EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

Ramón Durón

4/12/15

EL CLIENTE NO DIJO NADA

El Filósofo de Güémez es un viejo campesino que aprendiendo de las abuelas de mi tierra, que son una escuela en sabiduría, me dedico a vivir la vida a plenitud, porque “Dentro de 20 años podré lamentarme más de las cosas que no hice, que de las que hice”. Así, como dice Mark Twain “Suelto amarras y abandono puerto seguro. Atrapo el viento en mis velas. Sueño. Exploro. Descubro” un mundo espectacular que está hecho especialmente para ti y para mí.
El Filósofo de “allá mesmo” se encontraba en el frente de su casa, bajo un techo de carrizo que le proporcionaba una agradable temperatura, meciéndose en su ajetreado sillón de palma cuando llegó el “Tino”. Inmediatamente el Filósofo se paró y después de los saludos de rigor lo invitó a sentarse.
Cuando el “Tino” tomó asiento en el sillón, en el extremo contrario, el “Poponini” el perro del Filósofo que dormía plácidamente su siesta, lanzó un breve aullido lastimero… ¡Aaaaaauuuuuu! y continúo dormido.
Sorprendido el “Tino” peló los ojos e iniciaron a platicar.
Cada que el “Tino” se mecía en el sillón, el perro volvía a aullar y continuaba su sueño. Intrigado el “Tino” le pregunto al Filósofo: — Filósofo ¿Qué le pasa al perro, Por qué aunque esta dormido aúlla?
— Muy sencillo, si te fijas, el centro del sillón en el que estas sentado, está en una tabla, que corre hasta el extremo en donde él está dormido, y debajo de donde está echado, está un viejo clavo achatado que cada que te bamboleas en la mecedora, le pica al perro sin lastimarlo profundamente.
— ¿Y por qué no se para?
— Porque está en su zona de confort –dijo el Filósofo.
— ¿Zona de confort? –Preguntó el “Tino”
— ¡Sí!, zona de confort, los especialistas le llaman también zona “Vainilla” que es el espacio, la actividad o trabajo, en donde a pesar de que te puedas sentir incómodo, es difícil salir, porque tiene control sobre ti e impide te encuentres con la satisfacción de intentar algo nuevo. Cuando vives en tu zona de confort, cuando permaneces en ella a pesar del dolor, no vas muy lejos.
Los animales, como los seres humanos, buscan de la comodidad, tienen miedo a salir de su zona de confort, para intentar algo nuevo, por eso no van muy lejos, no accesan a mejores condiciones, pero cuando intentan algo nuevo, entienden que la vida comienza fuera de su área de comodidad, entonces se atreven a hacerlo, acceden a mejores condiciones de vida, sacan su máxima capacidad de respuesta e inician la experiencia de la búsqueda con su interior.
Cuando sales de tu zona de confort, subes de nivel energético, busca nuevos caminos, tienes la satisfacción de enfrentar y romper con el miedo, que desequilibra tu armonía con el universo, tu conciencia Divina se expande, se arraiga tu sentido de pertenencia, tu ser holístico –Bio-psico-social-espiritual– se llena de alegría y felicidad.
Cuando permaneces en tu zona de confort, matas tus ideas, cancelas tu evolución espiritual y tu crecimiento físico; pero cuando te das permiso de romper el control, que la zona de comodidad tiene sobre ti, sales del espacio de la zona “vainilla” que atrofia tus poderes, te enfrentas a lo desconocido, sientes la satisfacción de tener una visión creativa, de iniciar un viaje que te lleva a ir mas allá de tus límites.
HOY empodérate de la vida, sal de esa zona de confort que durante años a hecho que nada crezca en ella; es tiempo de aflorar, de que sientas la satisfacción de arriesgarte, de enfrentar el desafío de vivir, con tal entusiasmo, con tal pasión, que atraigas el racimo de oportunidades que el universo tiene para ti.
La zona de confort aburre, es esa rutina en la que tus talentos permanecen dormidos, atrofiados, que evitan tu pasión, cuando entiendes que el cambio es tu divisa, intentas algo nuevo, trabajas en la excelencia, aprendes a caer, pero también a levantarte y volar… porque lo importante en la vida es ir tras tu sueños, atándolos a una estrella, encontrando gracia y alegría en el camino.
Resulta que “el Filósofo de Güémez busca trabajo de vendedor en una gran tienda comercial.
— Bueno, me da la impresión que usted no tiene experiencia como vendedor, antes de contratarlo, le haré unas pruebas, primero lo pondré en el área de ferretería, –dice el gerente.
Al día siguiente, el campesino de Güémez, ha vendido todo, incluidos los mostradores y la caja registradora.
— Se ve que usted más o menos le sabe al asunto de ventas –le dice el encargado.
— Es que cuando trabajo, lo hago con alegría y mucho ánimo.
— Muy bien, ahora lo pasaré al área de sastrería, si me vendes este traje, te contrataré. Nadie había comprado el traje, debido a que la chaqueta era verde, con las mangas amarillas, el pantalón rojo con lunares negros.
Al día siguiente el traje es vendido por el campesino. El gerente extrañado le dice: — ¿Se lo has de haber vendido a un familiar? — ¡No!, a un cliente –dice el Filósofo.
— ¿A un cliente? ¡Ah ‘inga!, y ¿qué dijo el cliente?
— Nada, el cliente no dijo nada, pero su ‘inche perro lazarillo… ¡ME QUERÍA MATAR A MORDIDAS!”.