De política y cosas peores

«Es una llamada obscena». Solicia Sinpiotier, madura célibe, contestó el teléfono de su amiga Himenia Camafría, soltera añosa igual que ella, y palideció al escuchar jadeos de hombre, acezos lujuriosos y palabras de contenido sexual pronunciadas con voz ronca. Azorada, Solicia le dijo nuevamente a su amiga, que andaba atareada en la cocina: «¡Es un sujeto haciendo una llamada obscena!». Le pidió desde allá la señorita Himenia: «Dile que por favor deje su número, que luego lo llamo». La dependienta de comercio llegó a su casa por la noche después de una dura jornada de trabajo y fue recibida por su esposo en manera que no dejaba lugar a dudas: el señor quería ir a la cama con su mujer, aunque no a platicar, ni a ver la tele, ni a dormir. «Discúlpame esta noche, amor -le rogó la fatigada señora al ardiente galán-. Estuve de pie todo el día». Replicó él, conciso: «No lo vamos a hacer de pie». Simpliciano, joven varón sin mundanidad alguna, fue a pasear al campo con Pirulina, muchacha sabidora. El tímido muchacho llevaba consigo, a más de dos sándwiches de jamón con queso y dos refrescos de naranja al tiempo, ciertas ocultas intenciones que no se animaba a descubrir a su pareja. En eso vieron a un toro que, subido sobre la vaca, cumplía el rito eterno dispuesto por la naturaleza para perpetuar la vida. En tal escena vio Simpliciano una ocasión propicia para dar a conocer su anhelo. Exclamó con voz ensoñadora: «¡Cómo me gustaría hacer lo mismo!». Pirulina le contestó: «Espera al menos a que acabe el toro». En su evocador y ameno libro «Santiago, mi pueblo», don José Antonio Vallarta recogió algunas de las famosas ocurrencias del padre Demetrio Sordia, párroco que fue de un bello lugar de Nayarit: Santiago Ixcuintla. En cierta ocasión la dueña de un congal le pidió al sacerdote que bendijera el nuevo local de su establecimiento, y al mismo tiempo le ofreció una limosna sustanciosa que serviría para las obras de la iglesia. Pese a todas las opiniones en contrario el padre Sordia acudió al sitio. Ya lo estaba esperando la madrota en compañía de las pintadas señoras que ahí prestaban sus servicios, de los gigolós o chulos y de una variopinta colección de vagos y malvivientes de la peor especie. «Proceda usted, padre» -le pidió la mamasanta. «Me falta algo» -dijo el padre Sordia. Se encaminó a la barra de la cantina y pidió una cerveza, y luego otra, y dos más después. Luego de un rato manifestó: «Ahora sí». Diciendo eso se sacó la consabida parte y con ella meó prolijamente las paredes y piso de la sala. Después de consumar la tal rociada declaró ante el atónito concurso: «A tal bendición tal hisopo». (El hisopo es el adminículo con que se esparce el agua bendita). Pues bien: López Obrador anunció que la secretaria de Gobernación lo representará en la toma de posesión de Jaime Bonilla como gobernador de Baja California. Con eso el Presidente parece dar su aval a los ilícitos e inmorales manejos que ese señor ha hecho para alargar por sus pistolas tres años la duración de su encargo. Muy diferente habría sido si AMLO hubiera enviado en su lugar a don Florito Patané, vice sub ayudante suplente de interino sustituto de auxiliar décimo sexto de intendencia. A tal gobernador tal representante. Pero estará ahí la señora secretaria, y eso constituirá toda una declaración por parte de López Obrador, que parece convalidar así el atentado del tal Bonilla contra el orden jurídico y la democracia. Ominoso precedente es ése, pero así andan las cosas. Entre paréntesis, y dicho sea de paso, entiendo que también asistirá a aquella ceremonia el espíritu de Victoriano Huerta. FIN.