Locuras Cuerdas

Jorge Chávez

16/01/18

Ladran, luego cabalgamos

Cabalgamos en todas direcciones después alegrías y negocios; pero siempre ladran detrás y ladran con todas sus fuerzas quisieran los gozques del establo acompañarnos todo el tiempo, pero el ruidoso sonido de sus ladridos solo demuestra que cabalgamos. Kläeffer (Ladrador), Johann Wolfgang von Goethe, 1808.
El timing es muy importante en muchas de las acciones en nuestra vida, es saber usar los ritmos y las pausas para producir con nuestras acciones el efecto más óptimo. En música, teatro o literatura produce el mejor efecto dramático. En las relaciones interpersonales o de pareja es declarar el amor en el momento justo, es dar ese beso anhelado en el momento ideal, ni antes para no cosechar una buena bofetada, ni después para no vivirlo cuando el encanto y la ilusión hayan fenecido. En este tenor el pesimista filósofo Artur Shopenhauer nos da una magistral lección de las pasiones humanas en su libro titulado “El amor, las mujeres y la muerte”, el cual estoy leyendo al tiempo presente con la conducta propia de un infante que abre sus regalos en Navidad. Este tipo es un granuja en su forma de percibir la naturaleza humana, un bribón, un pícaro; léalo con cautela, pues si no tiene sus estructuras de vida muy sólidas lo puede llevar por senderos de negatividad poco favorables para la vida que nos ha tocado vivir.
Regreso al tema del mencionado timing ya que si en algo rinde invaluables frutos es en política, pues en este rubro, una acción realizada fuera de tiempo no sirve de mucho. El escueto aforismo nos dicta aquella frase que a la letra dice: Ni antes, ni después. Y esto se refuerza más cuando en el ánimo de la ciudadanía está la inclinación a creer todo lo malo que se dice de la clase política sin el menor atisbo de análisis. Cuando alguien se da cuenta que hay una propensión masiva a creerlo todo en cierto tema, el partido afectado debe cuidar milimétricamente todo lo que hace y todo lo que no hace.
Estimado lector, como ciudadanos pensantes y analíticos que pretendemos ser, entendemos que algunas veces la verdad se disfraza de ilusión para influir en la voluntad de las masas. Más cuando dicha supuesta verdad se proyecta en tiempos electorales, pues se presta a la suspicacia que al evidenciarse tal o cual acción negativa de cualquier gobierno o partido político en competencia, otro partido pretenda sacar a rajatabla beneficio de dicha acción. Todo esto es inherente a una cultura eminentemente democrática en la que los bandos en competencia se disputan el voto de sus ciudadanos y que en cuestión de timing sacarán oportunamente los trapitos al sol del bando opuesto. En cuestiones cinegéticas se dice que es tiempo de cacería.
El gobernador de Chihuahua, Javier Corral, ha iniciado en su estado una batalla contra la corrupción de trascendencia nacional que en primera instancia se aplaude, pero que casualmente, iniciada en época electoral y atendiendo particularidades se impregna de una suspicacia paranoica que nos obliga a atender con lupa cada acción implicada.
El mencionado gobernador Corral es un hábil retórico, y en este caso que nos ocupa, su discurso exhala un perfume de justicia anhelada por la inmensa mayoría de los mexicanos ya que independientemente de colores partidistas, no debemos olvidar que un tema pendiente en la agenda nacional es resolver en forma sustancial lo referente a la corrupción y a la impunidad que, atendiendo la historia reciente, no es privativo de un solo partido, los implica y los involucra a todos, aun y que haya quienes solo quieren ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Como ciudadano quiero que se confronten todos los casos posibles de corrupción, pasados y presentes, dicha acción es fruto especial de la democracia y que espero trascienda en el ánimo de nuestros gobernantes para beneficio de la nación.
En este caso el desencanto me viene cuando leo a Francisco Garfias del periódico Excélsior mencionar que el gobernador del PAN es un chivo en cristalería. Menciona que trae agenda para el 2024 y que quiere transformarse en líder de la oposición y llegar con fuerza a la elección presidencial de ese año. Eso es válido en un político con aspiraciones legítimas, pero empatarlas con acciones que implican justicia en un mal como la corrupción tan arraigada en la mayoría de nuestra clase política.
Agrega también que la bronca que enfrenta, sin embargo, es la violencia en Chihuahua y la incapacidad mostrada para controlar al crimen organizado que enluta su estado ya que no es lo mismo venir a la Ciudad de México a dar una conferencia de prensa arropado por notables, que encabezar con éxito el gobierno en un Estado que volvió a perder la tranquilidad que había recuperado parcialmente. Esperemos que las supuestas acciones anticorrupción no sean mero maquillaje electoral y se limiten solo a un timing calculado y perverso.
El tiempo hablará.