OPTIMUS

Jorge Alberto Pérez González

17/09/2017

Las mieles del poder

La política es el arte de tragar sapos y no hacer gestos, esta verdad contundente cuya frase fue engendrada por Carlos Fuentes, refleja claramente el sentido y la esencia de una actividad que al paso del tiempo ha perdido todo por la desfachatez con la que hoy se ejerce.
El escritor se dio tiempo para analizar y crear el Manual del Perfecto Político, enseñanzas que quedaron en el olvido porque cada vez es más difícil encontrar políticos que lean.
Su primera lección era la instrucción precisa de tener un operador-ejecutor, pues el buen político no puede hacer todo, mucho menos el trabajo sucio, por ello debe contar siempre con alguien dispuesto y de su confianza que se adentre en las alcantarillas del poder que haga el trabajo rudo.
Decía con lenguaje accesible: “El político igual que un rey conoce la necesidad de contar con un enano mal encarado a la puerta del castillo para liberarse de los latosos, los indeseables, los ambiciosos”.
Su guía expresa la necesidad que tienen los políticos exitosos de tener un editorialista, columnista, articulista y “opinador” que lo endiose, le aplauda y defienda cada una de sus decisiones públicas, pues él debe vivir “halagado por su esclavo y defendido por su perro”.
También debe de contar con un intelectual de cabecera, pues los intelectuales pueden contribuir a crear la idea de legitimidad, ya que el poder depende absolutamente de ello: “El poderoso siempre creerá que tiene la razón y el que se opone a él es un traidor, o por lo menos alguien dispensable”.
Sin embargo, a pesar de las enseñanzas de Fuentes, en el transcurso del tiempo se ha olvidado que el político es intocable, el secretario no. Única manera de evitar que la cabeza del político ruede, pues siempre tendrá cerca un chivo expiatorio.
En uno de sus libros expresó: “No hay mejor entendimiento para la política que el adulterio”. La política nacional cambia de piel o de color cada seis o tres años.
Los asesores son buenos, siempre y cuando se logre el equilibrio entre los de paz y los de guerra, pues no se puede ejercer la política escuchando solo palabras dulces: “El poder hace que hasta el más feo se vea guapo”, dijo en alguna ocasión.
Por ello el político debe contar con un buen asesor que lea lo que no tenga tiempo de leer y que discierna lo que él no alcance a entender, “alguien que mastique la comida” para que el suculento bocado sea más fácil de digerir, pues no se puede ser todólogo cuando se trata de leyes, términos jurídicos o proyectos.
Su expresión de mayor contundencia es esta: “Hay que ser flexibles ante la corrupción, la corrupción lubrica al sistema. La mayoría de políticos, los funcionarios, los contratistas, etcétera, no van a tener otra oportunidad de hacerse ricos, más que ésta, la de un sexenio. Luego vuelven al olvido. Pero precisamente quieren ser olvidados para que nadie los acuse y ricos, para que nadie los moleste”.
Los crímenes no se anuncian, se cometen, así que recomendaba entender que: “En política, nunca anuncies, actúa” pues hacer público un ofrecimiento genera expectativas que no se cumplen o genera envidias que frenan el ascenso, con claridad explicaba: “Las crueldades hay que cometerlas de un solo golpe, los beneficios hay que otorgarlos uno a la vez”.
La supervivencia de un político radica en aplazar todo, los problemas y las soluciones hay que darles larga espera, pues señalaba: “Lo más importante consiste en asegurar que los asuntos se alarguen indefinidamente, que nada se resuelva por completo, que la agenda esté llena de pendientes”.
Tiene su lógica el pensamiento de Carlos Fuentes, producto de toda una vida dedicada a la observación del zoon politikón, basado en el pensamiento aristotélico pero con la malicia de un mexicano nacido en Panamá por meras circunstancias.
Leer a Fuentes nos puede dar una amplia visión de la decadencia de una clase social movida sólo por la ambición y la sed de disfrutar LAS MIELES DEL PODER.