De política y Cosas Peores

Armando Fuentes Aguirre

7/09/17

Armando Fuentes Armando Fuentes
Pedantino, intelectual urbano, desposó a Silvestra, moza labradora. La noche de las nupcias le preguntó: «Dime: ¿has tenido antes ayuntamiento carnal?». «Nunca» -respondió la zagala. Al terminar el trance ella inquirió a su vez: «¿Cómo se llama esto que acabamos de hacer?». Sonriendo por la inocencia de la joven respondió Pedantino: «Se llama precisamente  ayuntamiento carnal «. «Ah -dijo Silvestra-. Entonces sí lo he tenido». Un intérprete de fagot, instrumento alto y de dimensión considerable, logró por fin que Pirulina, mujer de mucho mundo, aceptara sus solicitaciones amorosas. Fueron a un motel llamado «La circunscripción de Venus» y ahí se dispusieron a realizar el in and out que dijo Anthony Burgess en «A Clockwork Orange». Cuando ella lo vio en cuero de rana que dijo Gabriel Vargas en «La Familia Burrón» declaró con disgusto: «¡Eres un mentiroso! ¡Deberías tocar el pícolo!». (Nota: el pícolo o flautín es un instrumento de reducidas dimensiones). Don Academo, reconocido catedrático, fue invitado por los alumnos de su clase a dar una conferencia sobre sexo. Su esposa Terebinda era mujer muy religiosa. Pertenecía a la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus fieles ser infieles a condición de que no lo hagan el día del Señor). Don Academo, para no escandalizarla, le dijo que la conferencia sería sobre el consumo de mariguana. A los pocos días una estudiante felicitó a doña Terebinda por la conferencia de su esposo. «No sé qué pueda haberles dicho sobre el tema -declaró ella-. Hasta donde sé nada más lo ha intentado una vez, y ni siquiera pudo hacerlo porque sintió náuseas y terminó volviendo el estómago». Don Porfirio Díaz tenía un lema para normar su conducta y la de sus colaboradores: «Poca política y mucha administración». Pues bien: no es arriesgado decir que en lo que resta del sexenio veremos muy poca administración y mucha, muchísima política. La elección presidencial del próximo año hará que el régimen que preside Peña Nieto -o sea el prigobierno- se dedique con todas sus potencias a la tarea de ganar esa contienda y a evitar, con sus potencias todas, que la gane López Obrador. Mucha política tendremos, pues. ¿Administración? Poca o ninguna.Un indio piel roja se presentó en la farmacia del pueblo y le dijo al encargado: «Gran jefe no caca». El farmacéutico preparó una poción laxante y se la entregó. Al día siguiente el indio regresó y volvió a decir: «Gran jefe no caca». El boticario formuló una purga de mayor potencia. Un día después el piel roja se presentó de nueva cuenta en la farmacia: «Gran jefe no caca». El boticario preparó entonces un laxativo poderosísimo capaz de dejar vacío por dentro a un oso, búfalo o alce. Al día siguiente regresó el indio y declaró: «Gran caca, no jefe». El chiste que voy a contar es execrable. Nadie que sea de moral estricta debería leerlo. Una mujer entró a robar manzanas en un huerto. En eso estaba cuando llegó el dueño del lugar con una traílla de feroces perros. «¡Por compasión, señor! -clamó la ladrona-.  ¡Haga conmigo lo que quiera, pero no me eche los perros!». Dijo el hombre con expresión siniestra: «¿Así que puedo hacer contigo lo que quiera?». «¡Lo que quiera -volvió a impetrar la desdichada-, pero no me suelte los perros!». Debo callar lo que entonces sucedió. Diré sólo que el propietario del huerto se cobró el robo en la persona misma de la delincuente. Acabada aquella inmoral cobranza la ratera le propuso al hombre: «¿No le gustaría asegundar, señor? Ahora que estuve de espaldas vi unas peras muy bonitas, y quisiera también llevarme algunas»… FIN.
MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. El mundo se habría evitado muchas calamidades si no hubiera habido otro Marx aparte de Groucho y sus hermanos.  De ese genial -y geniudo- comediante dijo Roger Ebert: «Tuvo el sentido de lo absurdo de Kafka, las estridencias de Stravinski, el surrealismo de Dalí y la capacidad verbal de Gertude Stein».  Dueño y señor de sí mismo (y de los otros); salaz tenorio; eterno buscador de líos; malabarista de dimes y diretes, Groucho Marx hizo de lo racional la irracionalidad más grande y de la lógica el sinsentido mayor. Cada frase suya era un laberinto. En una de sus más célebres escenas le toma el pulso a un hombre al tiempo que mira su reloj, y dictamina luego: «O este hombre está muerto o mi reloj está parado». Cierto día un predicador le dijo: «Quiero agradecerle toda la alegría que ha puesto usted en el mundo». Respondió Groucho: «Es para compensar un poco la tristeza que ustedes han puesto en él». ¡Hasta mañana!…