De política y cosas peores

 «¿De quién son estos calzones?». Eso preguntó, furiosa, doña Macalota . Sucede que en el asiento trasero del coche de su esposo halló una pantaleta femenina, prenda también llamada pampanilla o braga. Conocemos ya a don Chinguetas, el marido de la colérica señora: es hombre casquivano. Pero además también es caradura, o sea cínico. Respondió con toda calma: «Ignoro de quién sean esos calzones. Míos no son». El conductor del programa de preguntas y respuestas se dirigió a la participante: «¿Quién es el autor del drama español Don Juan Tenorio? «. La concursante vaciló. El señor que estaba atrás le sopló: «Zorrilla». «¡Y usté tlacuache, viejo pendejo!» -rebufó airadamente la mujer. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, fue a comprar un perico. Quería uno que dijera maldiciones para con eso escandalizar a don Sinople, su marido, señor grave y circunspecto. El encargado de la tienda de mascotas le informó: «Esta periquita cumple el requisito. Nos acaba de llegar procedente de la región selvática del sur. Es de una especie muy rara. Pone huevos enormes en relación con su tamaño. Los huevos son cuadrados y están llenos de espinas como de chayote». Movida por la curiosidad doña Panoplia compró la periquita. Una semana después regresó con el hombre que se la había vendido. Le reclamó, enojada: «La periquita no ha dicho ni una sola maldición». Le indicó el de la tienda: «Espere a que ponga el primer huevo». En su mensaje navideño, que mucho tuvo de sermón de iglesia, el Presidente López Obrador llamó a los mexicanos a mantenerse unidos. Sucede, sin embargo, que él es el primero que los divide. A unos los llama «fifís» y les aplica términos peyorativos, en tanto que a otros los hace parte del pueblo «sabio y bueno». Insiste en tildar de conservadores a sus adversarios, siendo que él es un conservador que está haciendo retroceder a México a los tiempos del presidencialismo absolutista y el estatismo económico. Propicia la intromisión de las iglesias evangélicas y sus pastores en las cuestiones públicas, eso en un país que a costa de mucha sangre y sacrificios logró instaurar el principio básico de la separación de la Iglesia y el Estado. Si en verdad AMLO desea que los mexicanos estén unidos no los polarice con divisiones maniqueas -quienes están con él son todos buenos; los que critican sus acciones son de la peor ralea todos-, no descalifique a unos mientras da espaldarazos a aquéllos que pertenecen a su círculo cercano, aunque sean restos anacrónicos de un pasado de corrupción económica y política que el mismo Presidente condena una y otra vez para justificar los nulos avances de su administración. Si de veras desea el Presidente que los mexicanos estemos unidos no nos divida; no haga de sus conferencias mañaneras una constante acometida contra éstos o aquéllos, ni autorice a sus funcionarios a «balconear» a gobernantes o funcionarios con los que debe llevar buenas relaciones por el bien del país. Un político eficaz no resta ni divide: suma. Y según los recuerdos que tengo de la escuela es más fácil sumar que restar o dividir. Don Ruguito y su esposa doña Pasita, ancianos con muchos años de casados, charlaban animadamente en la sala de su casa, Le preguntó don Ruguito a su mujer: «¿Dónde te gustará hallarte en este momento?». Respondió con sonrisa beatífica la anciana: «En el Cielo, alabando al Señor con sus ángeles y sus santos. Y a ti ¿dónde te gustaría estar?». Contestó al punto el viejecito: «En un congal, emborrachándome con mis cuates y bailando a toda madre con la viejas». «¡Qué malo eres! -se dolió doña Pasita-. ¡Siempre escoges lo mejor para ti!»… FIN.