De política y cosas peores

 «¿Qué es esto?». Tal pregunta, por demás ociosa, les hizo don Cornulio a su mujer y al querindongo de ésta cuando los sorprendió yogando en la mismísima cama del matrimonio. Sin alterar el compás de su in and out -tres por cuatro, valseadito- la señora se dirigió al follador: «Te lo dije: no sabe nada». El padre Arsilio necesitaba dinero para las obras de su iglesia. La mies de Nuestro Señor no puede ser cultivada sin un arado de metal. Pensó pedir ayuda a don Pecunio, el ricachón del pueblo, hombre acaudalado a pesar de su enciclopédica ignorancia. Supo de buena fuente, sin embargo, que el señor iba a hacer un fuerte donativo a la universidad estatal. Se presentó ante él, y tras decirle que estaba enterado de su propósito le preguntó, severo: «¿Sabe usted que en esa universidad los alumnos y las alumnas se matriculan juntos?». «N-no lo sabía» -farfulló, confuso, el payo. «¿Y sabe -prosiguió con gravedad el sacerdote- que las autoridades escolares permiten que los jóvenes y las jovencitas hagan picnics?». Contestó don Pecunio, azorado: «Tampoco estaba enterado de eso». «¿Y sabe -lo acució el padre Arsilio- que los profesores les piden a las estudiantes el currículo?». «¡Eso es intolerable! -estalló don Pecunio-. ¿Cómo es posible que en una institución educativa se cometan semejantes inmoralidades? En este mismo momento doy por anulado el donativo que ofrecí a esa casa de pecado. Cuente usted con el dinero, padre Arsilio». Linda palabra, aunque en desuso como tantas otras palabras lindas, es «galimatías». El término alude al lenguaje oscurecido por la impropiedad de los conceptos o por lo enredado de las ideas. Pues bien: todo un galimatías resultó ser la explicación que la señora secretaria de Gobernación intentó dar para aclarar su dicho en el sentido de que «pervivirá» la indigna y sospechosa determinación del Congreso local de Baja California mediante la cual el tal Bonilla extendió por sus pistolas -es un eufemismo- la duración de su gobierno a cinco años, cuando fue electo por solamente dos. Leamos partes de esa explicación que no explicó nada: «Estábamos en un esgrima jurídico (sic)… Una cosa es legal y otra cosa es constitucional (sic 2). Entonces es legal, sí, porque la norma es vigente (sic 3). Di solamente una opinión jurídica que era legal porque estaba la norma vigente (sic 4) y estaba yo viendo los diferentes escenarios de la legitimidad o de la legitimación de quién podría o no promover la norma (sic 5)». Díganme mis cuatro lectores si eso no es un reverendo galimatías. Impropiedad en los conceptos y enredo en las ideas. La señora secretaria, que aportó al régimen su prestigio y su respetabilidad, ha entrado en un tobogán de claudicaciones del cual no puede ya salir. Lo peor es que el tiempo de renunciar ya se le pasó. Y no es únicamente ella la que se encuentra en ese caso. Don Algón le comentó a su socio: «Invité a Rosibel, mi secretaria, a pasar un fin de semana en un hotel de playa. Y ¿sabes lo que me dijo?». Respondió el socio: «No». Preguntó don Algón, admirado: «¿Cómo supiste?». Babalucas pidió una hamburguesa en la cafetería. Inquirió el mesero: «¿Le traigo catsup?». «No -rechazó el tontiloco-. El médico me prohibió que coma carnes rojas». Un tipo le contó a otro: «Mi abuelo de 80 años se casó con una muchacha de 20. La noche de bodas fueron necesarios cuatro de sus nietos para subirlo al lecho nupcial. Y al día siguiente se necesitaron ocho para sacarlo de él». Los guerreros mayas les informaron a los sacerdotes: «Hicimos una votación, y decidimos por unanimidad conservar a las doncellas y echarlos a ustedes al cenote». FIN.