Locuras Cuerdas

Callados y dóciles

7/02/2019 – Recuerdo que en mis días de universitario en la clase de Metodología, mi siempre recordada maestra Carmona, de esas maestras que cuando la tienes vigente la acusas de dictatorial, pero después le reconoces que académicamente fue lo mejor que te pudo haber pasado en la vida. Pues bien, ella nos ponía un ejercicio que consistía en ahorrar espacio por la eliminación no solo de palabras inútiles sino también de los hechos superfluos, hasta dejarlos en la pura esencia sin afectar su poder de convicción.
Me encantaba ese ejercicio pues siempre tuve aberración en la iglesia a los pastores o sacerdotes que hablan y predican de tal forma que no sabemos cuándo van a dejar de hablar; descomponen el evangelio de Jesucristo con su verborrea producto de su vanidad para demostrar su “abundante” sabiduría bíblica. Volviendo pues al relato de mi clase de Metodología, el ejercicio de mi aludida maestra Carmona consistía en borrar todo lo que pudiera sobrar en un género drástico en el que cada palabra debería responder por toda la estructura.
Era fantástico aprender a condensar un discurso de cuarenta y cinco, en quince o hasta diez minutos. Ahí aprendí que se puede decir mucho con poco. Pero también aprendí que los silencios hablan a veces más nítido que las palabras y que en una entrevista no hay que descuidar nunca la cara del entrevistado, que puede decir mucho más que su voz y también que las conductas son muy reveladoras.
Es definitivo que en medio de los conflictos laborales en nuestra ciudad que hoy surgen como una epidemia, los silencios del Gobernador Cabeza de Vaca y de la secretaria Luisa María Alcalde son letales. Pero hay otro silencio, incluso más ofensivo. El de los matamorenses que no hemos sabido organizarnos para llevar a cabo las acciones necesarias y hacer que se venga a poner orden en nuestro terruño.
Recuerdo aquel poema que a la letra dice: Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.
Quisiera saber cuál es en este momento el nivel real de nuestra responsabilidad colectiva. Los que sentimos que Matamoros nos incumbe debemos hacer algo y si no sabemos qué hacer indaguemos en nuestro interior o en la historia lo más óptimo. O acaso esta situación nos va a proyectar con toda su crudeza que en realidad somos un conjunto de egoístas y que no sabemos hacer equipo ni siquiera para cuidar el futuro de nuestra ciudad, cada quien vive a su modo y acomodo. Iremos campantes por la vida con la túnica inmaculada de nuestra cobardía y nuestro egoísmo. Tendremos una cita pendiente en el futuro con nuestros hijos o nietos para decirles que no supimos defender nuestro futuro.
Mi querido y dilecto lector, de seguir comportándonos como si no pasara nada vamos a tener que desarrollar un talento de ilusionista para escabullirnos de preguntas y respuestas para no dejarnos concretar sobre nada. En un futuro diremos que la historia de tanto paro y tanta huelga es verídica pero que no es rara en una región y en un gremio donde lo más natural es no saber desempeñarse en equipo.
Estos que estamos viviendo ya sucedió hace veintisiete años y hoy este drama nos dice con soberbia resplandeciente: Te voy a dar una cápsula de nomeolvides para que aprendas que lo que tú no defiendes por ti, nadie vendrá de otras tierras a hacerlo mejor que tú. Debo decir que vivo con la quietud intensa de quien espera algo que no ha de llegar.
Al no encontrar el camino para organizarnos como colectividad que clama en medio del desierto pareciera que no queremos desafiar a un destino tan incierto y persistente como el que se nos presenta. Espero que después de esta vivencia no seamos castigados por los retortijones del arrepentimiento.
A los matamorenses no nos fue posible encontrar otra historia como esta, porque no era de las que se inventan en el papel. Las inventa la vida, y casi siempre a golpes. Y no lo dicen abiertamente los corporativos de las empresas maquiladoras pero, para algunos CEO el Estado de derecho en Matamoros ya no es un pescado muerto sino podrido. Y nosotros nos quedamos olímpicamente callados.
Ante los hechos consumados, estamos educando a nuestros hijos de que la versión de que somos leal e invicta es ya una gloria reprimida y no he de negar que a veces quisiera distraerme de la realidad de nuestra ciudad que es terrible.
El tiempo hablará.