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Roscas, un legado de reyes


Cada seis de enero, llega triunfal a la mesa una esponjosa festividad con sabor a mantequilla y aroma de naranja. Se trata de la rosca de reyes, que al unirse al ritual y tomar el cuchillo por el mango, va implícita la posible responsabilidad de invitar los tamales el 2 de febrero, día en el que según la religión católica, sucedió la presentación de Jesús al Templo.
La tradición en México se remonta a 400 años atrás, después de llegar de España, poco después de instaurarse el Virreinato; relata el “Pan Nuestro de Cada Día”, título auspiciado por la Cámara Nacional de la Industria Panificadora y Similares de México.

Sin embargo, la Península Ibérica heredó a su vez la tradición que Francia hornea desde la Baja Edad Media; relata Elías González, historiador tapatío con 32 años de experiencia en el magisterio.
“El origen se remonta al siglo 14, en Francia, con el galette de rois (pastel del reyes); receta a base de hojaldre, relleno de crema de almendras, que ocultaba un haba y carecía del familiar hueco central.

“El rito consistía en una reunión familiar, donde se invitaba a un indigente a partir primero, y si en alguna de las fracciones salía el haba, la persona tenía el derecho de convertirse en el rey o reina por ese día. Era una festividad, se comía muy bien ese día y jugaban a ser de la realeza”, describe.

En manos de mercaderes, la receta viajó de Francia a España, donde el hojaldre, con su base de mantequilla, agua y harina, dio paso al roscón de reyes, un bizcocho suave, enriquecido con leche, huevo y levadura, detalla el panadero Rafael Murillo.

“En España se transformó y tomó la forma redonda, integrando además las frutas confitadas, que simulan joyas de la corona, donde principalmente hay higos pero también ponían naranja, y espolvoreaban azúcar, no se acostumbraba la costra similar a las de conchas que como nosotros conocemos”, puntualiza el capitalino, residente en la Ciudad.

Por su parte, González añade que fue entonces cuando el haba fue sustituida por una representación del Niño Dios en porcelana, y cobró un sentido más espiritual.
“Encontrar al muñequito sólo era símbolo de fortuna, no había más festividad, pero sí se acostumbraba hacer oraciones y recordar el ocultamiento del Niño Dios, e incluso partir con cuchillo, es la forma de recordar la espada con que los soldados asesinaban a los menores de dos años, por órdenes de Herodes”.

Incluir ates de sabores fue el aporte de México a la esponjosa tradición, que cobró relevancia en el siglo 18, entre las familias pudientes de lo que hoy son los estados de Querétaro, México, Puebla, Hidalgo y Tlaxcala, señala el especialista.

Finalmente, la publicación del grupo de panaderos, detalla que un siglo más tarde surgió la costumbre de apadrinar, con la Rifa de los Compadres, con la que se tomaban los sombreros de dos jóvenes asistentes, en uno se ponían los nombres de todas las mujeres solteras asistentes, y en el otro, el de los hombres. Después se procedía a ir sacando un papelito de cada uno de los sombreros, alternadamente, de modo que se formaran parejas.