Locuras Cuerdas

Jorge Chávez

19/09/17

Indómita e impredecible naturaleza humana

Las cosas externas son para los tontos, la mitad de la vida, y por ellas más de un hombre de talento resulta un tonto, a pesar de todo su talento. Honorato de Balzac.
La muerte de Mara Fernanda Castilla, estudiante veracruzana de diez y nueve años de la Facultad de Ciencias Políticas en el estado de Puebla, entidad gobernada por el panista José Antonio Gali ha caído sobre nuestro país, sobre Cholula y más aún sobre el alma humana en general. Es un acontecimiento tan desagradable que a pesar de la distancia geográfica donde sucedió este lamentable suceso nos lleva a realizar un análisis para descubrir la clave de este enigma que nos involucra como sociedad a todos, independientemente de tener ubicado al autor material que responde al nombre de Ricardo Alexis López quien fue reclutado por la empresa de taxis Cabify con el rigor propio y habitual que dicha empresa aplica a todo aquel que quiera ingresar como taxista a este sistema de transporte privado.
La muerte de Mara, tristemente está en consonancia con este mundo cuyo movimiento no deja de asombrarme. Desde el punto de vista religioso hay quien sostiene que probablemente Dios al crear al hombre había decidido que no fuera un autómata, con una vida programada desde el nacimiento hasta la muerte, sino más bien un ser dotado de libre albedrío, capaz de decidir sus acciones por cuenta propia. De ese modo nació la libertad, pero esto le permite al ser humano elegir el mal, y, acaso, crearlo, haciendo cosas que contradicen todo aquello que emanaba de Dios y que más bien representaba la razón de ser del diablo. Así pues el mal es un hijo de la libertad, una creación humana. Esto no significa que la libertad sea mala en sí misma ya que ha permitido grandes descubrimientos así como progreso social, pero también es el origen de crueldades y sufrimientos terribles que nunca cesan y más bien podemos decir que el mal es un compañero del progreso, su sombra misma.
En lo que refiere al taxista podemos decir que quien habla demasiado es que tira a engañarte pero quien se cobija en sus silencios es un profundo enigma para todos, incluso para sus parientes. Muy difícil en poder descifrar la secreta esencia trascendente, “superior” y contundente que anida en algún rincón del animal humano y solo asoma a la conciencia en situaciones muy ocasionales y quizá muy secretas. Hoy se sabe que Ricardo era un joven sumamente reservado y discreto que podía ser catalogado como una persona normal que manejaba el coche de su madre y vivía con su pareja, hasta ese circunstancial momento en que sintió una excitación humana que no contaba con los elementos psicológicos y familiares para frenarlos convenientemente. Un momento donde salió a flote toda la maldad, la incultura, las perversiones, resentimientos, rencores y complejos del mencionado taxista. Todo lo que lo motivaba en su vida no sirvió de mucho para dejar la vivencia en el campo de lo cotidiano y sólo ver a Mara como una mujer atractiva. Acaso fue el ambiente de impunidad en que vivimos en todo México lo que lo llevó a hacer una ecuación existencial donde acciones tan sustancialmente graves y misóginas como violar y matar a una mujer indefensa se ven tan cotidianas, tan simples, tan aparentemente sencillas y donde son tantos los crímenes donde no pasa nada que uno más a mi cuenta no figura.
Permítame poner el siguiente cuestionamiento en plural querido lector, a riesgo de que me acuse de protagónico; seguramente que lo eres, dirían mis amigos de La Mesa de Vallevisión: ¿Qué no estamos haciendo como sociedad que, tenemos mentes “normales” deambulando y que son potencialmente criminales? Hoy hablamos de Mara, pero aquí en Matamoros tuvimos a la joven estudiante del Cbtis 189, y si hurgamos en cada ciudad cada una aporta a la pasmosa estadística que da la ONU: Cada día son asesinadas siete mujeres en México. Otra prueba de que los pequeños espacios de civilización difícilmente prevalecerán sobre la inconmensurable barbarie humana, siempre oculta en barniz de civilización y servicio como fue el aludido caso de Mara. Tal pareciera que en este país no se puede construir un espacio de civilización ni siquiera minúsculo, pues la barbarie termina por arrastrarlo todo.
Y por otro lado, ¿Cómo podía la empresa de taxis Cabify descifrar a un potencial violador bajo la logística habitual de contratación? Es muy fácil criticar a la empresa o al gobierno de falta de seguridad pero en este caso en particular estamos frente a un exabrupto de la naturaleza humana que se dio por una serie de circunstancias, en un taxista con una moralidad relativa y con endebles valores familiares. Todo esto fue el contexto que puso a Mara en el lugar y el momento equivocado. ¿Acaso nuestro presente como país es un lugar y un momento equivocado?
El tiempo hablará.