De política y cosas peores

Plaza de almas.

Si alguien me hubiera dicho que lo que voy a narrar aquí sucedió realmente yo habría exclamado a la manera de los muchachos de hoy: «¡No manches!». Y sin embargo sucedió. Ya se ha dicho que la realidad es la mejor novelista. Gente como Tolstoi, Dostoievski, Dickens, Flaubert o Balzac no hicieron más que poner un espejo ante ella, y de eso resultaron sus novelas. Vayamos a la realidad, a ver que nos inventa. Imaginen ustedes a un hombre de negocios de la localidad. Su secretaria ha trabajado para él desde el principio de la empresa. La mujer no se ha casado; vive sólo para su trabajo. El hombre de negocios tiene esposa. Un día conoce por casualidad a una señora joven, casada como él. Ella acepta sus atenciones, y pronto entran en relación de amantes. Él se apasiona con el amor de la mujer. Le compra casa, y en ella se ven dos veces por semana, siempre los mismos días -martes y viernes, de 7 a 9 de la noche. Lo que no sabe el hombre de negocios es que la joven señora, a más de tener marido, tiene también otro amante que ocupó la plaza antes que él. Es un muchacho de condición modesta, pero guapo. La verdad es que ella se avino a ser la querida de aquel rico señor porque el amante joven y guapo la convenció de que lo hiciera: le sacaría dinero al empresario, chantajeándolo, y así podrían ellos hacer planes para el futuro. La casa que el rico empresario le regaló a su amiga, ella la hizo escriturar a nombre del muchacho, pues temía que su esposo se enterara de que era dueña de una casa. ¿Cómo explicar el modo en que la adquirió? Un día la esposa del hombre de negocios se enteró, por un anónimo, del adulterio de su marido. De inmediato le pidió el divorcio, y él tuvo que acceder a la separación, aunque amaba a su mujer y adoraba a sus hijos. Desesperado, incapaz de resistir la soledad, el hombre le pidió a su amante que dejara a su esposo y se casara con él. Ella se negó. ¿Por qué iba hacer tal cosa? Era feliz con su marido y con sus hijos. No sólo no se casaría con él: en ese momento daba por terminada la relación, pues ya veía que las cosas estaban tomando un rumbo peligroso para ella. Ésa no fue la única relación que terminó. Cuando la mujer fue a la casa que su ex amante le había regalado, su otro amante, el muchacho guapo, ya no la dejó entrar. Se había enamorado de una chica, le dijo en la puerta, y pronto se iban a casar. Vivirían en la casa que antes era de ella, y que ahora le pertenecía él, pues estaba a su nombre. Bien lo decía la escritura. ¿Tenía algo que objetar, o prefería que su marido no se enterara de la aventura que había tenido con un joven amante? Ella se fue llorando, rabiosa y despechada. Recibió la misma dosis que había administrado al hombre de negocios. Y no termina aquí la historia. Antes bien continúa. El hombre de negocios pensó entonces que lo mejor que podía hacer era casarse con su secretaria. Siempre había sabido que estaba enamorada de él. Le propuso, pues, matrimonio, y ella aceptó al punto la proposición, emocionada. Meses después se casaron. Aquí tampoco termina la historia. Falta el capítulo final. En un discreto parque, una noche, ya tarde, se encuentran el muchacho que se quedó con la casa y la mujer que fue secretaria del hombre de negocios, y que desde hace un mes es ya su esposa. Se abrazan los dos, y él le dice a ella en voz muy baja: «Misión cumplida, mamá». Esto que he relatado es verdadero. Podría servir de argumento para una serie, pero a pesar de eso es rigurosamente cierto. En todas partes suceden muchas cosas que podrían servir de argumento para una serie, pero que a pesar de eso son rigurosamente ciertas. FIN.