Nancy Pelosi, la mujer que pudo ser monja y ahora es rival de Trump

Quien de niña fue vista como monja por su madre es décadas después la mujer políticamente más poderosa de Estados Unidos, quizá la única persona a nivel internacional en enfrentarse de manera abierta el presidente Donald Trump.

Nancy Patricia D’Alesandro Pelosi cumplirá 80 años de edad el próximo 26 de marzo, de los cuales 32, casi la mitad, ha representado a la californiana San Francisco en la Cámara de Representantes, donde dos veces ha sido la líder de la bancada del Partido Demócrata.

La primera vez, en 2002, los demócratas eran minoría y gobernaba el republicano George W. Bush, a quien casi al final de su mandato le tocó enfrentar, pero ya como líder de la Cámara de Representantes, por la guerra en Irak.

«Pero también tuvimos muchas áreas de acuerdo y fuimos capaces de trabajar juntos en muchas áreas de manera respetuosa», recordó en entrevista con Usa Today en enero de 2019 de quien pese a esos acuerdos llegó a llamar «líder incompetente».

Quizá Pelosi decidió incursionar en la política porque le era imposible aspirar a lo que en verdad quería en la religión, no monja como pensó su madre, sino cura, recuerda la periodista Elaine S. Povich, autora de su biografía.

La religión, el catolicismo específicamente, ha estado presente en la vida política de la hoy líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, sin caer empero en sentimentalismos.

«No odio a nadie», se recuerda que respondió al periodista que el año pasado le preguntó si odiaba al presidente Trump. «Crecí en una casa católica. No odiábamos a nadie. Nadie en el mundo. No me acusen de eso», enfáticamente acotó.

Y aún más, dijo que «rezo por el presidente. No me ensucie con palabras como esa».

Quizá la única vez que salió de esa línea de conducta fue la noche del pasado martes, cuando tras la lectura del informe sobre el estado de la Nación leído en el Congreso por Trump, rompió las hojas en que estaba escrito.

Menos de dos horas antes, la líder demócrata había recibido del mandatario la elegante carpeta con dicho texto y le extendió su mano, la cual quedó en el aire como vieron millones de personas, pues Trump giró media vuelta y siguió agradeciendo los aplausos de los legisladores republicanos.

Fue una escena que recordó la del 17 de marzo de 2017, cuando sentado al lado de la canciller federal Ángela Merkel en la Casa Blanca y frente al pedido de fotógrafos y camarógrafos de estrechar la mano de la mujer considerada la más poderosa del mundo, simplemente la ignoró.

En todo caso, la «speaker» demócrata debe estar acostumbrada a lidiar con ciertos enojos del mundo masculino, pues fue la única mujer entre los seis hijos de sus padres, y además, la más pequeña.

Nació y creció en un barrió de clase trabajadora y mayoría católica de Baltimore, en la costa este estadunidense, donde su mundo infantil giró entre la iglesia de San Leo y la sede local del Partido Demócrata, en el cual militaba su padre.

Thomas D’Alesandro Jr, su progenitor, fue ademas de Representante demócrata, el primer alcalde de raíces italianas de Baltimore, cargo en el cual fue reelecto dos veces, de forma que la infancia y adolescencia de Nancy las vivió como «hija del alcalde».

Las grandes reuniones políticas las comenzó a vivir a los 12 años de edad, cuando acudió a la Convención que eligió al candidato presidencial demócrata, que resultó ser Dwight D. Eisenhower.

Ocho años después, a los 20, acudió a una de las fiestas por el inició de la gestión presidencial de John F. Kennedy, donde una fotografía la muestra entre sorprendida y tímida con el mandatario a su izquierda.

Su ingreso formal a la vida política se dio en 1962 cuando fue becaria del senador por Maryland, pero después de cursar sus estudios en el Institute of Notre Dame High School y luego en el Trinity College, ambos de reconocida calidad y total perfil católico, decidió casarse.

Contrajo matrimonio con Paul Pelosi con quien cambió su residencia a la otra costa estadunidnese, a San Francisco, donde para 1969 ya había completado una familia de cinco hijos, «como Los Simpsons», recordó su hija más joven, Alexandra, a la revista People.

Su maternidad no le impidió ser voluntaria en las campañas demócratas californianas, y llegó al líderazgo estatal partidista en 1977, de donde dio el salto a la Cámara de Representantes en 1987, fecha desde la cual ha sido reelecta hasta ahora.

Desde ahí ha representado los intereses de portadores del Virus de Inmnodeficiencia Humana (VIH) o ya con el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).

Pero también de la población emigrante de Asia, de China en particular, a donde viajó en 1991 y en plena plaza de Tiananmen, dibujó un gesto de protesta en recuerdo de los esudiantes masacrados en 1989, recuerda en su entrada la Encyclopedia of World Biography.

Desde esa fecha la mujer católica que prefería el sacerdocio a ser monja porque los curas «tienen un poco más de poder», se ha mantenido en Washington como una personalidad mucho más que que incómoda para los Republicanos, con quienes tendrá una nueva gran batalla: la elección presidencial del 3 de noviembre.

Agencias