Orbe

El mafioso confeso y el próximo fugitivo

9/03/2018 – En otro enfoque de la realidad —ajeno a las acusaciones donde los tres principales candidatos presidenciales se enlodan sin el menor asomo de moral— es pertinente señalar que, para efectos de la justicia que clama el pueblo, el abanderado del PAN, Ricardo Anaya Cortés, está exhibiendo su mejor carta en su afán de conquistar la Presidencia de la República.
A diferencia de Andrés Manuel López Obrador que dentro de ese enfoque de la realidad pareciera inalcanzable en las encuestas de opinión rumbo a Los Pinos, el panista, quizá movido por las acciones abiertamente coercitivas de la PGR en el tema que lo involucra en el lavado de dinero, ha trascendido que de llegar a la Presidencia investigará y encarcelará a Enrique Peña Nieto en caso de hallarlo culpable.
Aparte del toma y daca originado por el gobierno federal al meter las manos en la campaña electoral, Anaya ha llegado muy lejos.
Para una lectura objetiva de las cosas, amenazada por los dimes y diretes, el candidato del PAN, para efectos prácticos y de justicia nacional, independiente de la revancha personal contra el hombre de Los Pinos (la verdadera mano que mece la cuna), está aportando una de las mejores ofertas pocas veces vista en la historia contemporánea de México: acusar penalmente a un ex presidente de la República, perseguirlo y en su momento capturarlo, procesarlo y confinarlo en uno de los penales de máxima seguridad por la gravedad de los delitos.
No obstante, el “chico maravilla” no ha podido capitalizar esa oferta que convertiría a Peña en el fugitivo mayor del próximo sexenio, tal y como lo fue el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán en este periodo federal de gobierno.
En ese sentido, México estaría dando un paso muy importante al superar su vergonzoso campeonato latinoamericano de impunidad, despojándose de esa tremenda hipocresía de que el señor presidente es inocente de todo cuanto ocurre en el país.
Mientras que en el resto de las naciones hermanas, incluyendo la centroamericana Guatemala, ya se han dado pasos paradigmáticos para combatir desde lo más alto del poder la impunidad.
Es decir, han demostrado con hechos que las escaleras efectivamente deben barrerse de arriba hacia abajo, y no en la forma torcida y amañada que se practica de utilizar para fines publicitarios a chivos expiatorios.

AMLO, ¿SOCIO DE LA MAFIA?

Curiosamente, de quien se esperaba mucho, ahora sale con que se ha vuelto un buen diplomático para la delincuencia organizada.
Me refiero al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, guiñándole un ojo a la impunidad, y cuya hablada le costará, espérese tantito, muy cara a la hora de los debates, que vendrán a poner a cada uno de los contendientes en su verdadero lugar.
No se trata de una cacería de brujas y de rencores, pero sí de llevar ante la justicia a todos quienes han hecho de México una de las más grandes tragedias de violencia, dolor, corrupción y saqueo, hasta ahora con cero resultados de castigos verdaderos.
En otras palabras: la impunidad a todo lo que da.
Vergüenza para la comunidad de América Latina y actitudes políticas que toman otra forma, pues después de acusar por años a la mafia en el poder, López Obrador parece convertirse en parte de la misma, quizá en un socio, que tal vez ya lo era, pero que nadie lo había descubierto.
Bien decía San Pablo: “Oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo”.

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¡Feliz fin de semana!