Locuras Cuerdas

Jorge Chávez

15/02/18

El país de la simulación

Simular: Representar algo, fingiendo o imitando lo que no es.
Hay recuerdos de la infancia que, como bien dice el escritor francés clásico Honorato de Balzac son indelebles, es decir inolvidables. Uno de tantos es aquellos momentos de corrección que nos daban nuestros padres, déjeme contarle algo muy familiar querido lector, fui de la generación cuyos padres usaban el cinto, la chancla; aunque mi madre no era de chanclas, era de pantuflas, pero el punto es que, en este tenor de recuerdos, en el tiempo de la puericia, es decir ese fascinante periodo de nuestra vida que va entre la infancia y la adolescencia, a veces las acciones correctivas de mis padres eran colectivas porque las travesuras habían sido tumultuosas o no se definía de bien a bien quien era el autor intelectual o material de tal o cual travesura. Recuerdo en esas correcciones cuando había sido tan divertida la travesura, la inercia de la adrenalina nos seguía invadiendo al momento del correctivo paternal, pero la postura de diversión era inapropiada cuando mi padre nos pontificaba conjuntamente con el indeseado correctivo físico, entiéndase operación chancla u operación cinto o al final podría ser operación mano a falta de las dos primeras. Es aquí donde ubico las primeras simulaciones de nuestra vida familiar, particularmente entre hermanos. Teníamos que fingir lágrimas de cocodrilo y arrepentimiento de una travesura que había quedado como un recuerdo extremadamente divertido aunque inapropiado, dicha travesura nos llenaba el alma con la suficiente adrenalina y emoción, pero ante mi amado y bien recordado padre teníamos que fingir llanto y arrepentimiento para que se detuviera el correctivo y de esta forma, entre lágrimas fingidas y risas furtivas terminaba la corrección paterna. Lindos recuerdos de mi infancia que comparto con especial solemnidad en esta columna mi muy querido y dilecto lector.
Lo que definitivamente no es lindo ni poético como los recuerdos de la infancia de cada quien, es la muy triste simulación de “competencia interna” que “llevaron a cabo” o que más bien, no llevaron a cabo los “precandidatos” que más bien siempre han sido candidatos de los tres grupos de partidos que encabezan en su “candidatura”. Te das cuenta querido lector que tanta simulación propicia mucho el uso de las expresiones entrecomilladas que denotan precisamente la simulación.
A riesgo de que se me acuse de paranoico y exagerado, esta simulación a nivel nacional y avalado por los tres personajes más sonados en esta etapa de nuestro país: Anaya, López Obrador y Meade no es buena para las percepciones de nuestros connacionales, en que se apelaba a que habría una competencia interna que nunca existió en cada uno de sus partidos y que su discurso aludía a una contraparte inexistente pues los tres decían el famoso grito de guerra: “Vamos a ganar la competencia interna”. Perdón señores, por la soberbia de querer educarles pero el concepto competencia, dice la Real Academia Española de la Lengua que es una disputa o contienda entre dos o más personas sobre algo.
Díganme por favor, sin racionalismos idiotas dirigidos a mentes orates, ¿qué entienden por competencia? Para bien o para mal, todo hace indicar que uno de estos tres personajes será nuestro próximo presidente de la República. Y si se toman a la ligera, los tres, algo tan relevante como lo es la competencia, pues no está de más suponer, como uno de esos amargados apologistas de la tragedia para quienes todo está mal, que tenemos al menos tres candidatos que al menos en la competencia electoral son incompetentes, literal, ya que no compitieron contra nadie.
Recuerdo aquel acto de simulación deportiva de Roberto Madrazo en el Maratón de Berlín, en el que llegó a la meta con los brazos en alto pero la triste realidad es que “su competencia” no fue auténtica y en su momento fue invalidada en aquel 2007, donde hizo trampa para terminar en primer lugar.
La cosa no es para ignorarla mi querido e ilustre lector, una competencia, como la natación o la maratón te obliga a disciplinarte y a sacar lo mejor de ti, pero cuando en tales eventos la competencia no es real, es decir es una simulación, más que sacar lo mejor de ti, fluye lo peor de ti para simular un esfuerzo que no es tal. Es decir, es tierra fértil para la trampa y es justamente de eso que estamos hartos en nuestro país, pues la trampa va de la mano de la corrupción y ésta de la impunidad.
Con estos elementos de juicio puestos en el microscopio antropológico, el diagnóstico no es muy halagador; todo hace indicar que gane quien gane todo seguirá igual. No hubo un solo diputado, ni senador que hiciera la más mínima alusión a esta incongruencia. Así las cosas en nuestro país.
En alguna ocasión una persona le pidió consejo a Sócrates sobre qué mujer elegir para su vida, el sabio griego le respondió: Escojas a quien escojas al final todo será igual.
El tiempo hablará.