Locuras Cuerdas

Todos mentimos

No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. Levítico 19:11.

9/10/2018 – Inicio la presente columna, después del fragmento bíblico, con una frase corta que me persigue la existencia últimamente como si hubiera descubierto el hilo negro de la vida: La gente te sorprende. Decía el filósofo español José Ortega y Gasset que el hombre es una entidad extrañísima que para ser lo que es, necesita primero averiguarlo, y yo agregaría que en ese escabroso tenor de búsqueda nos podemos topar con indicios de crudas y hasta cínicas formas de ser de la humanidad.
Mi querido y dilecto lector, todos mentimos. O para ser más preciso, lo pondré en presente continuo: todos estamos mintiendo. Y como dicen los americanistas muy orondos, ódiame más por lanzar a la palestra una generalización tan agresiva. Si lo que estoy expresando no es verdad pues entonces estoy afirmando con mis hechos personales, la afirmación generalizada lanzada al ruedo. Pero en cada individuo esa difusa apelación se concreta en un perfil más o menos singular. Mentimos a la medida de nuestra circunstancia para no lastimar, para no agredir o para salvar relaciones que no queremos fuera de nuestra cotidianidad.
En días pasados disfruté en mis tiempos de ocio una fascinante serie en Netflix que me cautivó, la serie de televisión “Dr. House”. Cada capítulo era para mí un ensayo de filosofía práctica, cruda algunas veces, pero siempre aportativa. Podemos deducir que el personaje en cuestión era uno de los antihéroes más desafiante y complejo en la historia de la televisión conocido como Dr. Gregory House, quien, en dramas cargados de cierta ficción, se dedicaba a diagnosticar la enfermedad de sus pacientes, todos ellos elegidos por lo complejo de sus signos y síntomas que manifestaban la existencia de una enfermedad que se ocultaba y que requería de conocimiento y tenacidad para dar con el diagnóstico preciso para salvar la vida del susodicho paciente.
Lo interesante, para mí fascinante, de esta serie es que la premisa del doctor House es un aforismo un poco incómodo para sus pacientes. Dicha premisa es que “Todos mentimos”. A partir de esa ácida afirmación se expande expresando que mienten los enfermos, mienten los parientes y amigos de los enfermos, mienten los médicos, mienten las personas catalogadas como normales. Y algo que me deja verdaderamente atónito, es que declara con singular vehemencia que mentimos con tenacidad y enjundia la sociedad en su conjunto. ¡Que personaje tan pesimista y dramático es el tal Dr. House! Con justa razon me podrás decir, sesudo lector, que es una serie de personajes ficticios. Pero yo agregaría lo que decía el apóstol Pablo, antes llamado Saulo de Tarso, en el libro de Romanos: Analizadlo todo, retened lo bueno.
En el caso de la serie mientras todos mienten, la enfermedad y la verdad permanecen ocultas. Al ver el personaje de esta serie, quizá debo declarar como un gusto culposo de mi parte que me cautiva, House es filosóficamente un cínico; en los inicios de sus relaciones “Doctor-paciente” no juzga, sólo sabe y acepta que todos mienten, incluso él, que utiliza la mentira para extraer con ella información que le lleve a descubrir la verdad necesaria para atacar y matar a las causas de las enfermedades de sus pacientes, atacando de paso las enfermedades del espíritu que también están presentes.
House es un personaje con fundamentos filosóficos aristotélicos, pero, un poco incómodo para los cristianos con sus rasgos sustentados en Nietzsche. Es obvio que detrás de los guionistas de esta serie hay un equipo de excelentes médicos, pero sobre todo un equipo de filósofos verdaderamente impresionante. Al verla, apreciado lector, entiendes que ninguna frase es casualidad y cada una logra la cautivadora finalidad de hacernos pensar. En medio de todo su temperamento incómodo, House está afectado por el hermoso defecto de la curiosidad.
Pues bien, permítaseme un poco de deliberada benevolencia y en esa línea de pensamiento podemos afirmar que en House mentir no es precisamente un defecto porque asume que existe y usa la mentira como herramienta de manera consciente.
Dos preguntas quedan en el aire filosófico para plantearlas con desparpajo, después de todo es la filosofía lo que nos proyecta más insistente y obstinadamente que somos unos inexpertos en casi todo. Filosofar no significa otra cosa que ser un principiante. Las preguntas son ¿Por qué mentimos? y la más profunda a este respecto es ¿Por qué permitimos que nos mientan?
El mundo es movido por las mentiras. Nos mintió Díaz Ordaz y Echeverría en el 68. Miente Donald Trump sin rubor alguno. La mentira es una herramienta de siempre en la historia universal de la política. Del ser humano debo agregar. No conocer este detalle nos puede llevar a una estrepitosa decepción. No amo menos a mis hijos cuando me mienten. Los amo porque son mis hijos a pesar de las pocas o muchas mentiras en el ambiente familiar. Las mentiras políticas ahí están siempre, agazapadas para en cualquier momento evidenciarse.
El tiempo hablará.