente, pero, de ahí bajó siete puntos en 1998, es decir, quedó en el 21 por ciento, luego, en el año dos mil se situó en el 20 por ciento y tres años después, en 2003, llegó al porcentaje más bajo de los últimos 20 años, el 11 por ciento La tendencia mejoró para el 2004, porque subió de un golpe siete puntos, para situarse en 18 por ciento, ese mismo dato fue para el año siguiente y, para el 2006, la confianza en los partidos políticos aumentó al 22 por ciento y se mantuvo por encima de los 20 puntos hasta el 2015, ya que, para el 2016 bajó a 17 puntos en este año, la medición realizada en agosto, lo que los ciudadanos creen en los partidos es apenas un 15 por ciento. Hablamos del segundo nivel más bajo en los 20 años de datos sobre este fenómeno, si recordamos que, en el 2003, se desplomó al 11 por ciento. En los años 2009 y 2014, se tuvo el nivel más alto de opiniones favorables a los partidos políticos, que fue de 24 puntos, pero, por debajo del nivel más alto alcanzado en 1997 que fue de 28 por ciento. Un promedio de aprobación de 15 por ciento en Latinoamérica y nueve puntos para la credibilidad en los partidos políticos en nuestro país, bosquejan un escenario difícil para las elecciones presidenciales y federales legislativas del 2018, aunque, se tienen dos elementos que pueden hacerlas diferentes, la alternativa que representa el partido propiedad de Andrés López Obrador, el de Movimiento de Regeneración Nacional, en la izquierda nacional y el arrastre que puedan tener los candidatos independientes, que, en este momento andan en la recolecta de firmas para tratar de obtener la autorización del INE y convertirse en candidatos presidenciales a partir de marzo del año venidero. En México, cuando las empresas que se dedican a estudiar la opinión de los ciudadanos llevan a cabo encuestas para saber si los partidos mejoraron en aceptación, la realidad es que salen más raspados, situación que, en automático debería de favorecer a quienes optan por la alternativa que dan las leyes, respecto a la figura de las candidaturas independientes y la realidad es que, la figura aporta los resultados esperados, pese a que se haya ganado la gubernatura de Nuevo León con Jaime Rodríguez Calderón.
También la legisladores federales por esa vía en la Cámara Baja del Congreso de la Unión y que en Tamaulipas existan dos alcaldes, el de Llera Héctor de la Torre Valenzuela y el de Jaumave, José Luis Gallardo Flores. Si en algún momento los dirigentes de los partidos políticos nacionales, pensaron que habría mucha competencia desde las candidaturas independientes, máxime, si tomamos en cuenta que, al estrenarse esa figura el PAN y el PRI perdieron la gubernatura de Nuevo León con una gran diferencia de votos, la realidad es que no dieron para mucho y terminarán por convertirse en un refugio de candidatos frustrados de los propios partidos políticos. Esto último es la tendencia y no creemos que cambie, por tanto, hay que señalar, que, por auténtica, la candidatura independiente de Rodríguez Calderón en el vecino estado, pasará a la historia y de alguna manera la de Maquío Clouthier Carrillo, aunque sus ligas con el PAN no le dan la misma independencia que al mandatario neoleonés, aunque éste entró a la política con el PRI. Lo común será ver que los políticos que no sean tomados en cuenta por los partidos políticos, para las candidaturas a las que aspiran, se lanzarán como independientes, situación que disminuirá el impacto esperado en las Leyes Electorales del país y quizá termine en una alternativa fallida en el esquema de la democracia.