Rasgos de autoritarismo

12/03/2019 – José Woldenberg, quien presidió el Instituto Federal Electoral durante las elecciones de la primera alternancia presidencial, en 2000, manifiesta su preocupación por el “resorte autoritario” que observa en las decisiones iniciales del gobierno lopezobradorista, por lo que llama a los distintos sectores sociales a evitar que en el país se escuche sólo la voz del presidente.

CIUDAD DE MÉXCO.- José Woldenberg está molesto con Andrés Manuel López Obrador, quien hace tres décadas fue su compañero en el PRD:
–Lo nombramos presidente, no sultán.
Al evaluar las decisiones, acciones y omisiones de López Obrador en sus primeros 100 días de gobierno, admite que ha “modificado las coordenadas de la política nacional”, como tender puentes con la sociedad que antes estaban rotos, pero ve malas señales para la democracia.
En particular, Woldenberg afirma que López Obrador “desprecia, y mucho, a las instituciones del Estado y a sus funcionarios, desprecia a los órganos autónomos y desprecia a las organizaciones de la sociedad civil. Y esto no presagia nada bueno”.
–¿Hay ya un modo de gobernar de López Obrador?
–Sí. Lo que más me preocupa es que existe un resorte autoritario en el presidente de la República.
Después de renunciar al PRD en 1991, por discrepar de la línea política del partido que presidía Cuauhtémoc Cárdenas, Woldenberg encabezó el primer consejo ciudadanizado del Instituto Federal Electoral (IFE), en 1996, justo cuando ascendía López Obrador al liderazgo perredista.
Se mantuvo en ese cargo hasta 2003, cuando López Obrador cumplía tres años al frente de la Jefatura de Gobierno de la capital del país, desde la que se catapultó para ser tres veces candidato presidencial, hasta que ganó, en 2018, con 53% de los votos.
Desde su cubículo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde estudió López Obrador, Woldenberg observa un fortalecimiento del presidencialismo, un afán centralizador de decisiones, una descalificación a “rajatabla” de sus adversarios, y decisiones autoritarias, como las consultas.
Las organizadas para cancelar el nuevo aereopuerto y sobre la termoeléctrica de Huexca, reprueba, no son constitucionales, ni siquiera encuestas con muestra representativa: “Son más bien caprichos donde el poder se ve en el espejo y el espejo le dice al poder lo que éste quiere oír. Eso tampoco presagia nada bueno”.
En particular, le parece aberrante la consulta que López Obrador organizará, el 21 de marzo, en el natalicio de Benito Juárez –uno de sus próceres favoritos–, para definir si son enjuiciados los expresidentes del “neoliberalismo”: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
“Eso a mí me parece un delirio. ¡Un delirio!”, exclama para manifestar su repudio a esa consulta que considera indigna de un jefe de Estado, porque no se puede enjuiciar a quienes fueron presidentes por haber sido neoliberales.
“Eso no es un cargo. La democracia se hace para que las corrientes neolibeales, socialistas, conservadoras se expresen, contiendan y finalmente se trata de políticas diferentes, pero no pueden ser llevadas a tribunales”, explica.
Lo que sí puede llevarse a los tribunales son delitos específicos, pero de lo contrario “volveríamos a la época de los juicios de alzada, sin garantías para los inculpados. Impartir justicia tiene su chiste”.
Si se quiere juzgar a los expresidentes, añade, que el Ministerio Público arme los expedientes para establecer los posibles delitos y se los presente a un juez, para que se notifique al inculpado y se defienda, y si es culpable que se sancione.
“Está hablando desde Salinas hasta acá. Muchos de los eventuales delitos es muy probable que hayan prescrito”, advierte, y reitera: “Hablar de cosas que pasaron hace 25 o 30 años y que van a ir a tribunales me parece una bufonada”.
–Pero va a ocurrir.
–Yo espero que no.
–¿Debe reconsiderar?
–Creo que sí. Eso sería un show, sin ninguna base legal, sin ninguna base constitucional. Espero que eso no suceda.
Woldenberg entiende que López Obrador diga que la consulta prevista en la Constitución es inoperante, pero entonces que se modifique.
“Yo no digo que a nuestra Constitución tengamos que verla como las tablas de la ley reveladas. Pero el presidente sobre todo está obligado a cumplir con lo que la Constitución dice. Lo nombramos presidente, no sultán. Y es presidente porque hay un marco constitucional en que derivan todas sus potencialidades, pero también todos sus límites.”

Llamado a resistir
Constructor y defensor del proceso de transición democrática en México, Woldenberg lamenta el poco aprecio que López Obrador y la sociedad tienen de los logros en esta materia.
“Me preocupa que desde el gobierno, y también desde la sociedad, no se valore mucho lo que se construyó en México en las últimas décadas en materia democrática. En el discurso presidencial la etapa de transición a la democracia prácticamente es omiso”, subraya.
Autor de una treintena de libros, entre ellos La mecánica del cambio político en México y México: la democracia difícil, el expresidente del organismo antecesor del Instituto Nacional Electoral valora los logros de la transición democrática, como el sistema plural de partidos, hoy debilitado, la Presidencia de la República acotada por el Congreso y el Poder Judicial, así como el sistema de organismos autónomos.
Pero reconoce que esto obedece a que la corrupción, la inseguridad y la desigualdad han estado más en el centro de la atención pública.
“No hay un disolvente mayor de la confianza en las instituciones públicas que los fenómenos de corrupción que llevan aparejada impunidad”, subraya, y añade que, en paralelo al proceso democratizador, hubo una espiral de violencia que alimentó el malestar con los políticos, los partidos y los gobiernos.
“Y si a eso sumamos que la economía no creció a tasas medianamente importantes como para atender la incorporación de millones de jóvenes al mercado de trabajo, que acabaron en la informalidad, y si además agregamos las enormes desigualdades que marcan nuestro país, entonces quizá podamos entender por qué esa desafección con los partidos que hicieron posible la transición democrática en los primeros años de la democracia.”
Esto explica en buena medida, dice, el triunfo de López Obrador, pero también le advierte: “Ese caldo de cultivo sigue ahí y no se revierte sólo con proclamas y con anuncios. Mucho del performance del nuevo gobierno sí ha tendido puentes con los ciudadanos, pero si la corrupción y la violencia no se abaten, si la economía no crece, si la gente no ve un horizonte productivo para él y para sus hijos, es probable que los fenómenos de desencanto vuelvan a aparecer”.
Alerta: “Ojalá no tiremos al niño con el agua sucia. Para mí el niño se construyó en términos democráticos y el agua sucia son todos estos fenómenos, todos estos rezagos, estas plagas que erosionan la vida misma”.
Para Woldenberg, es claro que en los primeros 100 días de gobierno de López Obrador hay el afán de “reconcentrar en la Presidencia muchas facultades y eso, bien pensado, no le conviene ni al presidente”.