San José. – Sin rumbo definido, protegida por su equipo de seguridad y temerosa de ser encarcelada, la peruana Dina Boluarte salió con urgencia de su casa en la mañana del 7 de diciembre de 2022 y recorrió Lima a bordo de un automóvil oficial luego de que su todavía jefe, el presidente de Perú, Pedro Castillo, intentó sin éxito en esa jornada matutina perpetrar un golpe de Estado.
Al cumplir hoy 45 días como mandataria, y con un futuro político que, a corto plazo, se vislumbra cada vez más incierto, Boluarte parece… seguir sin rumbo, en un escenario sacudido por una mortal (unos 60 decesos) y sangrienta oleada de violencia, marchas, bloqueos y protestas callejeras en apoyo al ahora ex gobernante para exigir que la mandataria dimita y que las elecciones de presidente, vicepresidente y legisladores sean adelantadas de 2024 a 2023.
“No se puede gobernar”, afirmó el criminólogo, politólogo, sociólogo y teólogo peruano José Luis Pérez, profesor de la (no estatal) Universidad del Pacífico, de Lima.
“Lamentablemente es lo que tenemos. Y debemos mantenerla (a Boluarte), porque si no sería peor”, dijo Pérez.
De 60 años, abogada, casada, con dos hijos y ministra de Desarrollo e Inclusión Social con Castillo, la ex vicepresidenta y ahora presidenta tiene una carrera política de apenas cinco años. En 2018 perdió como candidata a una alcaldía capitalina y en 2020 fracasó en obtener una curul en el Congreso, pero ganó su aspiración a la vicepresidencia con Castillo.
Como vicepresidenta, Boluarte dedujo aquella mañana de hace 45 días que Castillo la arrestaría por rechazar la fallida maniobra de pretender disolver el Congreso y otras instituciones y gobernar de facto.
Panorama, programa televisivo peruano que reconstruyó aquellas horas matutinas y vespertinas, detalló que en la tarde del 7 y después de deambular en la capital peruana con una maleta repleta con la ropa que pudo recoger de prisa en su casa, Boluarte llegó al Congreso.
Todavía incrédula y confundida, se enteró de que el Congreso destituyó al hombre que era su superior desde julio de 2021 y que fue elegido para gobernar por 60 meses y solo estuvo 16. En una cascada de emociones internas, se aprestó a ser juramentada para convertirse en la primera presidenta de Perú y ejercer inicialmente por los siguientes 44 meses o hasta julio de 2026.
Tras la caída de Castillo y su inmediato encarcelamiento por medio centenar de casos de presunta corrupción, Perú cayó en la crisis de violencia que afectó la gobernabilidad.
“La presidenta Boluarte ha devenido en un personaje tan limitado, mediocre y sin lectura política de los acontecimientos como lo fue Castillo”, aseguró el analista político, columnista y periodista peruano César Campos.
“Ella no parece entender ni comprender el momento de transición que le ha tocado vivir como destino político. No sabe cómo estar un paso adelante de los acontecimientos. Se ha limitado a dar mensajes al país a través del canal (televisivo) del Estado en los que hace invocaciones telúricas (sobre la Tierra), emotivas”, adujo Campos a este diario.
“El Estado peruano ya no es capaz de administrar y de procurar la solución de nuestros enormes conflictos. Todo el sistema representativo cayó en desgracia ante la mayoría del pueblo peruano, lo cual no significa que esa mayoría sea violenta ni esté protestando en las calles”, agregó.
Tras subrayar que el gobierno “carece de una lectura política integral de lo que actualmente acontece en Perú”, explicó que “no sabe ganar la calle, la calle la ha perdido y la calle es la que dilucida hoy por hoy el futuro inmediato de Perú”.
En diciembre anterior, el Congreso adelantó los comicios de 2025 a abril de 2024 y recortó el periodo de Boluarte a 19 meses para que lo concluya en julio de 2024 en vez de julio de 2026. Los congresistas actuales también cesarían en julio de 2024.
Pero la conmoción peruana se agudizó este mes y amenazó con acelerar un nuevo cisma en el Poder Ejecutivo e impactar al aparato institucional, en especial al Legislativo.
Sin tiempo para diseñar un plan de gobierno ni un trabajo a mediano o largo plazo, Boluarte parece concentrada solo en la tarea diaria de apagar incendios políticos. Los ministerios y demás dependencias funcionan casi por inercia.
El escenario peruano exhibió un generalizado paisaje institucional que está a la deriva o sin rumbo claro.
La situación “está controlada”, aunque las protestas “quieren quebrar el Estado de derecho” para “generar caos y desorden” y así “tomar el poder”, alegó Boluarte anteanoche en un mensaje al país.
“El gobierno de Boluarte es de transición en un contexto muy difícil”, describió a este periódico el abogado peruano Francisco Belaúnde, profesor de Derecho Internacional Público en la (no estatal) Universidad de Lima.
Al advertir que Boluarte necesita que el Congreso “no demore” adelantar los comicios por segunda vez, alertó que “su objetivo principal es mantenerse hasta que se inicie la campaña electoral. Si lo logra será un gran triunfo”.
Agencias