VENENO PURO

Rafael Loret de Mola

17/09/2017

*Pleitos Inútiles
*¿Gobernabilidad?

– – – – – – – – – – – – –

No puede soslayarse un hecho incontrovertible: los miembros de la cúpula del poder, en cada uno de los Poderes de la Unión, poco hacen para evitar, en el futuro inmediato, la prolongación de la ingobernabilidad por efecto de las rebatiñas sectarias, sobre todo entre legisladores opositores y el Ejecutivo atrapado en una minoría que gana las elecciones por escaso margen y contra la voluntad de la suma de sus contrarios que suman mucho más de la mitad más uno.
De sobra hemos atestiguado que no prosperan iniciativas importantes –así provengan de una derecha calculadora, de un priísmo convenenciero o de un perredismo calculador además de los morenistas más radicales-, tendientes a modernizar, siquiera, los usos políticos actuales y no mantener los viejos vicios con los que, por desgracia, volveremos a acercarnos al precipicio en el 2014 cuando tantas adversidades se presagian, desde la inminente crisis económica –la segunda universal desde 2008-, hasta las asechanzas del poderoso vecino del norte que, al parecer, aguarda la descomposición integral de nuestro gobierno para tener pretextos suficientes destinados a intervenir, militarmente, en nuestro país en busca de narcotraficantes y también terroristas tras el montaje contra Siria y la posibilidad de que los extremistas puedan utilizar a México, como también advertimos desde hace una década sin que se tomaran las previsiones necesarias, como plataforma de entrada hacia los Estados Unidos. Todo parece armado como un guión cinematográfico al gusto de los fuertes.
Pero, por desgracia, el daño peor lo han causado las instituciones nacionales, no los mexicanos en su conjunto a quienes ahora se achaca, como pecado compartido, la tolerancia, cuando el propio sistema se ha preocupado por mantener en la ignorancia política al grueso del electorado para manipularlo. No es la ciudadanía culpable de los desaseos comiciales. Fíjense: ante las evidencias de las maniobras para asegurar la continuidad panista en 2006, no pocos reprocharon a Andrés Manuel López Obrador, más allá de su arrogancia e intolerancia, sus protestas y bloqueos sin sopesar que hubiera podido desatar una batalla civil cuyas consecuencias no quiero ni pensar. Como Cuauhtémoc Cárdenas, más burdamente defraudado en 1988, optó por contenerse y evitar el derramamiento de sangre.
(Pese a ello debe anotarse que, en la fase terminal del régimen de miguel de la madrid -1982-88-, sin duda alguna ocurrió la mayor matazón de líderes políticos o de opinión en la historia contemporánea, precisamente antes y después de la célebre “caída del sistema” para evitar el flujo de votos a favor de Cárdenas en 1988 y perpetrada por el execrable manuel bartlett díaz, cuyo nombre ya está instalado en el basurero de la historia aunque ahora pretenda salvarse asumiéndose como izquierdista en su etapa más alta de hipocresía. Ancianidad decrépita, la suya, que, sin embargo, no debiera ser pretexto para no fincarle responsabilidades severas como en el caso de luis echeverría, quien se mantuvo arraigado más de dos años en su mansión de San Jerónimo).
El hecho es que, como van las cosas, es de temerse que las distancias aparentes se acorten –más por la intervención de la mercadotecnia española destinada a desviar y contener la voluntad del electorado- y que volvamos al escenario de la crispación sin desfogues posibles. Esto es: a suponer que avanzamos en democracia porque con el 38 por ciento de los sufragios podemos instalar a un presidente en Los Pinos, rechazado por ocho de cada diez mexicanos considerando como referentes también a los abstencionistas. De esta realidad hubiéramos podido salir de haberse acordado, entre las distintas corrientes partidistas, la segunda vuelta electoral para consolidar la madurez política de nuestro sistema; a trueque de ello cada quien vio para su santo.
Por las Alcobas
Existen dos propuestas para asegurar, o tratar cuando menos, la gobernabilidad hacia el futuro luego de varios sexenios de estancamiento. Por cierto, las diferencias severas entre el Ejecutivo y el Legislativo no iniciaron con los regímenes panistas sino desde 1997, en las elecciones intermedias federales, cuando ernesto zedillo y sus operadores perdieron la mayoría absoluta en la Cámara baja y comenzaron a fraguar la primera alternancia, traicionando a su partido debajo del agua, para salvar sus propios pellejos… como ha sucedido hasta hoy.
La primera iniciativa trata de lo que ha dado en llamarse cláusula de gobernabilidad para blindar, en las Cámaras, los asuntos de Estado que tiendan a defender y asegurar la soberanía nacional y los asuntos graves para la nación. Imagínense, por ejemplo, en caso de una invasión si los sectores en pugna se revuelven en una estéril lucha verbal sobre la conveniencia o inconveniencia de la amenaza. Y esto que hoy nos parece tan lejano, por desgracia no lo está ante la evidente descomposición general de la nación, en manos de mafias, sí, también las que surgen por las complicidades entre figuras públicas en algunos gobiernos estatales y, sobre todo, en la administración federal en donde se fraguan las mayores intrigas con tal de confundir a la ciudadanía y trocar, como en 2006, y acaso 2012, la voluntad del electorado a costa de sofismas que mucho después se confirman… como en el caso de la intervención de los fox, en 2006, contra una izquierda a punto de alcanzar la segunda alternancia y con ésta al viraje drástico, indeseable para los dueños del continente.
Y la segunda, habilitada por un consenso entre un sector del PRI, liderado por Manlio Fabio Beltrones, y en algún momento por Marcelo Ebrard Casaubón, tiende hacia “un gobierno de coalición”, incluyente, en donde el Ejecutivo deba someter a las Cámaras los nombramientos de su propio gabinete para evitar casos tan bochornosos como la obsesiva defensa de personajes turbios. Pobres de nosotros, los mexicanos.