De política y cosas peores

«En mi juventud fui un tenorio incurable». Eso les contó el señor a sus nietos. «¿Y luego, abuelo?» -preguntó uno. Respondió: «Luego ya no lo fui». «¿Por qué?» -se interesó otro. Contestó el abuelo: «Porque llegó la penicilina». Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, iba a ofrecer una cena de gala en su mansión. Quiso servir pato salvaje horneado, y pidió a un restorán de lujo que se lo prepararan. Cuando vio el que le presentaron reclamó con enojo: «A este pato le falta una pata». «Así es, señora -reconoció el chef-. ¿Por qué cree usted que se volvió salvaje?». Don Cornulio acudió ante el juez de lo familiar. Le dijo: «Quiero divorciarme de mi esposa». «¿Por qué?» -inquirió el juzgador. Adujo el demandante: «Canta en la ducha». Replicó el juez: «Muchas mujeres cantan en la ducha». «Es cierto -admitió don Cornulio-. Pero ella canta con mariachi». «Yo no fui, fue Teté, pégale, pégale que ella fue.». El estribillo vuelve a sonar en la memoria como eco de antiguos juegos infantiles. La cantinela podría servir ahora para describir la política del régimen actual, que sistemáticamente culpa a otros de sus propias fallas. Desde que existen las excusas se acabaron los culpables. Lejos de mí la temeraria idea de arrojar la culpa de todo lo malo que sucede en México a quienes ahora lo gobiernan. Eso, a más de irracional, sería injusto y poco o nada objetivo. Si no abrazos, tampoco palazos. Pero ya es muy marcada la tendencia de los actuales dueños del poder a atribuir a alguien más los efectos de sus acciones u omisiones. La economía anda mal por los errores y corrupciones del neoliberalismo. La inseguridad se debe a la guerra contra el narco desatada por Felipe Calderón. La desorganización administrativa es resultado del cochinero que nos dejaron. Y así. Ahora los responsables de la seguridad denuncian a los gobernadores que no asisten a las juntas organizadas por el Presidente. La exhibición que se ha hecho de tales mandatarios, lejos de contribuir un ápice al combate contra los criminales, encona más las tensas relaciones del gobierno federal con los estados que no tienen gobierno morenista, ya de por sí molestos por los drásticos recortes a sus presupuestos que ha hecho la administración central. Si el propósito de «balconear» a esos gobernantes fue quitar a AMLO y a Durazo los reflectores por el notorio aumento de la criminalidad, esa táctica falló absolutamente, pues la respuesta de los gobernadores señalados, en especial de los panistas, ha sido contundente: de nada han servido las reuniones diarias, rutinarias, protocolarias e innecesarias que sostienen en horas de la madrugada el Presidente y el secretario de Seguridad con las autoridades y funcionarios que tienen que ver con el combate a la delincuencia. Ésta ha crecido en manera rampante y evidente. La polarización entre los encargados de combatirla no ayuda nada, antes bien es evidencia de que el crimen está organizado y el gobierno desorganizado. Seguiremos, pues, viviendo en la inseguridad mientras los responsables de proteger a la ciudadanía repiten una y otra vez aquello de «Yo no fui, fue Teté». En España el verbo «joder» es equivalente al «coger» que en México usamos. Ambos términos designan el acto de hacer el amor. Los departamentos de aquel edificio en Madrid estaban marcados según el piso: Bajo A; Alto B, etcétera. Llegó un repartidor de pizzas y llamó a una puerta. Abrió el ocupante del departamento, y el repartidor le preguntó: «¿La señora Clodovea?». Le indicó el hombre: «Bajo D». Dijo el repartidor, preocupado: «Ojalá se apresure, porque tengo que entregarle esta pizza antes de 29 minutos». FIN.