Locuras Cuerdas

Voto razonado vs Voto emotivo

17/04/2018 – Muy apreciado lector, cuando el adjetivo se convierte en objetivo es cuando nuestras neuronas deben comenzar a trabajar y es justamente lo que tenemos que hacer en esta época electoral en la que, la inercia justificada a la que nos lleva el hartazgo de una clase política que no tiene llenadera y que justifica siempre la corrupción y la impunidad dentro de la política, hace que no reflexionemos nuestro voto y más bien que tomemos decisiones viscerales. Por unos síntomas de corrupción que todos tienen, incluyendo la gente de Morena, nos hartamos desmedidamente de todo lo que huele a gobierno al grado de que no creemos nada de la información oficial y un buen segmento de la población cree absolutamente todo lo que AMLO dice, aun y cuando un pequeño análisis inteligente de sus propuestas nos hace ver la inviabilidad de ellas. El problema no nace con el populista, el populista es un síntoma de un sistema de corrupción e impunidad que muchos políticos en el poder no terminan de entender que es necesario poner un “ya basta” a sus canonjías y privilegios que lastiman a muchos. Y que si remotamente no triunfa el populismo de AMLO, de volverse a repetir “las casas blancas” y todo lo que se le parezca, en seis años pueden propiciar el nacimiento de otro populista que lo encarne quizá con más fuerza. Para esta próxima elección, debemos entender que no somos una sociedad democrática en plena madurez mientras no razonemos nuestro voto, tratando de ver, hasta donde se pueda, las consecuencias de nuestras decisiones electorales.
Somos seres humanos y tenemos la hermosa, e incluso poética facultad del razonamiento que nos diferencia de los seres que obran por instinto, y no por eso, que tanto exaltaba en su vida y en sus escritos el filósofo Baruch Espinoza, el uso correcto de la Razón. Cabe señalar que esto se traduce en el uso del sentido común, que dicho sea de paso mi padre decía que era el menos común de los sentidos. Y mucho me temo que ante la pasión exacerbada en el contexto electoral no estamos pensando correctamente, nos gana el miedo o el enojo, tristemente, repito, con justa razón ante una clase política que no se cansa de robar tantito, y vaya usted a saber a cuánto asciende de tantito en tantito. El punto es que percibo un ánimo muy generalizado de emitir más que un voto razonado, un voto justificado, aunque eso no necesariamente nos lleve a una mejoría.
Querido y sesudo lector déjeme clarificarle que pudiendo cada uno de nosotros ser miembro o simpatizante de cualquier partido, la verdad es que después del 1 de julio todos seguiremos siendo irremediablemente mexicanos, sea cual sea el resultado.
En nuestra democracia gane quien gane necesitará una confirmación posterior, algo así como un segundo nacimiento donde veremos su auténtica naturaleza, eso se dará en el tercer año de su mandato donde ya no requiera de nosotros como electores y es cuando se proyectará su verdadera naturaleza política, sus auténticas intenciones. Toda conclusión a la que lleguemos en esta etapa electoral será mera deliberación artificial, llegar a ser el presidente que será, bueno o malo, es todo un arte y se confirma, no inmediatamente después de las elecciones sino hasta pasado el tiempo. Nuestro voto es producto de un proceso mental que aún no entienden los más conspicuos científicos de la conducta humana. Puede ser por imitación irrazonada, es decir, porque mi compadre o mi comadre van a votar por tal o cual candidato o puede ser por simple enojo y decepción.
Cualquier conclusión a la que lleguemos de ver la conducta y de escuchar los discursos de los candidatos, sus promesas o sus propuestas será siempre demasiado pronto, no los conoceremos en su esencia hasta que ya tengan el poder con ellos y ya no nos necesiten en cualquiera de nuestras versiones, como ciudadanos o como electores. Todas las conclusiones, buenas o malas, que nos hagamos de todos ellos, son hasta este momento prematuras. Todos ellos, cuanto más tiempo dependan de nosotros como ciudadanos, son mejores personas, sin embargo, paulatina pero inexorablemente el poder les va llegando a plenitud y entonces la dependencia del político para con el ciudadano, se convierte en cautividad del ciudadano para con el político y ya no nos queda más que experimentar la irremediable consecuencia de nuestra elección.
Es cuando ya embestidos de todo el poder que nuestro voto les concedió inician un aprendizaje perverso que consiste en conocer todas las mañas de su nuevo entorno, desde lo más sencillo hasta lo más sofisticado y querido lector, no existe un mecanismo jurídico para darle reversa a un posible error que hayamos cometido como ciudadanos con nuestro voto.
Hay dos gestaciones. La electoral propiamente para llegar a la presidencia y la que tiene que ver con el mando, la autoridad y el uso del señorío una vez afianzado en el poder.
El tiempo hablará.