Locuras Cuerdas

Digresiones

No conceda a la crítica y a la alabanza más valor del que tienen. Azorín.

17/01/2019 – Mucha gente quisiera que el tema de la gasolina ya se resolviera y pasara de moda y de esa forma poder abordar otros temas que le den variedad al espíritu de lectura que a muchos los conforma. Hoy abordaré un tema que tiene que ver con la naturaleza humana y que se enriquece a fuerza de observar y de convivir con las personas. Evitaré abordar el punto que está en boca de todos o, para adaptarlo a nuestros tiempos, está en la tecla de todos, el monotemático tema del huachicoleo.
Permíteme apreciado lector tocar un tema que te sirva de reposo del lacerante y complicado tema de la gasolina. Dejemos, por esta ocasión que AMLO y sus cercanos colaboradores sigan atendiéndolo con el mismo entusiasmo pero con mejor estrategia esta espiral de desvergonzada ilegalidad, que si fuera un ente viviente ya tendría su mayoría de edad, dos décadas.
Querido y dilecto lector, bajo el influjo inevitable de lo que estamos viviendo en nuestro querido México, y viendo con azoro la forma en que la gente sin empacho alguno, en las redes sociales, destila sus odios, sus filias y sus fobias, llego yo, a la nada agradable conclusión de que en estos tiempos modernos en que los juicios se formulan rápidamente y en que todo el mundo escribe lo que le viene en gana y cada quien hace como bien le parece, sin un patrón central de conducta. En ese tenor considero que existen muchas reputaciones gloriosas que no tienen fundamento ninguno, pero también su contraparte, muchos desprestigios que no deben ser considerados como tales.
A fuerza de vivir mi vida, más que solamente existir, puedo entender que muchas de estas poéticas reputaciones y estos dramáticos desprestigios son como llamarada de petate o para que mejor me entiendan muchos, como espuma de cerveza: difícilmente resistirían a un ojo analítico, o examen atento, y de esa forma llegar a la fatídica y dramática conclusión de que con la misma rapidez con que se fabricaron, de la misma forma, se disipan.
Me he topado con infinidad de personas; esa hipérbole la utilizaba mucho mi madre cuando quería decir que había muchas personas involucradas en su argumento. Bueno, después de este chispazo de digresión y nepotismo materno continuemos con el punto. Me he topado con infinidad de personas que apelan en forma continua a la opinión de terceros de su persona. Inmediatamente les reviro argumentando que hoy en día la gente no quiere creer la verdad. Les apetece sobradamente creer lo que se acomoda mejor a su desbordante morbo y sus inevitables prejuicios previamente sembrados en su psique por un ser querido. Tal cual lo hizo en su momento la mamá del escritor y poeta alemán John Goehte. Solo que la madre de este perilustre germano hizo muy buen trabajo, además de que el susodicho se juntaba con gente igual de talentosa que él; sirva de ejemplo su entrañable amistad con el insigne y admirado músico clásico Félix Mendelssohn. Diría el no menos talentoso francés Honorato de Balzac: El que anda con la miel, algo se le pega.
Hoy es día de digresiones. Pero continuemos con el punto. Luego entonces eso de estructurar la vida a la opinión o crítica de los demás seres humanos a quienes la verdad como objetivo de búsqueda existencial es lo último que les interesa, pues como que resulta muy poco inteligente desempeñar conductas en base a este estímulo.
Menciono lo anterior en base a las múltiples censuras a las que hoy en día se enfrentan gente como Trump, Macron, AMLO y toda la pléyade de personajes que protagonizan con sus acciones, buenas o malas, o medianamente buenas o medianamente malas, las críticas más crudas y que se ventilan sin filtro alguno en un mundo globalizado y cada vez más conformado a la idea de la aldea global, como justamente lo dijo en su momento el canadiense Marshall McLuhan, que de su eminente sapiencia broto oportunamente.
El escritor español Azorín recomienda a estos políticos, que deben meditar en el valor de las censuras y de las alabanzas. Y aterriza en una conclusión sabia que es de mucha utilidad. No conceder a la censura y a la alabanza más valor del que tienen. Afirma que es fácil ser indiferente a la censura o sobreponerse a la contrariedad que nos produce; concluye que, no es tan fácil tomar el elogio en el sentido que realmente tiene. Todos los políticos habrán de pensar que son muy pocos los elogios que son capaces de llenar y satisfacer a una persona delicada. Un hombre vulgar se henchirá de satisfacción ante un elogio impreso en un periódico o en un libro; un espíritu frío, acaso note en tal elogio una hipérbole, una exageración. Continuaremos filosofando por que el espacio terminó.
El tiempo hablará.