NOTICIERO

Héctor Miguel Chávez

8/12/15

A cuatro años del fallecimiento de Everardo Hernández Medrano, uno de mis mejores amigos:::
Nos conocimos en una campaña política:::
El tiempo nos llevó por un sinfín de trabajos:::
Fuimos amigos incondicionales en las buenas y en las malas:::
Nuestros desacuerdos los resolvíamos a carcajadas:::
Cuando un amigo se va…

H. Matamoros, Tam.- Este día 7, hace cuatro años, emprendió el camino sin regreso uno de mis mejores amigos, Everardo Hernández Medrano, mejor conocido como “Lalo”.
Hombre muy inteligente, honesto, polifacético, periodista, analista, caricaturista, escritor, aventurero.
Falleció cuando estaba a punto de salir a la luz pública su primer y único libro titulado “Cuentos de la Frontera”. Años antes había ganado el cuarto lugar nacional en un Concurso Nacional de Cuento convocado por Televisa.
Un amigo con el que pasaba las horas en torno a una taza de café, analizando y cambiando el mundo día tras día.
Muchas veces el trabajo nos llevó a lugares diferentes por largo tiempo, pero ni el tiempo, ni la distancia disminuyó un ápice nuestra amistad.
Cada ocasión que podíamos nos reuníamos a practicar el deporte de cambiar el mundo y reírnos a carcajadas de nuestras ocurrencias.
Fuimos muy amigos en las buenas y en las malas. Leales, respetuosos, confiando totalmente uno en el otro. Éramos amigos inseparables y sin límites.
Me llena de orgullo que hayamos sido amigos tan leales. Lo compartimos todo, la miseria, la abundancia, la tristeza, la alegría, el placer, el triunfo, el dolor, la frustración. Siempre con la seguridad de estar bajo el manto protector del señor.
Nuestra forma de pensar fue muy distinta. Fuimos una mezcla de inquietudes, pasión, sentimiento, solidaridad. Fue mi amigo, mi cómplice, mi socio. Creímos siempre el uno en el otro y nos dimos el apoyo y la seguridad en los momentos más críticos de la vida.
Enfrentamos y disfrutamos muchas circunstancias en toda su plenitud. Hoy seguimos siendo los mejores amigos.
Cuando nos encontramos por primera ocasión hace poco más de 30 años en una campaña política, pensábamos totalmente diferente, pero por alguna razón del destino se estableció un gran lazo de simpatía y confianza que con los años se fortaleció más y más, y nos permitió andar en muchos trabajos, cosechar éxitos, atravesar por crisis, siempre sin perder el sentido del humor.
En toda actividad en que participamos, lo hicimos con el mayor de los gustos y en el desempleo mantuvimos el optimismo.
Siempre resurgíamos como el ave fénix. Su amistad la llevo gravada como dice la leyenda árabe:
“…Cuando nos pase algo grandioso con un amigo hay que grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo”.
Así llevo grabada la amistad con mi amigo Lalo.
Descanse en paz Everardo Hernández Medrano. Uno de mis más entrañables amigos. Y solo para recordarlo, me permito dedicarle esta canción de Alberto Cortez:

CUANDO UN AMIGO SE VA

Cuando un amigo se va queda un espacio vacío

Que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.

Cuando un amigo se va queda un tizón encendido

Que no se puede apagar ni con las aguas de un río.

Cuando un amigo se va una estrella se ha perdido

La que ilumina el lugar donde hay un niño dormido.

Cuando un amigo se va se detienen los caminos

Y se empieza a revelar el duende manso del vino.

Cuando un amigo se va queda un terreno baldío

Que quiere el tiempo llenar con las piedras del hastío.

Cuando un amigo se va se queda un árbol caído

Que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido.

Cuando un amigo se va queda un espacio vacío

Que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.