En Arizona, toma forma el muro fronterizo de Trump

En una calle de tierra junto a árboles de dátiles, a pocos metros de una sección seca del río Colorado, un pequeño equipo de construcción erige el imponente muro que el gobierno de Estados Unidos espera que reduzca para siempre el flujo de migrantes que cruzan la frontera desde México ilegalmente.

Las cigarras cantan y equipo pesado ruge mientras bajan secciones de 9 metros del muro. “¡Ahí está!”, dice un trabajador en español al tiempo que otros enderezan la sección una vez apoyada en el suelo. Cerca de ellos, otros trabajadores recogen dátiles de palmas, no muy lejos de los campos de algodón que la gente ve desde sus autos cuando se dirige a la frontera.

Al sur de Yuma, Arizona, cercano a San Luis Río Colorado en Sonora, se eleva un gigantesco muro junto al desierto que reemplazará barreras mucho más bajas, pensadas para frenar autos, no personas.

Esta sección de 8 kilómetros de cerco es donde empieza a tomar forma la promesa más importante que hizo Donald Trump en su campaña presidencial, la de construir un muro a lo largo de toda la frontera sur.

El gobierno dijo esta semana que planea construir un muro a lo largo de entre 724 y 806 kilómetros en la frontera, que es de 3 mil 218 kilómetros, para fines del 2020, una propuesta ambiciosas financiada con miles de millones de dólares del Departamento de Defensa que habían sido asignados inicialmente a cosas como escuelas, campos de tiro e instalaciones de mantenimiento en bases militares.

También están en marcha otros dos proyectos de construcción financiados por el Pentágono en Nuevo México y Arizona, pero algunos se muestran escépticos respecto a la extensión de muro que se podrá construir en tan poco tiempo. Después de todo, es de esperar tropiezos en las obras, cuestiones de financiamiento y demandas de ambientalistas y propietarios de tierras en la frontera.

El gobierno de Trump dice que el muro, junto con la tecnología aplicada a la vigilancia, los agentes y la iluminación, son vitales para impedir los cruces ilegales.

El sector de Yuma es el tercero más transitado de la frontera con México y las autoridades instalaron en junio una tienda para 500 personas en un estacionamiento de la sede de la Patrulla Fronteriza en Yuma.

Gastaron casi 15 millones de dólares en cuatro meses, incluidas comidas, lavado de ropa y seguridad. Las autoridades analizan si la siguen usando ya que la cantidad de migrantes que cruzan la frontera ha mermado significativamente en los últimos meses.

Ello se debe sobre todo a los esfuerzos del gobierno mexicano por contener el flujo de migrantes que se encaminan al norte, luego de que Trump amenazara con imponer aranceles a las importaciones mexicanas.

La cantidad de personas detenidas en la frontera sur cayó un 61 por ciento desde mayo, que registró el punto máximo de este año, y fines de agosto. En Yuma mermó un 86 por ciento, según cifras del gobierno. La mayoría de los detenidos viajan en familia o son menores no acompañados.

“Históricamente, este ha sido un punto muy transitado tanto por vehículos como por familias y menores no acompañados durante la crisis que hemos vivido el último par de meses”, declaró el vocero de la Patrulla Fronteriza José Garibay. “Venían de a montones dado que solo teníamos balizas y barreras para frenar vehículos únicamente”.

Víctor Manjarrez Jr., ex jefe de la patrulla migratoria, hoy profesor en la Universidad de Texas en El Paso, fue quien instaló las primeras barreras de la frontera sur, en San Diego, California.

Ha visto la evolución desde de los muros, hoy sofisticados proyectos que cuestan miles de millones de dólares y son construidos por contratistas privados.

Manjárrez opina que muros altos son cruciales en algunos sectores y no tanto en otros, sobre todo en tramos remotos del desierto, en los que bastan sensores y más tecnología.

“Una fórmula no encaja en todos lados y el muro en sí no es la única solución. Es una combinación de varias cosas”, afirmó Manjárrez.

La complejidad del trabajo varía de sitio en sitio y depende de cosas como la disponibilidad de agua, señaló Manjárrez, agregando que “el solo hecho de que haya una tierra plana no quiere decir que es algo fácil”.

Opinó que construir entre 724 y 806 kilómetros de muros para fines del año próximo será difícil si esa cifra no incluye los tramos ya existentes.

Señaló que las obras progresan “bastante rápido”, pero que había que determinar si el gobierno necesita tanto muro.

El gobierno podría tener que enfrentar demandas de propietarios de tierras que no quieren cederlas y de ambientalistas que afirman que los muros frenan la migración de animales y pueden cortar el agua.

Agencias