Locuras Cuerdas

La enfermedad del poder de Evo Morales

Uno quisiera comentar solo de las cosas que incumben al entorno en el que se desempeña pero es imposible no abordar el tema que nos ocupa en Latinoamérica, particularmente el tema de Bolivia.
Quiero ser lo más objetivo posible. Lo seré para mí, pero no tanto para quienes depositan sus filias al 100% en una ideología, sea de derecha o de izquierda. Un hombre nulo es algo espantoso, pero hay algo peor todavía, y es un hombre anulado, que es el caso del (ex) presidente Evo Morales.
Dice Nicolás Maquiavelo que la sangre fría e imperturbable es la verdadera fuerza del político profesional, creo que toda esa virtud la perdió Evo Morales en este desaguisado que se presentó el fin de semana, donde su voracidad por el poder le ganó la partida.
Al (ex) presidente Morales se le olvidó de manera rotunda aquello que plasmó Machado en su poesía en el sentido de que en esta vida todo es cuestión de medida. Mucho amor, poco amor, muy feliz, muy triste, muy tramposo o muy dictador.
Creo que nunca entendió la Historia, el recurso de tomar mano de ella e interpretarla en forma por demás caprichosa no le garantizó entender su futuro como obstinado presidente de Bolivia y pagó las consecuencias a un precio muy alto.
La escritora mexicana de izquierda Elena Poniatowska fue muy certera en su descripción de las ambiciones de poder al decir con precisión quirúrgica aquello de: ¿Por qué los presidentes de la República quieren eternizarse en el poder? ¿Por qué insiste Evo Morales en creer que no hay nadie más que él?
Esto bien se puede aplicar a los hermanos Moreira en Coahuila o al finado matrimonio de los gobernadores poblanos, Rafael Moreno Valle y su esposa Martha Erika Alonso. Y agréguele a los próximos candidatos que desde ya se están cocinando en nuestro estado de Tamaulipas. Eso quiere decir que ya sea de izquierda o de derecha, no hay ideología que no persuada a quienes detentan el poder que, sí hay alguien mejor que ellos o alguno de sus familiares para sucederlos. En qué momento les gana la avaricia del poder político y les hace suponer que no hay nadie mejor que ellos o algún familiar para seguir en la ubre del poder.
Evo Morales tuvo la soberbia de creer eso y véalo ahora querido lector; no se dio cuenta que es imposible gobernar si se pierde la valiosa legitimidad y la invaluable credibilidad que dan las redes sociales. Casi catorce años en el poder con un sentido común profundamente egoísta que no le permitió darse cuenta que era y es prescindible; nunca escucho al divo de Juárez en aquello de que en este mundo nadie es indispensable. Ojalá lo entiendan en nuestro país desde nuestro presidente AMLO hasta cada uno de los gobernadores vigentes, algunos de ellos con la tentación de heredar a alguno de sus familiares, ¡Madre mía!
Todo el cerebro de Evo Morales se convirtió en un microcosmos racional, y encontró en él su altar, su rastro de culto, unas neuronas en las que estaba grabada la palabra reelección. Y en esa, su tragicomedia humana, le tocó vivir el drama que durante esos catorce años fue una comedia solo para él.
Querido y dilecto lector, la ráfaga de poder que lo acompañó en los primero años, desde el 2006, se le terminó de una manera ominosa. Pudo haber terminado con las guirnaldas aromáticas del ser el primer indígena que gobernó su país, pero no. Le ganó su hambre de poder. Cuando debió decir “no”, volvió a decir “Va otra vez”.
Ecuánime es la palabra clave que quienes detentan el poder la ignoran en su hybris, que es ese misterioso trastorno mental, la razón por la que los dictadores no quieren dejar el poder. Es la borrachera del éxito en el contexto del poder político.
Por mucho que AMLO aplauda a Evo Morales, la ciencia dice que los dictadores están bajo un mayor riesgo de sufrir este trastorno. La ciencia confirma que las personas que padecen este insólito síndrome suelen ser soberbias y arrogantes y despreciar a los demás. Asimismo, se exaltan al hablar y pierden contacto con la realidad. Se creen indispensables.
La verdad es que no es privativo de Evo Morales o de Maduro o el mismo AMLO, el mismo George W. Bush, así como Tony Blair, Adolf Hitler y Margaret Thatcher son algunos de los políticos afectados por este síndrome, y si le buscamos un poquito a nivel estatal podremos entender muchas conductas de los poderosos.
Por lo pronto el caso del (ex) presidente de Bolivia es un buen espejo para verse y no caer en el mismo padecimiento.
El tiempo hablará.