Locuras Cuerdas

Elecciones vs Amistades

26/06/2018 – Solo hay una cosa en el mundo peor que estar en boca de los demás, y es no estar en boca de nadie. Oscar Wilde.
La espiral, que pudiéramos catalogar de grotesca y quisquillosa en que se convirtió la etapa electoral ha producido una exhaustividad en el ánimo de los ciudadanos que, lo que más se respira en el ambiente es el deseo ferviente de que ya estemos en los días posteriores al 1 de julio. Queremos regresar a los tiempos “normales” en que desayunamos sin las letanías manipuladoras de los diseñadores de imagen de los candidatos, que dicho sea de paso insisten en querer vernos a los ciudadanos como ovejas, y no digo borregada porque sería aludir en forma injusta a uno de los candidatos.
En verdad la psicología electoral piensa que los ciudadanos somos tan cortos de mente y tan inmaduros en las deducciones que algunos de los discursos de los aspirantes suenan más a palabras de maestra de jardín de niños dirigidas a sus alumnos recién egresados. Con ajustes en sus discursos que procuran emular una confianza que no existe con los ciudadanos pero que es el frágil parapeto de una persona en busca de votos en primera instancia y en busca del poder en segundo término.
Muchos de ellos dilapidando promesas imposibles de aterrizar en la realidad; acción que nos deja con la mirada en el futuro para ver y testificar el momento de la ya mencionada decepción ciudadana cuando los días se sucedan unos a otros y la expectativa creada en la mente de los electores comience a tocar la incómoda, fastidiosa e impertinente realidad. Pero eso no importa a juicio de los que sean los ganadores, al fin y al cabo ya estarán en sus hoy anhelados puestos y las promesas no cumplidas, habitualmente se han diluido con el tiempo en la muy corta memoria colectiva. Has fama y échate a dormir. Una fama infame que tienen nuestros políticos en la actualidad pero con la memoria que hoy tenemos, gracias a las redes sociales, quienes mientan hoy, difícilmente podrán escapar de sus fallidas promesas, serán sus facturas a pagar en las próximas elecciones.
Sin embargo, en medio de toda esta urdimbre de retórica electoral que produce encantamientos de conciencia con el firme propósito de cautivar a los electores no podemos dejar pasar la dichosa, a veces fastidiosa, oportunidad de analizar la amplia e ilustre panoplia que tenemos en la conducta de cada uno de los candidatos que puede brindarnos conocimiento de las acciones de los hombres debido a una constante e incesante muestra de expresiones y contradicciones que nos ofrecen la mayoría de ellos en forma por demás olímpica y sin pudor alguno con el firme objetivo de trascender en sus aspiraciones políticas.
En ese tenor debo reconocer que anteriormente me llamaban la atención los aguerridos partidarios de AMLO, adjetivados en forma despectiva por sus oponentes como “chairos”, ellos a su vez han devuelto la copa en forma poco creativa, pero idéntica llamando a sus críticos “Chairos de derecha”.
Mi querido, dilecto y sesudo lector lo que me llama mucho la atención, en forma por demás peculiar y que me fascina como al venado lo cautiva el faroleo de los cazadores mañosos, es la forma tan apasionada en que muchos partidarios de tal o cual partido defienden a sus candidatos, al borde de la euforia electoral, capaces de envolverse en la bandera y lanzarse al vacío existencial por una persona que no conocen, y que no les conoce, a los cuales pudiéramos llamar, ya no chairos sino prófugos de Juan Escutia.
Permíteme hacerle una aclaración muy pertinente y que viene al caso. Lo que acostumbramos a llamar un hombre culto en la sociedad contemporánea, pues es obvio que sabe un poco de historia, otro tanto de geografía, un poco de literatura y de música. Pero no sabe prácticamente nada de ciencia. Siempre, invariablemente será más lo que ignore, que lo que transpira en conocimiento. Si de ser despectivos se trata, en Francia se le conoce como un clochard, lo que en el centro de nuestro país es un “teporocho ilustrado”. Lo que quiero abonar con toda esta perorata es, que lo poco que conocemos de los candidatos para la presidencia de la República es nada, no vale la pena sacrificar amistades que conocemos más aunque a veces nos den una que otra desconocida.
Decía Nicolás Maquiavelo que los hombres cambian con gusto de señor, creyendo mejorar; y esta creencia los impulsa a tomar las armas contra él; en lo cual se engañan, pues luego la experiencia les enseña que han empeorado.
El 1 de julio votaremos por los candidatos que a nuestro leal saber y entender consideramos óptimos y habrá un resultado, providencial para unos, infausto para otros, así es la democracia. Si algo se ha de perder, que sean los candidatos y no las amistades.
El tiempo hablará.