Locuras Cuerdas

Cuidemos la industria maquiladora en Matamoros

El mundo deja caer y morir todo lo que no representa para el género humano una virtud. Víctor Hugo.
Estamos muy cerca de la renovación de los contratos colectivos de trabajo de las maquiladoras en Matamoros.
En el momento en que este drama de la industria maquiladora penetre en el espesor de lo cotidiano de nuestra ciudad cubrirán los tiempos que actualmente estamos viviendo. En ese tenor no es conveniente ningún equívoco. Esperando que todo sea con arreglo a derecho y notoriamente justo para los obreros, sin intenciones ocultas por parte de los involucrados.
La historia sindical en Matamoros nos ha entregado su voluntad visible en los acontecimientos, en los que hace treinta años algunas empresas se vieron obligadas a irse de nuestra ciudad; fue un texto oscuro escrito en una forma misteriosa, en la que el líder sindical Agapito González Cavazos tuvo mucho que ver. Empresas como Zenith y Fisher Price se vieron obligadas a irse de nuestra ciudad.
Los que no somos ni empresarios ni obreros traducimos en seguida aquellos acontecimientos y quizá hacemos traducciones apresuradas, incorrectas, llenas de faltas, de lagunas y de contrasentidos. Lo cierto es que no queremos que la historia se repita y perdamos fuentes de trabajo a costa del triunfo de unos cuantos.
¿Qué puede haber detrás de la propuesta de sindicatos nuevos para nuestros obreros? Muy pocas inteligencias lo pueden deducir. Las más sagaces, las más serenas, las más profundas descifran lentamente y cuando llegan a la conclusión definitiva, todo se ha verificado.
Los errores sindicales pasados de Juan Villafuerte y de Jesús Mendoza son excelentes proyectiles para Susana Prieto con su flamante sindicato registrado. Los afecta sabiamente por donde son vulnerables: en el flaco de su coraza, por falta de lógica, atacan al sindicato en su realismo, y gritan: Eres sindicalizado, ¿Por qué quieres a este líder? Las facciones son ciegos que apuntan bien.
Y entre el ataque del pasado y el ataque del porvenir el establecimiento de una mesura necesaria en los obreros pudiera resistirse. Conservar la paz tan necesaria para que las inversiones lleguen, aumenta la complicación. Si la cabeza de los obreros se calienta sin ver el interés genuino de nuestra ciudad, podemos perder fuentes de trabajo o líneas nuevas de producción.
Una armonía deseada equivocadamente es muchas veces más onerosa que una guerra. Por fuera de los sindicatos de siempre, propiamente dicho, se manifiesta un nuevo movimiento.
En ese tenor los intereses se combinan, se agregan, se amalgaman de manera que forman una verdadera roca dura, según una ley dinámica pacientemente estudiada por los economistas, que son los geólogos de la política.
Los problemas que tenemos en Matamoros para los obreros de la industria maquiladora pueden reducirse a dos principales: Primer problema: Producción de la riqueza. Es decir que las fuentes de trabajo se queden. Segundo problema: Repartición de la riqueza. Es decir, la cuestión del salario.
En el primer problema se trata del empleo de las fuerzas. En el segundo, de una distribución justa y óptima de los goces. Del buen empleo de las fuerzas resulta la felicidad de las empresas y de la ciudad en sí. De la buena distribución de los goces resulta la felicidad individual.
Por buena distribución debe entenderse, no la distribución igual, sino la distribución equitativa. La primera igualdad es la equidad. De esas dos cosas combinadas, la felicidad de las empresas y la felicidad individual de cada obrero, nace la prosperidad social.
Y prosperidad social quiere decir: el hombre feliz, el ciudadano libre, y Matamoros grande. Menos de eso es victoria pírrica.
Si solo se producen las riquezas pero se reparten mal, esa solución que sólo es completa por un lado, la puede llevar fatalmente a estos dos extremos: opulencia monstruosa, miseria monstruosa; todos los goces para algunos, todas las privaciones para los demás, es decir, para el obrero. El privilegio naciendo del trabajo mismo.
Eso sería una situación falsa y bastante peligrosa que asentaría el ambiente laboral sobre la miseria particular y que fundaría la grandeza de la maquila matamorense en los padecimientos del individuo. Grandeza mal compuesta en que se combinan todos los elementos materiales y en el cual no entraría ningún elemento moral.
No se trata de un contrato colectivo que mate la producción y espante la inversión, como el carnicero que mata lo que divide. Esperemos que no se caiga en esas falsas soluciones y se entienda que matar la riqueza, no es repartirla.
Querido y dilecto lector, debemos entender que los dos problemas exigen una solución común inteligente que abone para una buena fama de la industria maquiladora de Matamoros y estar bien resueltos; las dos soluciones deben estar combinadas de manera que formen una sola. No caigamos en la oclocracia o gobierno sin ley de la muchedumbre, que es una de las formas de degeneración de la democracia, del mismo modo que la monarquía puede degenerar en tiranía o la aristocracia degenera en oligarquía. Matamoros debe ser grande.
El tiempo hablará.