Locuras Cuerdas

La ociosidad productiva

Las vacaciones quizá no son merecidas, pero son necesarias. Joaquín López Dóriga.

Te comparto algunas de mis vivencias que Dios y el destino me tenían guardado en este viaje que realizo con mis hijos y dos de mis hermanos a Jalisco y Nayarit. A pesar de ya haber comentado algo de esto en la pasada columna debo agregar que el vértigo propio de los aeropuertos no deja de parecerme altamente fascinante y cautivador. Eso de levantarte temprano para no perder el avión lo único que produce es que duermas menos y con ello te despiertes antes de que suene tu despertador. Tanto que he criticado a Pinochet y en este tipo de circunstancias me aflora el dictador que me habita. El blanco de mi esencia autócrata y dictatorial son mis hijos. No hay margen de negociación en esa dictadura familiar. Te levantas porque te levantas, te arreglas porque te arreglas y estás listo a la hora indicada simplemente porque así debe ser. Punto. Cuando aterrizó eso en mi entendimiento, pienso que ningún dictador sudamericano descrito por Vargas Llosa en sus novelas, me llega a los talones. A propósito de dictadores en las novelas, te sugiero, sesudo lector “La Fiesta del Chivo”; Rafael Trujillo en República Dominicana fue en verdad en todos los sentidos cruel.
Debo aclarar que escribo la presente columna desde el paradisiaco sitio que es la ciudad de La Cruz de Huanacaxtle, desde Nayarit. Ubicado a escasos kilómetros de Puerto Vallarta y es un poblado que se ha modernizado gracias a la construcción de la Marina Riviera Nayarit, la más grande y moderna del corredor, esto ha generado un ambiente en el que conviven armónicamente la vida típica de un pueblo mexicano con la sofisticación de un proyecto como la Marina. De tal forma que en mi visita a La Cruz, como la denominan sus habitantes, hemos tenido la oportunidad de vivir y ser testigos fascinados de vivas postales como el embarcadero y la cautivadora vista del Océano Pacífico.
Guadalajara y Chapala son dos de las ciudades que hemos podido visitar antes de este poético lugar. Debo agregar en mi escrito que Chapala no era un lugar que me sedujera pero a insistencia de mi hermano nos perfilamos a este destino tan mexicano y tan jalisciense. El destino inexorable y obligado era el emblemático Lago de Chapala pero antes pude caminar con mi hija por sus céntricas calles y perdernos literalmente en ellas; dicho sea de paso es la mejor forma de conocer un lugar desconocido, perdiéndose en él, eso hicimos, motivados por una menudencia de mi adorada hija que anhelaba comprar un detalle en la mencionada ciudad.
Habiendo incursionado, como bien hacia el escritor ruso Dostoyevsky a donde quiera que iba, entre los pobladores chapalanecos, viendo sus rostros, contemplando su ir y venir en medio de su andar cotidiano y de una rutina que los hace presos sin que ellos puedan asimilar las cadenas que los hace renunciar a su libertad en el día a día de sus trabajos, igual a cada uno de nosotros cuando no estamos de vacaciones. Una vez sustraído de esta fascinación antropológica tomamos una lancha que nos llevó a la isla del Alacrán. Llegamos buscando a estos artrópodos y la búsqueda fue infructuosa porque el nombre asignado no es por que en el lugar haya dichos animales, sino por la forma propia de la isla. Los originarios de esta isla, según nos contó Omar, un mesero, creen con vehemencia en la Virgen de Guadalupe, amén de otro tipo de creencias que colinda con la brujería; solo lo escuché sin externar mi opinión al respecto, justo como lo hacía en la primaria cuando aún no tenía sentido crítico ni era tan respondón como al día de hoy la metamorfosis de la vida me tiene ubicado.
Tuvimos una tragedia tecnológica al salir de Guadalajara con camino a Huanacaxtle con rumbo a Puerto Vallarta, y fue que el GPS del automóvil rentado funcionaba como los nuevos burócratas de la Comisión Nacional de Energía, nos hizo tomar decisiones erróneas pues nos llevaba a puntos donde no queríamos estar. Todo esto se tradujo en contratiempos inesperados y al final salimos de Guadalajara con un retraso de poco más de una hora.
Infiero en forma por demás contundente que los contratiempos en las vacaciones deben estar dentro del plan de acción de quienes las realizan, a riesgo que, de no hacerlo puedes caer en un colapso emocional y terminar enojado con medio mundo. Justo como Nicolás Maduro reacciona ante todos los contratiempos que Venezuela está viviendo después de haber entrado en esa aventura chavista que parece estar ya caduca.
A partir de esta línea quiero ser muy solemne. O debo decir, más solemne de lo común. El Océano Pacífico me contempla desde la inmensidad de su majestuosidad. Plasmo las letras de esta columna frente a esa grandeza que me cautiva los sentidos en forma por demás mística y desbordante de emociones. Debo agregar que este océano, paradójicamente, no es pacífico, todo lo contrario, la bravura de su esencia se traduce en un fuerte magnetismo para los surfistas.
A riesgo de que en los detalles me invada la obviedad, en la Nueva Riviera Nayarit, en el espacio conocido como Punta Pelícanos, la amplitud del horizonte del Océano Pacífico se pierde en la distancia en una línea horizontal perfecta que hace contacto con el cielo, abajo de esa línea, el color turquesa del agua y arriba de la misma el color azul cielo. La simpleza de la naturaleza es inspiradora para generar ideas y ponerlo a uno a filosofar de cualquier tópico. En ese entorno diálogo yo con mis hijos de todo y de nada. Y en ese diálogo de nimiedades saboreo la vida que me ha tocado vivir. En algún momento de la vacación, del ocio productivo, contemplo por un lado las olas que golpean con agresividad la orilla de la playa, y por otro a mis hijos conformados por un universo infinito de preguntas que son parte de su existencia y de su esencia. La conclusión es que ni el océano ni mis hijos son pacíficos y me gusta ser esclavo de las emociones que propician en mí. Creo que más bien son atlánticos.
Nuestro próximo destino es Tequila. En su momento abordaré los detalles de esta típica bebida mexicana con denominación de origen; este concepto significa que es hecho y desarrollado bajo procesos tradicionales en los que se utilizan materias primas que solo se producen en dicha zona. Las particularidades del suelo y el clima dan a esta bebida un distintivo único. Y así como no puede haber champagne de otra nación que no sea Francia, igualmente no puede haber un Tequila que no sea de nuestro país. Pero eso es materia para una próxima columna.
El tiempo hablará.