Desafío

*Longaniza y Riqueza
*Lo que más le Gusta

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Dice el presidente que no come longaniza pero, en cambio, se retrata almorzando pozole y otras delicias mexicanas muy de las regiones menos favorecidas. Algunos críticos le han cuestionado, un tanto sorprendidos, que utilice un comedor de caoba bajo el techo virreinal del Palacio Nacional para comer “fritangas” o caldos de diferentes procedencias. Yo no. Creo que nadie puede imponerle a otro sus alimentos, ni siquiera cuando se es invitado, y en todo caso la gastronomía mexicana es tan sabrosa y nutritiva como los supuestos platillos sofisticados de Europa o las comidas “de autor” que ponen todo en la cuenta y nada en los platos.
De los gustos del mandatario responde él, salvo que sea caníbal lo que algunos quisieran para denostarlo de manera irresponsable sin fijarse en aquellos asuntos de extrema gravedad, como la falta de respeto a la libre expresión, cuyo desfogue puede llevar al pantano de la autocracia en el cual las voces se asfixian con el lodo de la prevaricación y la sumisión. Tenemos precedentes en nuestra historia deleznables al respecto: Iturbide, Santa Anna, Maximiliano y Porfirio Díaz. Largos años de esclavitud mental y física.
Habrá que revisar bien las compras para la despensa presidencial y resolver si, de verdad, se trata de pedidos insólitos de peña o descuidadas peticiones de quienes manejan los alimentos de López Obrador y su equipo de trabajo. Para nadie es un secreto que, cuando viaja, adquiere treinta y cinco espacios en los aviones muy bien distribuidos para evitar que los demás pasajeros –por cierto muy seleccionados-, adviertan sus nexos con él; y ello nos evita sorprendernos por los kilos de longaniza y chorizo adquiridos para tanto personal incluyendo, claro, los guardianes camuflados, mujeres y hombres, quienes no pueden evitar el anonimato en algunas ocasiones.
Lo inadmisible, en todo caso, es que con tantas disposiciones culinarias acepte sentarse a la mesa de quienes integraban la “mafia del poder”, desde Carlos Slim y Alberto Baillères para abajo, incluyendo al nefasto Germán Larrea Mota-Velasco a quien, luego de los derrames de ácido sulfúrico sobre el Golfo de Baja California, comió con el presidente y, seguramente, consiguió de él una garantía para no cancelar sus contratos criminales ni cerrar ni expropiar algunas de sus minas de cobre, plata y oro en combinación con las saqueadoras empresas canadienses.
En esta circunstancia sería notable y plausible que el señor López Obrador nos explicara la mutación en la cúpula y señalara una nueva lista de quiénes integran la nueva “mafia del poder” que, desde luego, no encabezan Emilio Lozoya Austin ni Rosario Robles Berlanga. De otra manera vamos ir todos a salto de mata y conminados a pedir disculpas a tutiplén cuando así lo disponga el mandatario a quien ya se acusa de imperialista, monárquico y autócrata por estos desplantes irrazonables.
El péndulo no deja de moverse. Cuidado.
La Anécdota
He contado que, en varias ocasiones, el actual presidente, cuando era verdaderamente humilde, y yo consumimos buenas tandas de tamales yucatecos, los mejores de este mundo aunque se quejen los oaxaqueños. Una de esas mañanas siempre ha despertado temprano-, le pregunté sobre cuál es su plato favorito:
–El pavo de monte –me respondió-, pero cada vez hay menos.
Pues deberíamos los periodistas, en vez de las disculpas solicitadas, ofrecerle una comida con estos animalitos como protagonistas del banquete. Sería una manera de intentar que volviera a sus orígenes.