De política y cosas peores

Don Terebinto, empleado de oficina, se sintió mal a media mañana y se fue a su casa. Lo que vio al entrar en la recámara lo dejó atónito y suspenso. He aquí que su jefe, don Algón, se estaba refocilando carnalmente con su esposa. (Con la de don Terebinto, digo, no con la de don Algón). Antes de que el mitrado pudiera pronunciar palabra le dijo su jefe: «Qué bueno que llega usted, Terebinto. Precisamente iba a buscarlo para decirle que está vacante el cargo de subgerente de la empresa, y que ofreceré ese puesto a un empleado que sea tolerante, comprensivo, conciliador y que sepa conservar la calma en situaciones difíciles». En la fiesta comentó uno de los invitados: «Ford hizo una enorme fortuna con sus automóviles». Añadió Babalucas: «Y su hermano Roque con sus quesos». Don Chinguetas estaba bien dormido, pero lucía en el rostro una gran sonrisa. Doña Macalota pensó que su marido estaría soñando con alguna mujer, y de inmediato lo sacudió para despertarlo. Le preguntó, amoscada: «¿Qué estabas soñando, infame?». Contestó don Chinguetas, feliz: «Soñé que había inventado el sexo y que todos los habitantes del planeta debían pagarme regalías». La señorita Peripalda, catequista, quiso dar amenidad a su clase de catecismo. Para ese efecto les puso a los niños una adivinanza. «¿Qué animalito es uno que tiene grandes dientes, cola esponjada y guarda nueces para el invierno?». Pepito levantó la mano: «Parece que es la ardilla, pero seguramente la respuesta correcta es: Nuestro Señor Jesucristo «. A diferencia de numerosos diputados y senadores de Morena, lo que hizo López Obrador tiene muchas lecturas. Me refiero a su determinación -que me pareció acertada- de reconocer como personas ilustres a Valentín Campa y Arnoldo Martínez Verdugo. Ambos profesaron las doctrinas del comunismo en el tiempo en que ser comunista en México era más un apostolado que una ideología. Los dos sufrieron persecución, pero se mantuvieron fieles a sus ideales y lucharon siempre por una sociedad más justa. Merecen el homenaje que ahora se les rinde. Diversas interpretaciones tendrá seguramente la decisión de AMLO. Algunos pensarán que el Presidente busca congraciarse con la izquierda, tanto nacional como de América Latina, que lo ve muy obsecuente con los Estados Unidos y muy amigado, y aun sumiso, con el presidente Trump. Sea cual fuere el fondo de este asunto lo cierto es que tanto Martínez Verdugo como Campa son acreedores de ese reconocimiento, y con ellos todos los hombres y mujeres que desde la izquierda han procurado hacer de México un país mejor. El cuento que hace bajar hoy el telón de esta columnejilla es de indecible clasificación. Pasó por él los ojos doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y le sobrevino un accidente de pitanga que en pocos días la dejó en los huesos. Es fecha que la ilustre dama no puede alejarse más de cinco pasos del toilet, para usar la palabra que ella usa. Las personas con economía moral deben abstenerse de leer el relato que ahora sigue. Pancho el Mexicano fue a París y contrató a un guía de turistas para que le enseñara la ciudad. El individuo lo llevó a la Plaza de la Concordia y le mostró uno de los dos obeliscos de Luxor que están ahí. Le dijo por burla, con seriedad fingida: «Este monumento está dedicado a mi padre. Tiene la medida exacta de su atributo varonil». (Nota. El obelisco mide 23 metros de altura). Pancho sacó una libreta y una pluma. Le preguntó, divertido, el chocarrero tipo: «¿Va usted a anotar el dato?». «No, cabrón -replicó Pancho-. Voy a calcular las dimensiones de tu mamacita». FIN.