De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.-«¡Eres la mejor esposa que jamás soñé en tener!». Eso exclamó aquel hombre en el momento del amor. Añadió luego: «¡Y no importa lo que piense tu marido!». El doctor Ken Hosanna revisó los análisis de su paciente y a continuación le dijo: «Lo felicito, don Etilano. Todavía tiene usted un poco de sangre en su torrente alcohólico». Don Poseidón, labriego acomodado, hizo con su esposa la peregrinación al santuario del Señor del Caminito, pues doña Holofernes -así se llama la señora- había prometido una manda a la venerada imagen. Al salir del templo doña Holofernes observó que todos los peregrinos la miraban y se reían. Bien pronto supo la razón de aquello: con el elástico de los calzones se había cogido la orla de la enagua, de modo que llevaba a la vista de todo el mundo el anchuroso nalgatorio. Comentó marido: «Así has venido desde que salimos de la casa». «¡¿Y por qué no me lo dijiste?!» -se indignó doña Holofernes. Explicó don Poseidón: «Pensé que en eso consistía la manda». Un buen bebedor dijo: «Con las copas de tequila sucede lo que con el busto femenino: una es muy poco y tres son demasiadas». La Comisión Nacional de los Derechos Humanos se creó para que fuera una piedra en el zapato del gobierno. Ahora será una Piedra en las manos de López Obrador. Dos faltas parecen concurrir en la persona de quien en modo muy polémico llega a la presidencia de esa institución: la carencia de antecedentes personales que garanticen aptitud para desempeñar el cargo y la evidente relación de dependencia que esa persona guarda con el Presidente de la República. Eso anula toda posibilidad de que la dicha Comisión pueda cumplir cabalmente su tarea de proteger a los ciudadanos frente a eventuales abusos del poder público. Estamos en presencia de un paso más de López Obrador para hacerse del control de todas las instituciones que pudieran oponerse a sus designios. Cada vez en mayor medida muestra AMLO su voluntad absolutista. A eso se añade una circunstancia agravante: la del PRI fue casi siempre una dictadura benévola. El nuevo régimen, en cambio, presenta signos de malevolencia hacia sus críticos y hacia todo aquel que resista en cualquier forma los propósitos personalistas del Jefe del Estado. Todos ésos son signos ominosos. La ciudadanía consciente debe estar alerta y protestar a tiempo ante cualquier indicio de absolutismo caudillista. Los regímenes dictatoriales son como la humedad en las paredes: avanzan lentamente, y cuando se les quiere poner freno ya es demasiado tarde. Mirémonos en el espejo de otras naciones latinoamericanas y no permitamos que se atente contra los valores de libertad y democracia que con tanto trabajo y tantos sacrificios logró conseguir México. En la fiesta de bodas anunció el maestro de ceremonias: «¡Pongámonos en pie, señoras y señores, y aplaudamos! ¡Ahí viene la feliz pareja! ¡La novia y su mamá!». Sir Galahad y su escudero entraron en la cueva del dragón y se llevaron una sorpresa muy desagradable: el monstruo estaba follando con la princesa Guinivére, que daba señales muy visibles de estar disfrutando grandemente la ocasión. El escudero se volvió hacia su señor, el cual veía desolado aquella escena, y le dijo con cara de circunstancias: «Reconozcámoslo, sir Galahad. Hemos llegado demasiado tarde». En la luna de miel la insaciable novia le pidió a su exhausto maridito una nueva demostración de afecto. «Pero, mi vida -respondió con voz feble el exánime galán-, apenas llevamos un día de casados y ya te hecho el amor una docena de veces. ¡Con ésta serían 13!». Replicó la desposada: «¿Y acaso eres supersticioso?». FIN.