Locuras Cuerdas

Jorge Chávez

06/03/18

Nomen Omen. El nombre es un presagio

Las ideologías lo único que hacen es dividirnos; desde el espacio México y EU son el mismo pedazo de tierra. Guillermo del Toro.
Guillermo del Toro, (GDT) un gordo nacido en Guadalajara, Jalisco; con gafas, de 52 años, que pesa 130 kilos, con 10 películas en su haber y que él mismo se pregunta, ¿Qué pesa más, los años, los kilos, la filmografía o el éxito? Se contesta a sí mismo y dice coloquialmente, “pesan igualito”.
Este célebre personaje tan carismático que en plena época de Donald Trump presume sin el menor empacho su mexicanidad y su otredad; toda su vida lidió con su desempeño de gordo con lentes frente a una sociedad que idealizaba sin recato alguno la belleza y los cuerpos perfectos, que lo excluían tajantemente del estúpido éxito que viene de ese falsa seguridad que descansa solo en la belleza sin considerar la esencia de cada quien. Del Toro tenía desde entonces mucha esencia y talento, solo requería tiempo para demostrarlo. El domingo pasado, en la entrega de los premios Óscar llegó a lo que el filósofo alemán Kant llamaba el summum bonum del cine mundial.
Mi querido y dilecto lector, permítame utilizar una expresión coloquial, a la porra todos aquellos que se burlaron de su gordura o fealdad en sus años mozos, hoy GDT es ejemplo a nivel mundial y orgullo nacional por su trabajo bien estructurado y por ende exitoso.
Cuando GDT habla hay que escucharlo con atención pues aun sus tonterías son atisbos de sabiduría de vida muy útil en nuestros tiempos, por ejemplo, afirma que: “cuando mi reloj biológico me dijo, ya tienes 50 años, fue algo parecido a cuando mi hija a los 14 despertó a la adolescencia y justo como la niña del exorcista, le dio vueltas la cabeza”. A sus 50, GDT despertó en crisis y dijo con su característica ironía: “Ya se fueron mínimo las tres cuartas partes de mi vida; lo que me queda es, o aferrarme a la pintura artística para el pelo e ir por la calle con el cabello negro a los 60, o voy a hablar de las cosas de mi edad que me incumben ahora y no hacer una paráfrasis de la infancia toda mi vida”. De esta forma traza para nosotros con un tono sencillo, intrascendente de información cordial un fragmento de la trayectoria de su vida que nos aclara su figura tan unida a su obra. Le sucedió algo parecido al nobel de Gabriel García Márquez a quien el anhelado galardón le llegó en una edad madura.
Podemos decir que la crisis de los 50 en GDT fue el punto de partida de su más rotundo éxito que hoy disfruta él y que le aplaudimos la gran mayoría de los habitantes de este planeta y por supuesto los mexicanos.
La película “La Forma del Agua”, nos cuenta la peculiar historia de amor entre una mujer muy especial y un anfibio, me recuerda mis amores de juventud, siempre imposibles, siempre complicados. Cabe señalar que los monstruos de GDT tienen un anclaje en la realidad, no solo en la suya, creo más bien que en la de todos, que a la vez tienen mucho de mítico; en su película galardonada con el Óscar logra asociar magistralmente el agua con el amor, pues son dos elementos vitales en nuestra vida como seres humanos y paradójicamente su punto de coincidencia es que no tienen forma. Es una película que propone vivir y que estimula a las personas encontrar el punto óptimo de cualquier situación que nos haya tocado vivir, tanto en el amor como en cualquier situación de la vida.
No deja de ser histórico este reconocimiento al trabajo de un mexicano, más en la era Trump. Es de suma relevancia señalar que algo más importante que los mismos hechos de la historia es la interpretación que se le da a dichos hechos para que no quede solo como un recuerdo y más bien sea un acicate que sirva de incentivo o estímulo para hacer cosas grandes. Con este ejemplo de vida de GDT tenemos elementos contundentes para dejar de ridiculizar nuestra cultura mexicana asociándola solo con trampas y corruptelas y convencernos de que podemos ser mejores de lo que somos y de cómo nos vemos.
Los miembros de la academia se rindieron a la fantasía de GDT y a muchos de nosotros nos hizo flotar con su “Forma del Agua”, una historia que queda en el subconsciente colectivo para ser utilizada óptima y oportunamente por los maestros y sembrar en los jóvenes estudiantes la semilla del “Sí se puede”.
El tiempo hablará.