El dedazo se impone: así funcionan las cosas

El “dedazo” presidencial con el que llegó Enrique Ochoa Reza se hizo evidente en la ceremonia de protesta y todos los asistentes a la sesión del Consejo Político Nacional del PRI lo asumieron con aplausos al presidente Enrique Peña Nieto.

19/7/2016 – CIUDAD DE MÉXICO .- Su llegada no causó algarabía y tampoco la típica fiesta priista de matracas, cornetas y acarreo. Más bien fue un acto protocolario, frío, una celebración forzada por las circunstancias. El “dedazo” presidencial con el que llegó Enrique Ochoa Reza se hizo evidente en la ceremonia de protesta y todos los asistentes a la sesión del Consejo Político Nacional del PRI lo asumieron con aplausos al presidente Enrique Peña Nieto.
“Sí fue un dedazo presidencial, pero así es como funcionan las cosas”, expresa con naturalidad el excandidato presidencial priista Francisco Labastida, quien admite que Ochoa es parte del grupo cercano a Peña Nieto, al contrario de lo que pasa con el sonorense Manlio Fabio Beltrones.
“Así se lo dije a Manlio, a quien conozco y respeto; le dije en dos ocasiones: ‘Perdón, Manlio, no eres del grupo, creo que entras (al PRI) con cosas en contra, con factores en contra”, relata Labastida, quien fue gobernador de Sinaloa, secretario de Gobernación y de Energía, senador por Sinaloa y candidato presidencial del PRI en 2000, cuando perdió ante Vicente Fox.
En este mismo sentido se expresa Dulce María Sauri Riancho, expresidenta nacional del PRI: “Desde el inicio de este gobierno, Beltrones fue un outsider, un ‘fuera de lugar’ del grupo nucleado en torno al presidente de la República. Ahora en 2016, de cara al supuesto fracaso de la experiencia y la conciliación interna, el presidente Peña Nieto retomó su posición: no más exgobernadores con expedientes; no más acercamiento hacia grupos o generaciones distintas. Va su resto político, en una estrategia que si tiene algún contratiempo, no habrá manera de recuperarse con oportunidad hacia 2018. Ochoa tiene lo que Beltrones no tuvo a plenitud: la confianza presidencial”.
Abogado y doctor en ciencia política, Ochoa fue impulsado directamente por Peña Nieto como el nuevo dirigente nacional del PRI, en relevo de Beltrones, quien presentó su renuncia luego del descalabro en siete de las 12 elecciones a gobernador del 5 de junio pasado.

Otra muestra del viejo PRI

Ochoa, exdirector de la Comisión Federal de Electricidad, fue elegido con el famoso método del “dedazo presidencial”, que con Peña Nieto ha recobrado nuevos bríos.
En mayo de 1994, en plena campaña, Ernesto Zedillo manifestó que, cuando ganara, mantendría una “sana distancia” con el PRI, y eso provocó problemas entre los priistas para seleccionar a su candidato presidencial seis años después. Fue precisamente Francisco Labastida.
Para 2006, huérfanos de la figura presidencial, los priistas eligieron a Roberto Madrazo como líder del partido y a Elba Esther Gordillo como secretaria general. Luego el tabasqueño se hizo candidato presidencial y en su lugar en el partido quedaron Beatriz Paredes y Jesús Murillo Karam, los únicos en mucho tiempo que han terminado su periodo de cuatro años al frente del PRI.
Hoy, tras recuperar la Presidencia, el PRI retomó la cercanía con el presidente.
El 5 de marzo de 2014 Peña Nieto asistió al aniversario de su instituto político y acortó distancias: “En este partido milita con mucho orgullo el presidente de la República”, y apuntó que en ejercicio de sus derechos políticos regresaba al PRI a festejar su 85 aniversario.
Ahora, como en pocas ocasiones lo hace un priista, Labastida habla del famoso “dedazo presidencial” como una forma política normal para elegir candidatos. Detalla, eso sí, que antes de ser designados primero se analizan sus capacidades y conocimientos. Así fue como llegó Enrique Ochoa al PRI, sostiene el exsenador sinaloense.
–¿No cree que haya un problema de legitimidad por la forma como llega Ochoa, con el apoyo fundamental de Peña Nieto? –se le pregunta.
–No lo creo, si hablamos con franqueza y honestidad, así es como hemos llegado a tener posiciones. Esa es la verdad. Quien diga que no, inventa cosas.
–¿Cómo ve estas voces de inconformidad que hubo con la llegada de Ochoa?
–Leí lo que dijo Ulises. Mi pregunta es cómo llegó él, por qué método… ¡Por el mismo, hombre! Ja, ja, ja. Estamos hablando con honestidad. Lo que pasa es que Ulises, como había estado como delegado en Quintana Roo, se ha de haber sentido afectado porque ese es uno de los estados con peor fama en estos momentos. Puede ser por ahí.
–¿Qué opina de que se siga usando el dedazo presidencial?
–El dedazo presidencial es la selección de un candidato a gobernador, diputados… ¿Cómo se hace esto? Pues se ven capacidades actuales y de crecimiento, a mí me tocó hacerlo cuando fui candidato a la Presidencia, ver a los candidatos a diputados, a senadores, se ve cómo están en las encuestas, se ve la capacidad que tienen para articular, para defenderse, para unirse con grupos y que los ayuden.
–¿Entonces no ve nada de malo en esta práctica?
–Lo veo que se hace en prácticamente todos los países del mundo. Claro, hay países donde no, pero en la mayor parte del mundo se hacen procesos de auscultación, de medición de popularidad y análisis de capacidad y crecimiento.
La expresidenta del PRI, Dulce María Sauri, hace notar que la práctica del “dedazo” ha sido constante en el gobierno de Peña Nieto, quien ha influido en la elección de cinco dirigencias del PRI.

Fuego amigo

A su salida del PRI, Beltrones dijo que hubo decisiones del gobierno de Peña Nieto de las que no se enteró a tiempo, sino por la televisión, y que impactaron en el ánimo electoral. Un caso fue el aumento del precio de la gasolina.
–¿Eso fue un ajuste de cuentas dentro del propio partido y del gobierno? –se le inquiere a Labastida.
–Yo soy amigo de Beltrones, eso lo comenté con él. Sin duda alguna, para un presidente del partido el tener la confianza y la capacidad de hablar con claridad de los problemas o decisiones del gobierno es indispensable, porque los problemas que tiene el PRI no sólo provienen del partido.
–¿Pero ahora va a haber más apoyo del presidente Peña a Ochoa?
–Yo creo que va a haber más diálogo, yo lo consideraría así. Hay decisiones que toma el gobierno que afectan desde el punto de vista electoral.
–¿Para dirigir el partido es fundamental tener esa relación más cercana con el presidente?
–Sí, eso hizo falta. Como Beltrones dijo: “Me enteré por la televisión de algunas decisiones”.

La legitimidad

Antes de ser beneficiado con el dedazo presidencial, Enrique Ochoa cuestionó ésta y otras prácticas metaconstitucionales que ejerce el jefe del Ejecutivo. En su tesis Un estudio comparativo –con la que obtuvo la licenciatura en derecho por la UNAM y que fue consultada por el reportero–, en sus páginas 122 y 123, critica precisamente las famosas concertacesiones de Salinas de Gortari con el PAN para hacer llegar a Vicente Fox al gobierno de Guanajuato en lugar de Ramón Aguirre.
Luego, en su tesis doctoral Federalismo, democracia e inequidad, por la Universidad de Columbia, citada por el columnista Raúl Trejo, el nuevo líder del PRI criticó el “dedazo presidencial” al que calificó como una práctica “antidemocrática y tradicional por la que el presidente seleccionaba a los candidatos para posiciones significativas”.
Hoy, esa práctica lo ha beneficiado, lo que genera una contradicción y un problema de legitimidad, sostiene Dulce María Sauri Riancho.
“Es la contradicción entre la teoría y la práctica, entre la academia y la acción política. No es nueva en la vida política del país. Su formación académica y su visión de entonces pueden enriquecer su ejercicio de la dirigencia, si tiene tiempo para adquirir legitimidad.
–¿Por qué cree que es más un problema de legitimidad que de legalidad?
–La elección de Enrique Ochoa como presidente del CEN del PRI no es un problema de legalidad, los órganos partidarios consideraron cumplidos los requisitos formales, incluyendo los años de militancia exigidos. Sin embargo, la legitimidad no se asigna conjuntamente con la investidura, sino que se adquiere a través del conocimiento, experiencia y resultados.
Sauri acepta que la práctica del “dedazo presidencial” es un problema sin resolver para la democratización del PRI, que comenzó en 1990, cuando Luis Donaldo Colosio, en la XVI Asamblea Nacional, acuñó la frase “la única línea es que no hay línea”.
Hoy que el PRI retornó a la Presidencia de la República, Sauri apunta que paradójicamente regresó la inestabilidad en las dirigencias nacionales porque, concluye, “el partido y su dirigencia siguen sin resolver la ecuación gobierno-partido en el gobierno”.

José Gil Olmos/Proceso