Crece optimismo para trabajadores de EU y México
Washington.- Para el expresidente Donald Trump, la relación comercial de Estados Unidos con México era intolerable. Le enfurecía el déficit comercial y el cierre de fábricas en el corazón de su nación. “Ya no vamos a permitir que otros países violen las reglas, roben nuestros trabajos y agoten nuestra riqueza”, prometió hace seis años.
Así que el expresidente presionó a México y Canadá para que reemplazaran su pacto tripartita por uno más de su agrado. Después de un par de años de negociaciones, consiguió lo que quería. Quedó atrás el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y llegó el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés), que Trump elogió como “el acuerdo comercial más justo, más equilibrado y beneficioso que hayamos firmado jamás”. El USMCA cumple su tercer aniversario mañana sábado.
El pacto comercial no ha demostrado ser la bonanza económica que Trump presumía que sería. No podría serlo, dado que el comercio representa menos de un tercio de la economía estadounidense de 26 billones de dólares.
No obstante, aunque el impacto general del acuerdo ha sido menor, sí ha ayudado a los trabajadores de base. Es sólo que los beneficiarios hasta ahora se han concentrado sobre todo en México. Las nuevas disposiciones del pacto han mejorado la capacidad de los empleados mexicanos –explotados desde hace mucho tiempo– para formar sindicatos y obtener mejores salarios y condiciones de trabajo.
Sin embargo, los funcionarios y expertos en comercio creen que los beneficios laborales también llegarán, con el tiempo, a los trabajadores estadounidenses, quienes ya no tienen que competir con los mexicanos, muy mal pagados y sin un poder de negociación real.
“Los colaboradores estadounidenses ganan cuando los trabajadores de otros países tienen los mismos derechos”, asevera Cathy Feingold, directora del departamento internacional de la confederación sindical estadounidense AFL-CIO (Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales).
Sin un beneficio cuantificable para los estadounidenses
Thea Lee, subsecretaria adjunta del Departamento del Trabajo de Estados Unidos, admite que el pacto y las reformas de México no han existido el tiempo suficiente como para producir aún un beneficio cuantificable para los estadounidenses. “Vamos a ver los resultados positivos primero para los mexicanos, porque ese país está pasando por una reforma del mercado laboral masiva, integral y ambiciosa”, afirma.
De alguna manera, el USMCA (T-MEC) en su conjunto se ha quedado corto de las promesas de Trump.
Por ejemplo, el déficit comercial de Estados Unidos con México. A pesar de la insistencia del expresidente de que el USMCA traería más manufactura a Estados Unidos, la brecha entre lo que exporta EU a México y lo que importa de ese país vecino sigue ampliándose: ha aumentado de la brecha de 64 mil millones de dólares en 2016 que tanto irritó al exmandatario a un récord de 139 mil millones de dólares el año pasado.
El expresidente también pronosticó que las exportaciones de autopartes estadounidenses a México aumentarían en 23 mil millones de dólares. Han incrementado desde 2020, pero sólo en alrededor de 8 mil millones de dólares.
“No creo que alguna vez podamos decir que (el USMCA) logró mucho”, admite Alan Dierdorff, profesor emérito de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Michigan. “No creo que haya entorpecido mucho, pero no creo que haya ayudado demasiado”.
Trump aseguró que el nuevo pacto comercial crearía 76 mil empleos en la industria automotriz. Desde enero de 2020, los fabricantes de vehículos y repuestos han creado casi 90 mil puestos de trabajo y el comercio norteamericano ha florecido. Las transacciones comerciales de Estados Unidos con Canadá y México –exportaciones más importaciones– alcanzaron un récord de 1.78 billones de dólares el año pasado. Eso fue un 27 por ciento más que en 2019 y estuvo por encima de una ganancia del 20 por ciento en el comercio con China durante el mismo período.
Sin embargo, es difícil determinar qué ganancias se pueden acreditar al USMCA y cuáles se produjeron por una variedad de razones no relacionadas con el pacto. Eso es particularmente cierto a la luz del tumulto económico inusual de los últimos tres años: una pandemia devastadora seguida por una escasez grave de mano de obra, retrasos en las cadenas de suministros y un resurgimiento de la tasa desenfrenada de inflación.
Cualquier esfuerzo por calcular el impacto del USMCA también se ve complicado por los propios esfuerzos enérgicos del presidente Joe Biden para rejuvenecer la industria estadounidense con billones de dólares de gasto en infraestructura y subsidios.
A pesar de toda la grandilocuencia de Trump, el tratado en realidad dejó intacto gran parte del pacto que reemplazó. El TLCAN eliminó la mayoría de los impuestos de importación que Estados Unidos, México y Canadá aplicaban a los bienes de cada uno. Creó un bloque regional libre de impuestos destinado a competir con la Unión Europea y China. Esa estructura permanece en su lugar a grandes rasgos. “Sigue siendo más o menos lo mismo que el TLCAN”, asevera Dierdorff.
Cambios que se han producido
Aun así, se han producido algunos cambios sustantivos. Cuando el TLCAN entró en vigor en 1994, por ejemplo, el Internet, el comercio electrónico y los celulares no formaban parte de los negocios cotidianos. El nuevo pacto actualizó las reglas comerciales de América del Norte para la era digital.
El USMCA, por ejemplo, prohíbe que Estados Unidos, México y Canadá se apliquen impuestos a la importación de música, software, videojuegos y otros productos vendidos electrónicamente; permite el uso transfronterizo de firmas y autentificaciones electrónicas; y protege a las empresas de tener que divulgar códigos fuente y algoritmos internos.
Dada la forma en que modernizó el comercio de América del Norte, el “USMCA es una mejora notable”, sostiene Neil Herrington, vicepresidente sénior para las Américas de la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
Quizá los cambios más importantes que forjó el pacto fueron diseñados para revertir uno de los subproductos disconformes del TLCAN para los estadounidenses: el acuerdo anterior incentivaba a las empresas a cerrar fábricas en Estados Unidos, enviar la producción a México –donde los salarios eran más bajos– y luego exportar los bienes de regreso a Estados Unidos, libres de impuestos.
El USMCA buscó dificultar que los automóviles y las autopartes disfrutaran de un trato libre de aranceles. Para calificar, el 75 por ciento de un vehículo y sus partes tenían que provenir de América del Norte, frente al 62.5% bajo el TLCAN. Eso significó que más contenido tuvo que provenir de trabajadores norteamericanos con salarios más altos, no importado a bajo precio de China o de otros lugares. Y al menos el 40 por ciento de los vehículos tendrían que originarse en lugares donde los trabajadores ganan al menos 16 dólares por hora: es decir, Estados Unidos y Canadá, no México.
Pero esas llamadas reglas de origen automotrices tropezaron desde el inicio. La aplicación se retrasó, ya que los funcionarios de aduanas enfrentaron retrasos en la cadena de suministros en el punto álgido de la crisis de la pandemia de Covid-19.
“Los funcionarios fronterizos estaban preocupados por la liberación de la carga en los puertos y la eliminación de la congestión”, señala Daniel Ujczo, asesor principal de la firma de abogados Thompson Hine, en Columbus, Ohio. “No tuvieron mucho tiempo para lidiar con el USMCA”.
Incluso después de que entraron en vigor las normas automotrices, EU fue criticado por la forma en que trató de hacerlas cumplir. Un tribunal de comercio del USMCA, en un caso presentado por México y Canadá, encontró que Washington aplicaba las reglas más estrictamente de lo permitido.
El Gobierno del actual mandatario dice que considera las disposiciones laborales en el USMCA como un modelo para futuros acuerdos comerciales que buscan beneficiar a los trabajadores, no sólo a las empresas que desean expandir sus exportaciones.
“No creo que nadie supiera cómo se desarrollaría el proceso del Mecanismo de Respuesta Rápida”, afirma Lee, del Departamento de Trabajo. “Pero la gente ha descubierto que está funcionando como se anticipaba y como se esperaba”.
Agencias