Locuras Cuerdas

Jorge Chávez

04/01/18

Eudaimonía

Las palabras rimbombantes son descriptivas y si tiene ideas grandes necesitas palabras para poder expresarlas. Miguel de Unamuno.
Hoy quiero filosofar y compartir con usted ideas útiles que se originan de algunas de mis lecturas y que empato con esta costumbre de tener una infinidad de planes y proyectos en cada inicio de año, tales como dietas, ejercicios y un sinfín de cosas que buscan en su esencia procurar ser mejores personas para ser felices, una aspiración legítima y primaria de todos nosotros.
Por esta razón me permito aterrizar el concepto rimbombante que da título a la presente columna, “Eudaimonía”, el cual encontré leyendo a los antiguos griegos, particularmente el libro cuya autoría se le atribuye a Aristóteles y que se titula “El Banquete”. Se titula así, precisamente porque es en una comilona donde se da una buena charla entre diversos filósofos, que seguramente se nos anticiparon en aquello del “Se va a hacer o no se va a hacer”, pero en aquel entonces no era la carne asada, sino un banquete, de ahí el nombre del libro y del momento donde surgió este bálsamo de sabiduría filosófica. Mi querido y dilecto lector, permítame decirle que dicha palabra, me trae como niño con juguete nuevo y tiene que ver con el amor y la felicidad, pero ésta segunda, Sócrates y Aristóteles la definen más como una aspiración que como un derecho humano. Esta concepción nos permitirá tener menos frustraciones cuando tal felicidad la perdemos, tarda en llegar o simplemente no llega.
De acuerdo a estos seres pensantes y que en su momento todo lo cuestionaban, la felicidad burda y barata que todos conocemos es más bien producto de otra rimbombancia, el hedonismo, que es aquella filosofía que tiene al placer como fundamento de vida y estimula la felicidad con cosas externas tales como. La fortuna, la abundancia de bienes materiales, comprar una casa o un carro, etc. La felicidad que viene por el camino de la Eudaimonía es más profunda y tiene que ver con nuestro sentido de propósito y dirección en la vida, se refiere básicamente a la dicha interior, la rectitud moral, la sabiduría o la serenidad de ánimo. Tiene que ver con conquistas personales y no con decretos.
Todo este preámbulo, apreciado lector, tiene el objetivo de que tal concepto filosófico le incumba y así poder imaginar la Eudaimonía política en todos los niveles electorales que vayamos a participar, es decir una felicidad por lograr como ciudadanos meter al aro democrático a nuestras autoridades en todos los niveles de gobierno.
Tengo la curiosidad encendida en este inicio de año por conocer qué sucederá en Tamaulipas en estas elecciones que se avecinan y que por primera vez se da en un contexto de alternancia política con un PRI fuera del gobierno del Estado, pero con un gobernador panista que a veces me parece que en las formas se comporta como priísta por darle mucha importancia al arquetipo de la política que siguieron sus antecesores, es decir el modelo original de las formas que sirve como pauta para imitarlo. En los hechos se sigue el prototipo de la política según Maquiavelo, quien defendía al Estado a toda costa, tuviera o no razón; de ahí su máxima retórica que a la letra dice: El fin justifica los medios. Creo que si en verdad queremos un estado democrático, las inclinaciones históricas de otros tiempos en la forma de hacer política no tienen por qué servirnos de modelo y debemos evitar ese aire de parentesco en los modos, en las palabras, en el vestir y sobre todo en las ideas.
También se dará la primera posibilidad de reelección en los presidentes municipales; esto querido y dilecto lector es toda una acción histórica inédita, ya que si hacemos un leve ejercicio contrafactual nos podremos dar cuenta que en cualquier momento del siglo pasado esta idea era simplemente impensable ya que nos cacaraqueaban incesantemente aquello de “Sufragio efectivo, No reelección”, que en su momento era válido por la inercia en la paranoia que nos dejó por tantas décadas en nuestra imperfecta idiosincrasia la persona de don Porfirio Díaz, un viejo que nos gobernaba en el ya lejano siglo 19 y que un buen día, quizá porque amaneció de malas con su primer cónyuge, Delfina Ortega Díaz, su esposa y sobrina, así de simple, decidió dejar de ser republicano para convertirse en dictador.
Me gusta filosofar describiendo lo que somos y lo que podemos llegar a ser con las herramientas que nos ha dado la historia, las cuales con una visión retrospectiva podremos valorar en su justa dimensión ya que fuimos una dictadura porfirista, después una dictadura perfecta según Vargas Llosa, posteriormente vino la dictablanda de Enrique Krauze y ahora somos una democracia altamente imperfecta. Quizá ese es el camino que nos llevará a la democracia del primer mundo.
El tiempo hablará.