El brillante retrato de la ludopatía de Diamantes en bruto

El papel de Adam Sandler en Diamantes en bruto, en la que interpreta a un ludópata, es el motor que consigue brindarnos una película evocadora, frenética y estresante.

Howard Ratner es un hombre que vive una doble vida al límite: por un lado, es un respetable padre de familia que vive en un buen barrio a las afueras de la ciudad y que tiene una joyería con una cartera de clientes de alto poder adquisitivo; por el otro, es un ludópata que mantiene una relación extramatrimonial con una chica veinte años más joven que él con la que se reúne en su pisito de soltero.

El personaje camina por una línea que separa la cordura de la locura total. A medida que avanza el filme, tenemos la sensación de que Howard podría controlarlo todo si dejara de apostar como lo hace.

ADVERTENCIA: En este artículo hablaremos de la naturaleza adictiva del juego. En caso de que alguno de nuestros lectores tenga problemas de ludopatía, le recomendamos que se informe sobre estrategias de juego responsable.

 

La ludopatía en Diamantes en bruto

A pesar de que Howard flota sobre el agua, le gusta coger aire y sumergirse en apuestas arriesgadas que le ayuden a volver a la superficie.

Todas las decisiones que toma dependen de una serie de acontecimientos de difícil resolución, pero, a pesar de ello, decide arriesgarse.

Cuando vemos un ludópata, siempre nos preguntamos qué le debe pasar por la cabeza para tomar las decisiones que toma. La respuesta es fácil y puede resumirse en dos palabras: «¿y si...?». El juego es peligroso porque el jugador piensa: «¿Y si gano?».

Howard asume grandes riesgos que dependen de que se den una serie de acontecimientos, sabiendo que el más mínimo percance podría derivar en una cadena de desastres de consecuencias catastróficas.

Como cabía esperar, las cosas no salen como Howard tenía pensado.

 

¿Cómo se produce la ludopatía?

Antes de caer en la ludopatía, es imposible saber si una persona está predispuesta a sufrirla. La Organización Mundial de la Salud la define como un trastorno, pero ¿cómo se produce?

Todo el mundo puede sentir adicción por el juego, pero en algunos casos esta adicción es mucho más grave. Todo empieza apostando más de lo que se debe, asumiendo riesgos que no se deberían asumir y, poco después, con dependencia mental.

La alegría que se siente al ganar una apuesta suele hacernos pensar erróneamente que es fácil ganar. Y como ocurre con las oraciones, solo nos acordamos de aquellas que parecen ser escuchadas.

Al asociar el sentimiento de euforia y felicidad con las ganancias, intentaremos ganar más apostando más, lo cual no siempre se traduce en mayores probabilidades de acierto.

El resultado es una alteración grave del modo en que el cerebro envía las señales químicas. Todos tenemos esta función reprogramable en el cerebro, pero en algunas personas la predisposición genética o psicológica hace que esta reprogramación sea más profunda.

 

Cómo cambia el cerebro

El cerebro tiene lo que llamamos un sistema de recompensas que está conectado con la motivación y el placer. Las experiencias gratificantes (como el sexo, los halagos, acabar un trabajo o ganar una apuesta) hacen que el cerebro envíe señales químicas a través de los neurotransmisores.

La dopamina es el principal neurotransmisor del sistema de recompensas. Cada vez que hacemos algo gratificante, liberamos dopamina y nos sentimos eufóricos.

En la película, Howard siente una gran confianza en sus posibilidades. No parece un hombre preocupado por todo lo que ha apostado, sino que se adivinan en él las ansias de ganar. Es todo lo que hace por ganar lo que convierte su actitud en temeraria y peligrosa.

Las drogas disparan los niveles de dopamina hasta diez veces por encima de lo normal. El juego consigue el mismo efecto.

 

Predisposición y genética

Hay personas que no perciben como atractivas ciertas actividades que la mayoría de la gente siente como estimulantes. Ello se debe a que tienen un sistema de recompensas cerebral hipoactivo o una menor activación de la corteza prefrontal.

En la película, Howard parece tener la necesidad inherente de realizar apuestas de gran importe o de mucho riesgo a pesar de no tener ningún tipo de problema económico. Para él, más que el dinero, lo emocionante es vivir sobre el alambre.

Como ocurre con cualquier otro tipo de adicción, el jugador aumenta los niveles de tolerancia y asume más riesgos: cuanto mayor es el riesgo, mayores son los niveles de euforia.

El jugador acaba tomando decisiones que una persona normal o un jugador disciplinado ni se plantearían. Todo se debe a un proceso de repetición: con cada apuesta se aumenta progresivamente el riesgo.

 

Entretenimiento garantizado

Los hermanos Safdie, directores del filme, hacen todo lo posible por transmitir el estrés y la ansiedad del personaje a los espectadores. La película no solo nos mantiene en vilo, sino que nos atrapa por completo, hasta el punto de que algunas personas han manifestado sentirse al límite viéndola.

En nuestra opinión, se trata de una película totalmente recomendable para entender qué se siente al llevar la vida de riesgo de un ludópata que no sabe dónde está el límite.

Si tienes problemas de ludopatía, busca ayuda. Siempre estás a tiempo de evitar los graves problemas que la ludopatía puede causarte tanto a ti como a tus seres queridos. En tu mano está la posibilidad de tomar un camino diferente al elegido por Howard Ratner.