El agente de la Border Patrol Héctor Hernández llevó repetidamente a traficantes de personas –la mayoría, mexicanos– a un recorrido por la línea divisoria entre ambos países, mostrándoles los mejores lugares para introducir migrantes.
Hernández además proporcionó información sobre la ubicación de dispositivos de monitoreo y cámaras, datos que sólo gente como él conocía después de tantos años al interior de la agencia que se supone cuida la seguridad fronteriza de esa nación.
Este servidor público se alquilaba a precio módico: sólo cinco mil dólares (unos 100 mil pesos) por tour e ingreso.
Casos como el de Hernández evidencian que incluso agentes de inmigración han sido cómplices de traficantes de personas –coyotes– y de drogas –narcos–; además de que la corrupción ha permeado hasta muy altos niveles gubernamentales de ese país.
“Conspiró con los mismos criminales que estaba encargado de investigar. Proporcionó a los traficantes información que expuso la frontera y nuestro país a posibles amenazas”, reconocieron fiscales estadunidenses en un juicio que se llevó a cabo el año pasado.
El agente Hernández les dijo a una organización de tráfico de personas que el mejor lugar para coyotear gente era en la puerta Britannia, un punto en medio de la nada entre las dos garitas internacionales que hay en Tijuana.
La explicación del agente fue que en esa zona no había cámaras, por lo que podría abrir una puerta restringida para que los migrantes ingresaran como agentes fronterizos, con el mismo nivel de seguridad que otorgan las puertas oficiales.
Agencias