Locuras Cuerdas

Pibonexia política

El amor hablado no vale lo que el amor probado. Honorato de Balzac.
Muchas veces me han dicho que para esta columna uso frecuentemente palabras de uso poco común, y el día de hoy he utilizado como título de la misma una de esas palabras poco rutinarias. La Pibonexia es el padecimiento que te hace creer que eres más guapo de lo real. Podemos asumir que es una autoestima desorbitada.
En ese tenor quiero abordar el tema de los políticos de partido con pibonexia crónica, pues al descuidar en forma por demás ostentosa, la creación de verdaderos nuevos valores dentro de sus partidos, vemos las mismas caras y en el mejor de los escenarios, los “nuevos valores” promovidos es algún familiar para garantizar la consolidación de la casta política que solo engrandece la vanidad de la misma sangre.
La evidencia está en las acciones de los dos partidos con mayor historia en Matamoros. PAN y PRI. Para muestra bastan dos botones respectivos, uno de cada partido aludido.
No vemos un PRI local que promueva sus juventudes como antaño. Aquella época en que Adrián Gallardo venía con su séquito de nuevos valores para darle un relevo generacional digno a su instituto político. El relevo a nivel estatal con Edgar Melhem habla de un logro por la lealtad y la trayectoria pero el flamante presidente estatal debe procurar aterrizar una auténtica renovación en su partido con nuevos rostros y no con los mismos de siempre que ya no son bien vistos.
En lo referente al PAN, en días pasados hubo una reunión de lo más granado del panismo local. Rostros que podríamos catalogar de cartuchos quemados. Entre ellos figuraban los dos diputados locales, Héctor e Ivett, que llegaron al Congreso local con la votación más pobre en la historia. Ese dato es en sí una alerta que no debe ser ignorada. También estuvo Daniel Sampayo, ultra deportista y eterno aspirante a candidato sempiterno, con un pasado bastante cuestionable.
Parece que el mejor escenario del PAN local no es renovarse, sino traer del pasado una figura como la de Ramón Antonio Sampayo para ser, a su juicio, el candidato más óptimo en las próximas elecciones. ¿En serio? Una figura que fue alcalde de nuestra ciudad hace 23 años.
Los nuevos valores son indispensables pues el orden político tiene sus leyes que son implacables, y siempre que las desobedecemos llevamos el correspondiente castigo. Hay una sobre todo, a la que el propio animal obedece sin chistar y siempre. Y es la que nos manda huir de todo aquel que ya una vez nos hizo daño con intención o sin ella, queriendo o sin querer. Siempre nos será funesta aquella criatura que una vez nos causó perjuicio o disgusto. Cualesquiera que sean su rango y el grado del afecto que a ellos nos una, sindical o de partido, debemos romper con ella, pues es nuestro genio malo quien nos lo envía. Por más que el sentimiento de “amistad” o lealtad a tal o cual partido se oponga a esa conducta, la obediencia a esa ley terrible es esencialmente social y conservadora. Es cuestión de prudencia social, la cual los políticos con ambición desmesurada no la conocen ni la entienden.
En el interior de cada partido la lucha de siempre es entre visiones achicadas contra visiones dilatadas. De no hacerle caso a estas leyes los desenlaces prosaicos están a la vista de todos, menos de quienes toman las decisiones. Para ellos primero están sus seres queridos más que un séquito de juventud anhelante y soñadora de tener vida partidista.
El proemio de la próxima campaña electoral será tristemente la ratificación en las candidaturas de los mismos rostros porque la carencia de nuevos valores al momento actual es evidente. Todos ellos, colosos de ambición política y egoísmo. Eso es lo que son. Con sus sentimientos absolutos y su ignorancia total de la evolución política natural.
Se observa en todos ellos la constante preocupación del ente político a la caza de una agudeza para hacer reír, una frase original para causar asombro, una selfie oportuna que no resuelve nada, un cumplido para lisonjear a aquellos altos poderes con los cuales se desea alternar. No hay nada que tanto produzca en el comercio de la política como la limosna de la atención.
El libro “La Sociedad de la ignorancia” dice que la nulidad de muchos de ellos salta a la vista, pero que eso es lo de menos, se trata simplemente de ser popular. No se dan cuenta de su pibonexia política, se creen más indispensables de lo que en realidad son.
Ellos son los fuertes, los nuevos valores son los débiles, pero no olvidemos que el poder del débil, que puede deslizarse en todas partes es más grande que el del fuerte, que descansa en sus cañones.
Hoy me inspiró el idealismo de los nuevos valores. En los partidos la realidad seguirá siendo la misma. Los mismos candidatos, los mismos rostros.
El tiempo hablará.