EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

Ramón Durón

9/10/15

¿Quién ha visto mi pájaro?

Chesterton con meridiana sapiencia dijo: “Los cuentos superan a la realidad, no porque nos digan que los dragones existan… sino porque nos dicen que pueden ser vencidos”.
Pues hay un cuento hindú que dice: “Que un rey muy rico de la India, tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales y ser de profunda religiosidad, cosa un tanto inusual para un personaje de su categoría.
Movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos, que caracterizaban a la nobleza de su tiempo.
El hombre después de saludarlo, le preguntó:
— Majestad, ¿cuál es su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza?
— Te lo revelaré, –dijo el Rey– si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga… ¡te decapitaré!
Al término del paseo, el rey le preguntó: — ¿Qué piensas de mis riquezas?
— No vi nada –respondió el hombre–, sólo me preocupé de que la llama no se apagara.
— Ese es mi secreto –dijo el Rey– estoy tan ocupado avivando mi llama interior, que no me interesan las riquezas de fuera.”1
Cuando avivas tú llama interior vives con amor y pasión cada instante de tu vida, contactas con lo más íntimo de ti mismo, entonces, como por arte de magia, eliminas el miedo, el ego, el dolor y los apegos; te liberas de la necesidad de ser el dueño de la razón, sin saber ¿Cómo? o ¿Por qué?, brota un ser renovado, que hace de tu alma un refugio Divino.
Al avivar tú llama interior, escuchas tu corazón, que tiene respuestas que la sabiduría desconoce; despabilas tu camino al someterte a las duras pruebas de la existencia, se forma tu carácter luchando en la tempestad; reconoces que la razón de tu vida, está en el deleite y la felicidad de encontrarte contigo mismo.
Al avivar tú llama interior, fortaleces tu carácter, haces que el amor y la felicidad te sigan, transformas tu mundo, vives con una sorprendente calidad y calidez humana, a cada paso expresas el amor incondicional que vive en ti, que te ayuda a que la historia de tu vida valga la pena.
Cuando avivas tú llama interior, iluminas tu camino, aprendes a dar sin condición, eliminas odios y resentimientos, consolidas la paz de tu alma, alcanzas la mejor de las conquistas, la de ti mismo, entonces disfrutas plenamente cada instante de la fuerza de la vida.
Avivar tú llama interior, revoluciona tu alma, te lleva al despertar íntimo, que te enseña que el amor va de la mano del perdón, que te reencuentra con la grandeza de la naturaleza de tu ser holístico, que hace que brote una fuerza espiritual inconmensurable.
Al avivar tú llama interior, aprendes los caminos secretos del universo, reconoces que nadie llega de imprevisto a tu vida, porque dos almas no se cruzan por casualidad.
Cada persona que llega a ti, aviva tú llama interior, es un maestro portador de una enseñanza, unos traen miedos y odios, unos traen paciencia, otros tolerancia, otros armonía, Luz Divina y entusiasmo, cada uno es un gajo de sabiduría para ti, que te enseña que la felicidad no depende del poder o del dinero, sino de la paz, del equilibrio que hay en tu interior, de lo que piensas y sientes en el aquí y el ahora.
Avivar tu llama interior, es hacer tuyas las enseñanzas de la inteligencia de tu Maestro Divino, para vivir en armonía con el universo, tomando conciencia de tus pensamientos y sentimientos, accesando a una comunicación renovada con tu trinidad mente-cuerpo-alma, con el Ser de luz que eres, para que brilles con la intensidad del sol y vivas a plenitud tu paz interior y alegría.
A propósito, “Un sacerdote aficionado a la ornitología, en la sacristía tenía 12 pájaros. Todos los días los soltaba para que volaran y éstos siempre regresaban a sus jaulas. Pero un día sólo regresaron 11, así que el sacerdote, aprovechando el gentío de la misa de 12 del domingo, preguntó:
— ¿Quién tiene un pájaro? Todos los hombres se levantaron.
— Disculpen, no me expliqué bien. ¿Quién ha visto un pájaro? Todas las mujeres se levantaron.
— ¡No, no! lo que quiero decir es: ¿Quién ha visto mi pájaro?
¡TODAS LAS MONJITAS SE LEVANTARON…!”.