De política y cosas peores

El doctor Duerf llegó a su domicilio cuando no se le esperaba y sorprendió a su esposa entrepernada con un sujeto en el cual creyó reconocer al mecánico que daba servicio al automóvil de la señora. (Al parecer le daba también servicio a ella). Procurando no dar a ver su trauma el célebre analista le preguntó a su cónyuge: «¿Qué significa esto, Sau?». «Tú dínoslo -replicó la mujer-. Ni él ni yo somos psiquiatras». Babalucas coincidió en el elevador del hospital con una joven señora que llevaba en brazos a un bebé. «Hermoso niño -le dijo-. ¿Qué edad tiene?». «Nació ayer -respondió la madre-. Tiene un día de nacido». «Qué interesante -observó Babalucas-. ¿Es su hijo menor?». Doña Choleta comentó en la merienda de los jueves: «Mi marido es mesero». Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, enarcó las cejas, pero se las arregló para decir: «Noble oficio ése, aunque plagado de personas con problemas auditivos, pues nunca oyen cuando se les llama. ¿En qué restorán trabaja su señor marido?». «No -aclaró doña Choleta-. Es mesero porque me hace el amor sólo una vez al mes». Al paso que vamos dentro de poco habrá en México más partidos políticos que Oxxos. He perdido ya la cuenta de los que hay, y otros se disponen a salir a escena. Muchos partidos tenemos, tantos que han agotado ya los colores del espectro de Newton para identificarse. Las naciones civilizadas tienen pocos. Estados Unidos, país al que Trump le quitó lo civilizado, tiene sólo dos, y con ellos se las han arreglado lindamente desde hace muchos años. Aquí hay demasiados partidos, y muy caros. Algunos son negocio de familia -como el que está por obtener ya su registro-, y otros son propiedad de una sola persona, como el que ahora se halla en el poder. Ciertamente este último no tiene oposición al frente, pues el aplastante triunfo de López Obrador dejó aplastados a los demás partidos, especialmente al PRI y al PAN, que ahora ni sombra son de lo que fueron antes. Si a los partidos existentes se añaden otros se diluirá aún más el voto de los ciudadanos, y eso dará a Morena mayor fuerza. En el caso de México más partidos no significan más democracia, antes bien pueden significar menos democracia. A AMLO le conviene que haya más partidos, por aquello del divide y vencerás. En la hora actual a México eso no le conviene. Preguntó Afrodisio Pitongo, hombre salaz e irresponsable: «¿Los infantes gozan la infancia en la misma medida en que los adultos gozamos el adulterio?». Lo diré lisa y llanamente: Inepcio no conocía el arte del amor. Lo hacía torpemente, sin preludiarlo con las palabras dulces y hábiles caricias -foreplay, se dice en lengua inglesa- que deben anteceder al acto a fin de darle sentido y plenitud. Sucedió que Inepcio fue con Pirulina, muchacha sabidora, al popular Motel Kamawa, y en la habitación 210 efectuó con ella el consabido rito natural. Luego llevó a la chica a su casa. En la puerta le dijo Pirulina: «Gracias, Inepcio, por las dos veces que me hiciste el amor». Él se desconcertó: «Fue solamente una». «No -lo corrigió la muchacha-. Fueron dos: la primera y la última». Astatrasio Garrajara es el borrachín del pueblo. Alguien le preguntó: «¿Por qué nunca te casaste?». Respondió el temulento: «Tuve una novia, pero cuando andaba borracho ella no quería casarse conmigo, y cuando andaba sobrio yo no quería casarme con ella». Don Chinguetas fue al aeropuerto a despedir a su esposa. Al separarse de ella exclamó sin poder contenerse: «¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer?». Una señora que lo oyó le dijo emocionada y condolida: «¿Tanta falta le hace su esposa?». «No -aclaró don Chinguetas-. ¿Qué voy a hacer hoy en la noche?». FIN.