Gaceta

Votar por Tamaulipas, sí. Por partidos y candidatos, no.

Se dirá siempre cuando de participación política se trata. La gente está desencantada de quienes se dedican a esta actividad y prefieren no acudir a las urnas que engordar el caldo a gente que creen que no merece desempeñarse en cargos públicos.
Bajo esa premisa, siempre habrá decepciones políticas que afectan a la democracia, por tanto, mientras no haya líderes tipo Luis Donaldo Colosio Murrieta o José Francisco Ruiz Massieu que tuvieron un alto índice de credibilidad en la política, las personas desconfiarán de los hombres y de sus propuestas.
Que tiene que hacerse, reinventar la política, para que los ciudadanos puedan decidir su voto en bien del país, ya que, se queda contenido, por las grandes dudas que despierta la emergencia de personajes de la grilla que no son confiables.
En pleno desarrollo de las campañas políticas, no se vislumbra cómo será el comportamiento de los votantes el dos de junio que viene, en virtud de que, como factor sociológico los hay que prefieren no acudir a las urnas, para no entregar su voto a personas que no les convencen como candidatos y a partidos con los cuales no están de acuerdo.
Cierto que, todos los implicados en el proceso electoral local y legislativo dan su mejor esfuerzo, para crear ambientes electorales agradables en la búsqueda de la participación en las urnas, pero, el avance no es suficiente debido al desencanto por la política.
Ya está demostrado con estudios sociológicos que desencanto equivale a abstencionismo, pero, se encontraron que la gente está pendiente de la política, es decir, no le es indiferente y prefieren hacerse a un lado para no apoyar aquello que perciben como corrupto y no ser parte de ese mal.
También queda claro que a las personas le provoca coraje querer votar, pero, no encontrar un binomio partido-candidato que sea de su agrado y les convenza, por tanto, no están dispuestos a votar por alguien en quien no confían ya que, votar es, en sí un acto de confianza.
Hay algo que la gente no acepta para sí, incluso, hasta es motivo de autoreclamación, recriminación o incomodidad, nos referimos al hecho de haber votado por alguien y a la vuelta de unos días darse cuenta de que no era aquello que esperaban o que pensaron y terminan decepcionados, como sucedió en la elección del año dos mil, cuando ganó Vicente Fox Quesada, quien llegó a la Presidencia y de inmediato decepcionó a medio mundo.
Se supone que, del vuelo con el que anda el presidente don Andrés López Obrador y su luna de miel en Palacio Nacional, se agarrarán los candidatos a diputados locales del partido en el poder federal, pues creen que es congruente con aquello que predicó en campaña y la forma en que lleva a cabo su administración, aunque, tienen que entender que no todo es color guinda, como ellos lo ven, porque en los últimos dos meses, la percepción de los ciudadanos sobre el trabajo del presidente ha bajado entre cinco y diez puntos.
Del desencanto por la política y los políticos a la premisa de que votar implica ayudar a que una mala persona tome un cargo importante y dañe al país, la gente opta por no votar a fin de evitar esto último, pero, en realidad se pierde mucho más de lo esperado, porque no votar implica abstención y ello le pega a la democracia participativa que se supone hay en México.
Es preciso romper con el mal hábito de no votar porque no tiene caso y en la medida en que todos los políticos son malos, se llega a la conclusión de que no debe de votarse por ellos, porque se colabora con la corrupción.
Total, esto de decidir si votar o no, es un vericueto, con la posibilidad de que los ciudadanos como responsables cívicos a la hora de votar, lo hagan para que haya más participación, pero, es el desencanto con la política aquello que limita la presencia de los electores en las urnas el día de la elección.