ORBE

Ma. Teresa Medina

18/12/15

Pleitesía al griterío y al escándalo

Es una constante que la política mexicana, influenciada por otras allende las fronteras y los mares, con culturas, órdenes económicos e historias muy diferentes, se vea cercenada en sus capacidades de avances y renovación.
Al punto de que ni por elemental sentido de sobrevivencia se logren los acuerdos más fundamentales y urgentes a favor de todos entre partidocracia y poderes constituidos.
Dándose un fenómeno que se asemeja a rendir pleitesía al griterío, al desorden, a la disputa y al escándalo. Y no al acuerdo honesto y sincero.
Padeciendo a su vez ya no propiamente la influencia (dije) sino la adopción de culturas políticas que no han rendido resultados fehacientes y contundentes, y que entre sexenio y sexenio agota el tiempo y la vida de la población, involucrándonos a todos los mexicanos en el juego perverso del nunca jamás.
Y mire que no sólo serían las cifras oficiales de 54 millones de pobres (que se sospecha llega a 80 millones), porque hasta en la democracia y la búsqueda del poder las cosas permanecen a punto del estallido.
Reconociendo (siempre en privado) que no todo el tiempo lograrán los del poder y los mismos ciudadanos prolongar por más tiempo todo cuanto ocurre, equivalente a una agonía que irremediablemente tendrá que finalizar.
Pero dirán, no muchos, ¿acaso no hay acuerdos entre las cúpulas del poder? Es evidente que sí, aunque no con la plenitud que la sociedad anhela y exige.
Los casos van y vienen. Mientras desde Los Pinos el Presidente Enrique Peña Nieto acusa de populista y demagógica a la izquierda, ahora encabezada por Andrés Manuel López Obrador, éste le regresa la presunta agresión denunciando la venta del país, principalmente de sus recursos naturales.
A las entidades federativas baja lamentablemente este enfrentamiento abierto entre políticos opositores que imputan a los gobernadores delitos de toda laya, recriminando estos la mediocridad de los partidos contrarios y su intervención teatral y actitud parasitaria, ajena a proyectos de gran calado social.
Y entre la pleitesía a los gritos y al escándalo al que se acercan gustosos a su río revuelto los pescadores oportunistas (para empezar las televisoras propiedad de Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas), la democracia no es lo que muchos pensaban ni esta impulsa su cometido de avanzar en los grandes temas de la agenda nacional.
Aberración que conduce a que la oposición tenga un solo propósito: arrebatar por los medios que sean el poder, sea entre alianzas anormales pero ausentes de una propuesta inteligente y seria donde el mayor beneficiario venga a ser el pueblo.
En palabras simples, el poder se convirtió en el botín de disputa y no en el horizonte esperanzador de una nación que desde el arribo de la democracia su situación empeora cada día.
Esa irreverencia “política” pasa también por diversos medios de comunicación, muchos de ellos improvisados sólo para adquirir cierta presencia o dejarse utilizar (dinero de por medio) para difamar en las formas más absurdas e inesperadas.
Esto incluye las redes sociales cada vez más desprestigiadas y sumamente insolentes, porque según esto (se piensa así) es la única manera de presionar y sacar del poder a los corruptos.
Tan es así que muchos jóvenes suponen como cosa natural que la ausencia de solemnidad en los asuntos públicos es la forma correcta de hacerse sentir y combatir al enemigo.
Pero a los muchachos no se les orienta (y eso es gravísimo) a que la cultura del esfuerzo y la disciplina diaria son el único camino que tiene a la mano una nación convulsionada por la corrupción y la violencia.
La moda es no creer en nada ni en nadie, pelear por cualquier cosa y si no hay de que pelear, hacerlo de todos modos. Y si en Tamaulipas, por ejemplo, se llevan a cabo esfuerzos enormes de su gobierno, en lo político y en lo presupuestal, para generar su reconstrucción social y económica, produciendo además proyectos energéticos que repercutirán en una competencia sana en favor de los usuarios de energía eléctrica, los locos seguirán en su obstinación.
Poco les importa lo bueno que ocurra, junto con sus grandes transformaciones, pues la contumacia de toda esta gente está por encima de los esfuerzos magnos y la ruta por donde han de correr estos cambios que no han sido fácil proyectarlos y menos aterrizarlos.
Por fortuna, la sociedad continúa en su movilidad ascendente pese a la crisis y el entorno global enrarecido. En ese sentido las evidencias son claras y los resultados son reales, y la lucha por sacar de la pobreza y de la vulnerabilidad a mucha gente es un signo alentador en medio de esa subcultura.
¡Buen día y feliz fin de semana!