Locuras Cuerdas

Matrimonio y divorcio
Todos los seres superiores son egoístas. Goethe.

29/11/2018 – Filosofar es tratar de mirar las entrañas de las cosas cotidianas de este mundo y de saber aterrizar con palabras precisas la cascada de pensamientos que fluye por nuestra mente cuando nos atrevemos a entrar en el fascinante mundo de lo cotidiano. Desde el movimiento armonioso de los párpados de cada uno de mis hijos en los que puedo asimilar la magnificencia de Dios al permitir esa poética coordinación a mis hijos de poder abrir y cerrar la cortina de sus globos oculares sin la menor carencia que afecte la feliz cadencia. Todo ese proemio o introducción de esta columna, querido lector, solo para comunicar simplemente que me gusta ver parpadear a mis hijos en el corto tiempo que lo hacen pues hay un mundo de cosas y pensamientos en ese instante tan breve que más bien me parece infinito.
En ese mismo ritmo filosófico, diré que en días pasados tuve la oportunidad de entablar una fecunda charla de tres minutos por televisión con mi amigo y maestro Ernesto Parga en donde tuvimos oportunidad de hablar del amor. Más bien de una versión hostil del amor que es el divorcio. En dicha dialéctica filosófica y mediática los argumentos de Ernesto eran a favor de la familia y en contra del divorcio, los míos no eran precisamente en contra de la familia pero sí eran a favor del divorcio. Al analizar dicho encuentro en retrospectiva puedo resumir una deducción desconcertante, y es que él tenía toda la razon del mundo, pero yo también.
Creo que en el andar de la vida el amor es un poema enteramente personal. No hay nada que no sea, al mismo tiempo, verdadero y falso en cuanto la gente se expresa de él. No es una postura comodina para darle la razón a todo mundo. Una postura inteligente es no casarte para divorciarte. Hoy, con el paso de los años, a mi leal saber y entender puedo afirmar que es tan decisorio el papel de la casualidad, en la cual a veces triunfa lo irracional y fracasa lo razonable, y así como León Tolstoi dice, desde su sabia perspectiva rusa que ganar y perder son hermanos gemelos podemos asumir que suerte y desgracia acaecen de forma inesperada por igual.
Decía Honorato de Balzac en su esplendorosa y extensa obra “La Comedia Humana” que casarse es una apuesta o un tiro al blanco, en la primera óptica puedes ganar o perder y en la segunda puedes atinarle o errarle. En la nueva constitución moral que pretende construir AMLO debería asignarse como obligatorio la lectura de este hombre genial que tuvo una vida cargada de tormentas y luchas, más rica en obras que en días y que a través de la minuciosa observación pudo proyectar los abismos que todos llevamos dentro y que a mí me sucede, con dicho abismo, como con la mirada de mi hija, que despide con sus ojos un fuego fascinante.
Uno de sus personajes femeninos sufría el dilema para escoger cónyuge y no quería que su elección llegara al divorcio. Preguntando cómo pedir la intervención divina. Si pedir a Dios “Ayúdame a casarme con el hombre al que amo” o “Ayúdame a amar al hombre con quien me case”. Pretendía llegar a un mismo destino de estabilidad familiar por caminos diferentes.
Hoy estoy convertido en un minotauro existencial y creo que una mujer y un hombre pueden congeniar perfectamente en cuanto al grado de su libido y ser tal para cual; pero también ambos tener sus ribetes de misticismo y los dos a su manera idealizar el amor. Y así, él encontrar en ella no solo a la mujer perfecta, sino también la bendita poesía de la señora y la hembra, pero también la seductora dualidad contraria, el ángel y la bestia. Ella por su parte encontrar en él al hombre todo su brutal desahogo y de esa forma poder ser felices.
Querido y dilecto lector, en este breve espacio de filosofía doméstica es importante ubicar que el amor romántico anhela la totalidad, por eso, el romántico es siempre desdichado y no entiende que antes de aterrizar en el matrimonio, por una extraña razón la ley de la química afecta a las personas como si fueran elementos y hay elementos que son por naturaleza incompatibles. Eso aplica también en la política, por eso algunas veces no digerimos a unos políticos ni con embudo y a otros inexplicablemente los toleramos; decía mi madre, muy oronda con su título de química industrial que hay que saber seguir en las personas el rastro luminoso de la química para estar en consonancia con este mundo.
Concluyo este intento de filosofía lírica con una frase del sabio alemán Goethe: Da más fuerza saberse amado que saberse fuerte, pues la certeza del amor cuando existe, nos hace invulnerables.
El tiempo hablará.