Desafío

*Apuntes no Festivos
*La Ceremonia Única

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Me sentí extraño. Lo confieso. Hace un año exactamente, subí a mi página de Facebook, la red en la que están acreditados más de 60 millones de internautas en México –una cifra por sí sorprendente y que revela que una sola persona puede inventarse personalidades anónimas para el cobardeo bombardeo retórico contra las ideas “peligrosas”, un término más cercano al fascismo que la democracia-, diversas alegorías sobre el día de nuestra Independencia, incluyendo los vítores correspondientes que, hasta hace muy poco, sentíamos como vitales puntos de identidad.
Y, como nunca antes –ni siquiera días después de que el plantón de Andrés Manuel López Obrador dejó el Zócalo en 2006, precisamente en las vísperas del “Grito”, para no volver más a instalarse-, llovieron varios comentarios acerca de que no había nada por festejar en alusión a la “represión” sufrida por los maestros en rebeldía de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Desde luego, con la tendenciosa información oficial, tal no es el numen de la controversia ni mucho menos: se trata de exigir no sólo respeto sino dignidad para millones de alumnos que se forman en aulas de alto riesgo, sobre los ductos de PEMEX porque allí los predios son más baratos y no hay nadie que los use, y con muy pobre o nula higiene; es obvio que los males gástricos y de toda índole crecen al ritmo de las bacterias, también las de un gobierno putrefacto, mientras se reprime y humilla a quienes se atreven a alzar la voz. Hay gráficas, con decenas de protestantes sin ropas y acostados ante pelotones de granaderos, que exhiben un evidente paralelismo entre lo ocurrido en 1968 y cuanto parece estar fraguándose en este 2015, el año del horror.
Bajo el gobierno anterior ningún mexicano estuvo libre de ser alcanzado por la espalda o incluso ser blanco en el extranjero –como sucedió en Egipto hace más de tres años-, de aviones militares que acaso dispararon como si hiciesen pruebas para el combate a costa de las vidas de los mexicanos. En ese tiempo, en nuestro país ya derribaron dos helicópteros, cuando menos, y pocos hacen algo al respecto si bien en estos casos se adjudican los incidentes al crimen organizado. ¡Y nadie señaló al entonces embajador egipcio, el farsante y mentiroso Yasser Mohamed Ahmed Shaban, como persona non grata y expulsarlo del país al que afrentaron sus superiores concatenando mentiras!
Mientras el gobierno mexicano no sea capaz de velar por nuestra soberanía e integridad seguiremos atestiguando los horrores, la desvergüenza de considerarnos tan débiles que ni siquiera merecemos ser tratados como seres humanos. ¡Los estadounidenses han delineado que la vida de uno de los suyos vale más que la de cien mexicanos! Y no sé cuál sea la proporción en África o en Europa en donde los farsantes dicen preocuparse por la emigración desde Siria al tiempo que alzan barricadas, ordenadas por el Cuarto Reich, para repelerlos en Alemania.
Hablemos de nuestra Insurgencia. Este año vi alegría entre muchos de los asistentes –engañados o no-, pero ya sin un peso encima: el de la miserable aristocracia que solía llenar los pasillos y salones del Palacio Nacional. Vacíos, pero llenos del fervor de quienes, desde fuera, clamaban a los héroes de la patria, la que no se comparta sino es nuestra sólo nuestra. Fue distinto y un primer paso hacia el cambio; contra cuanto he escrito sobre el actual mandatario, este fue el primer punto inflexible de verdad en el camino de la 4T.
Ya veremos en estos días si los veinte vítores llegan a la praxis.
La Anécdota
Para muchos fue imperceptible. El presidente López Obrador, al ondear el lábaro patrio, debió corregir la posición de sus manos; por un instante, perdió el control del asta y pudo caerse –como sucedió en un municipio de Hidalgo-, hacia el vacío lo que hubiera convertido la ceremonia de “El Grito” en una catástrofe. Por fortuna, Andrés Manuel logró prender con mayor firmeza el símbolo.
Y a todas estas es necesario recordar que esta ceremonia, la de “El Grito”, es una de las más bellas del mundo. Busquen por doquier una celebración parecida por el mundo y encontrarán que los mexicanos hemos sabido respetar la tradición con la fuerza del nacionalismo y el fervor patrio. Nada es comparable ni en vibración, emoción y alegría a nuestro “Grito” que ha sobrevivido incluso a los malos gobernantes convocados para darlo. El dolor por tanto engaños palidece ante el esplendor de la bandera ondeando y la añeja campana de Dolores sonando con fuerza.
Viva México por siempre.